lunes, septiembre 30, 2013

Asunta, ¿donde está la ciencia?

Fuente 
El presunto (?) asesinato de Asunta espanta no sólo por la insoportable crueldad que se nos echa a la cara por el hecho insólito en si: el presunto (?) asesinato de una niña de doce años a manos de sus padres. Cada día el caso presenta derivaciones que nos sumergen en nuevos abismos de incomprensión. Uno de ellos es el hecho de que los actos originados por el factor del mal, del que no queremos impregnarnos, es que casi nunca se trata de algo nuevo. Siempre que buscamos un absurdo consuelo en la memoria encontramos hechos similares. En nuestra memoria casi inmediata está el caso Bretón, pero también aparece un escalofriante listado de 13 casos de filicidio muy recientes en nuestro entorno. Entonces y casi automáticamente sometemos la información a un proceso de comparación quizá para extraer alguna conclusión que nos ayude a comprender. Nos resistimos a encontrar novedades porque sabemos que la inercia simplificadora y generalizadora ayuda a extraer conclusiones rápidas y enseguida nos disponemos a aceptar sentencias tipo se trata de un caso más de violencia (+adjetivo correspondiente). Para los que no se atreven a asomarse del todo a la realidad queda el recurso de acudir al mito y al esoterismo. Ambas alternativas son las que se ofrecen a una ciudadanía conmocionada y ansionsa de información en los periódicos de estos días, a falta de explicaciones rigurosas. Pero para nuestro enorme descuensuelo, las novedades siempre aparecen. La magnitud del mal puede presentarse cuantitativa o cualitativamente pero el dolor que produce mantenerle la mirada viene a ser el mismo. En el caso que nos ocupa no nos hallamos ante un individuo que, por acción u omisión ha propiciado un daño extremo a un gran número de personas. Tengo demasiado reciente el caso Eichmann como para no echar mano de él. Aquí podemos hallarnos en el caso de dos personas que acaban con la vida de su hija. No son hechos comparables teóricamente desde casi ningún punto de vista. Pero el factor desencadenante es el mismo. No hay duda que de se trata de la activación o desactivación de la zona cerebral que controla la empatía, la capacidad para acercarse a las emociones y sentimientos del otro. Una gran mayoría de ciudadanos, ante hechos como este, adoptan posturas de alejamiento como forma de protección frente al dolor. Otras buscan desesperadamente información. Unos para comerciar con ella, otras para entender la existencia de este hecho insólito. Psicológicamente me resulta curioso el análisis de la recepción de la noticia. El impacto y las diferentes formas de asimilación de este duro golpe podrían aportar claves para los estudiosos del fenómeno del mal. El caso de Asunta tiene la particularidad de habérsenos colado hasta la cocina porque no estamos ante fenómenos o comportamientos propios de culturas exóticas. Se trata de individuos como nosotros, si es que puede hacerse una abstracción que nos haga reconocernos en un determinado grupo social. Son nuestros vecinos. Padres como nosotros. Que se preocupan por la educación de los hijos, como nosotros. Tienen nuestras mismas preocupaciones. Reparten su tiempo en las mismas rutinas. Puede que tengan un nivel cultural o económico unos cuantos puntos por arriba o por abajo, pero de alguna forma nos representan y por lo tanto nos obligan a buscar escrupulosamente cualquier diferencia que nos aleje de ellos. En cierto modo, el por qué lo hicieron nos resolvería dos problemas. Identificar la causa, es decir, nombrar el hecho para poder reconocerlo, por una parte, y excluirnos del grupo de pertenencia, por otra. De este modo, el móvil económico, la enfermedad de la madre, la existencia de factores como agresiones o maltrato previo, celopatías o trastornos en la personalidad de los padres asesinos (supuestos) actuarían como fronteras infranqueables que nos mantendrían seguros del lado del bien. Entiendo además que la búsqueda irrefrenable de información se produce desde la bondad y la precupación como un esfuerzo colectivo productivo que se plantea un único objetivo: general las expectativas necesarias para comprender estos hechos con el fin de evitarlos. Los penalistas se esfuerzan cada día en explicarnos que la dureza de las penas nunca ha conseguido disminuir ni el número ni la magnitud de los delitos. Por lo tanto, superado el terror inicial, la conmoción debe dirigirse a una exigencia de información abundante y de calidad, entendiendo por información no únicamente el relato repetido de los hechos en los medios convencionales, sino una aportación desde toda la variedad de ámbitos que la transversalidad de este asunto exige. Necesitamos estudios sobre casos similares desde el ámbito forense, psicológico, psiquiátrico, médico, antropológico y sociológico como mínimo. En estos primeros días de desconcierto total, al igual que se produce en fenómenos de shock postraumático, los ciudadanos necesitan también apoyo desde la psicología y la ciencia. Como colectivo, no tenemos por qué ser ni mostrarnos inmunes frente al dolor. No tendría sentido exigir empatía al individuo si no la tenemos como comunidad. Y no debemos ni conformarnos ni mucho menos reconfortarnos con la información mediática porque no desconocemos que la información es materia prima susceptible de intercambio comercial y a veces muy poco más. Limitarnos a este tipo de medios implica dar credibilidad a quienes confunden "lupus" con "lapsus" (debate "Abre los ojos", Tele5 28.09.2013) o programas que construyen titulares del tipo los hosteleros de la zona ven incrementados sus beneficios debido da los registros de los domicilios de los padres de Asunta. Seguimos.  

miércoles, septiembre 25, 2013

Can google solve death?

Se Time pode decidir quen é o home do ano -das mulleres adoita esquecerce, non lles compensan na portada tan seria de Time porque non as van poñer en bragas- o trabello do ano, o invento do século ou a glaciación do milenio tamén pode suxerir cuestións coma esta. De acordo. Acabo de cargarme ao mensaxeiro. Rectifico. ¿pode google liberarnos da morte? ¿que vos parece? Resucito ao mensaxeiro. ¡que boa pregunta! ¿que cousa terrible se agocha baixo a deliberada inocencia das cores parchís desto que hai uns anos era unha inocentiña ferramenta de procura de información nunha web en plena adolescencia? ¡canto mudaron as cousas! ¿non si? deixamos crecer á rapaza -á web- sen levala a colexio ningún porque non cremos na existencia do lobo feroz. E ademáis era tan preciosa esa fraga que medraba vizosa sen que ninguén traballara a leira....E velaquí que veu o anxo, o santo como agora chaman ao trebello, a liberarnos das nosas cuitas...e deixámolo medrar, arredámonos decote para non amoucar ao meniño que ía redimirnos de todas as nosas eivas, pobriños mortais que perdemos séculos memorizando algún que outro soneto ou lista de reis para acadar unha miserable existencia. Que contentísimos estamos de ter un par de xigantes que velen por nós e o fagan tan grasiosamente como se fosen aquelas dádivas dun rei que seica era bastardo....¿a quen tería que matar este sangoogle para acadar o trono con tanta facilidade? esta é unha cuestión moito máis sinxela ¿non si? porque morreron moitos, tanxibles e intanxibles, en acto ou en potencia, materia e espíritu, non natos incluso que abandonaron o seu proxecto de ser por problemas respiratorios...google o pode todo, pero fai que non o sabe, e nos tamén o sabemos, pero tamén disimulamos, porque senón, ¿a conto de que non mudamos de plataforma? ¿de buscador? ¿de correo electrónico? pero a pregunta está ben...intentade respostar, a min ocórreseme que non é tan difícil darlle un postiño na oficina de patentes de medicamentos, for exampel....boh...ía escribir en serio pero é que mira ti que cousas de poñer nunha portada tamén!

viernes, septiembre 20, 2013

Hanna Arendt, Margarethe von Trotta

Estaba desexando que prenderan as luces para comprobar se os que asistimos a este pase eramos todos individuos de mediana idade, gafapastas cunha media de seis dioptrías e olleiras a xogo cun cinsento fular esfiañado. Mágoa. Quedei sen sabelo porque é imposible saír do cine e non atopar a alguén coñecido que che obriga a unha súbita deslocalización espazo-temporal. Mentres acordaba ata o o mínimo nivel de educación que esixe a cortesía puiden escoitar un comentario dunha espectadora que pasaba ao meu carón. Esta é unha película para pensar, dixo. Recoñezo que case toda a conversa que mantiven coa antiga coñecida estiven noutro plano, o da película. Hannah Arendt, cando noviña, presentouse ante o seu admirado Martin Heidegger para que a aprendera a pensar. Na escea seguinte, o profesor déixase caer e mete a cabeza entre os xeonllos de Hannah mentres ela lle aloumiña coidadosamente o pelo. Da moi qeu pensar, filosóficamente, digo. Trato de seguir a conversa coa amiga tecendo fíos entre este verbo: pensar. ¿haberá películas nas que non haxa que pensar? ¿nas que se allea unha da realidade e nas que a película é como un deses trens de autolavado pero para neuronas? ¿por que quería Hannah aprender a pensar? ¿é que hai que aprender a pensar? ¿canto se tarda en aprender a pensar? ¿apréndese na universidade a pensar?. Vou rematando a conversa do plano real porque quero seguir reflexionando, pensando. Alégrome de ter participado nesta especie de milagre de poder ollar unha película desas que seica son para pensar e nun cine que programa case exclusivamente películas que che fan pensar. Pero teño que adiar as miñas cavilacións porque agardan por nós C. e J. Hoxe retomo o tema con gusto. Penso nas miñas lecturas de Hannah Arendt, en todo o que me aclararon sobre o grande tema, o cerne de case todas as desfeitas que enchen os xornais, unha explicación mínimamente razoábel para entender o mal. Lembro libros, artigos, videos sobre a Shoah. Moreas de libros que por mor dunha tese acabaron nesta biblioteca ata facer dela, un auténtico centro de referencia para o tema. De momento case ninguén o sabe, pero iso é outro tema. Lembrei o vídeo un spécialiste, de Rony Brauman e Eyal Sivan que contén dúas horas do xuizo de Eichmann. Vin o que viu Hannah Arendt cando fixo aqueles artigos para o New Yorker que causaron tanto escándalo. E sentinme Hannah Arendt. Qué gustazo!. Atopei explicacións a moitas dúbidas nese video. Eu tamén vin un velliño con cara de boa persoa que explicaba con absoluta tranquilidade, non frialdade, ollo, a súa responsabilidade na solución final, ou sexa, na liquidación de milleiros de persoas. O vello que non é un monstro, explícase moi claramente, non finxe, realmente atópase só responsable de cumprir ordes non de asasinato ningún. A radicalidade do mal non existe, di Hanna, só o ben pode ser radical, só o ben goza dunha profundidade a nivel de pensamento. Releo algún artigos interesantes coma este de Fernández Buey sobre o tema e atópolle sentido a cuestións de fondo que cicais expliquen tamén moitas cousas que están a pasar hoxendía. Sen dúbida hai un denominador común na orixe do mal. Hai, alomenos, unha condición para infrinxir dano, a de facer totalmente prescindible, á persoa ou colectivo a danar, a exterminar. Quitarlle non só a dignidade senón o estatus de ser. Dende aí entendo o parecido entre unha muller que vai ser acoitelada corenta veces polo home ou uns nenos que van ser gaseados en Siria ou un xudeo que vai ser exterminado ao baixar dun tren. Quitarlle importancia ás cousas ten consecuencias verdadeiramente terribles. A banalidade de que falaba Hannah Arendt ten que facernos pensar certamente.  

martes, septiembre 17, 2013

Sangue12, Cristina Pavón (próximamente)

Imaxe: O pesadelo, H. Fuseli
Querida Cris,
Lin o teu mecanoscrito. Adoito deixar asustar as lecturas polo menos un par de días antes de poñelas en tinta pero non podo agardar tanto. O sangue e as verbas canto máis frescas, mellor. Hai cousas que hai que dicir de socato, senon apodréntanseche aí dentro e logo non hai quen as trouse sen que lle saian a unha os fígados. Ata a páxina trinta e tantos votei de menos a CODER. Quero dicir, só era quen de ver unha obra menor en relación con a túa magnífica LdC. Disimula a franqueza. Téñóme por unha lectora omívora, avarenta e polo tanto chea de prexuizos. Non adoito ler textos que cheiren a vampirismo e por suposto, son unha enimiga declarada da literatura xuvenil. Se as etiquetas existisen e fosen estas as acaídas ao teu libro no anaquel desa simplísima taxonomía, nunca tería posto o dente na túa gorentosa e sanguinolenta gorxa, quero dicir, novela. E agora que xa podo comungar sen risco de que me guindes ao máis profundo do círculo do inferno cóntoche as miñas impresións. A partires da páxina trinta e tantos, non me prestei a colaborar contigo. Penso se non será unha teima túa esa de facer de nós, inocentes lectores, personaxes á medida da túa omnisciencia. Pode ser que non sexa unha conquista deliberada pero cómpre que saibas que opuxen unha resistencia tan -ou tan pouco- intensa como a de Nanda. E xa non dou máis nomes. Non me sentía cómoda nunha relación desigual e aínda que haxa unha perversa sensación de pracer na submisión, e dígoo como personaxe e como lectora, non deixa de amolar a sensación de inferioridade que provoca saberse nas mans dun demiurgo que poder facer as falcatruadas que imaxine no párrafo ou páxina que lle pete. Non sei por que che digo todo isto, porque non é nin moito menos o teu caso. Páxina trinta e tantos. Voume deixando ir, voume quedando muda e penso que ás veces cupría ler en voz alta. O nivel de intimidade que da a lectura silenciosa non é un agasallo para calquera escritora. Pero ti xa contas con iso e vas tecendo o relato cortando sempre os cables axeitados. Estou segura de que esa estridencia na fala das mozas é unha das riquezas do texto mais alporízame a crueza dunha linguaxe tan incisiva, que non da oportunidade a un rexeitamento que non soe a farsa. É un amor moi pouco cortés este dos chuchasangues, e se estamos a falar de vampiras adolescentes totalmente desprexuizadas en cuestións de xénero e sexo, temos unha historia cicais adobiada de máis. Esixencias do xénero, imaxino. Gustoume o nobelo espazo-temporal no que se desenvolve a historia. Saír do Hotel Zenit na rúa Urzáiz desta nosa cidade, cunha colega adolescente, para aparecer na Vila Diodati xunto con Shelley, Mary Wollstonecraft, Polidori e Byron, entre outros, para asistir ao parto do xénero vampírico é unha experiencia que hai que agradecerche. Sen dúbida poden estar orgullosas as góticas, teñen un pedigree moi interesante. Interesantísima tamén pareceume a introdución do personaxe de Ada Byron. As mozas enganchadas ás súas pantallas táctiles atoparánlle ás máquinas moito máis atractivo cando coñezan a esta muller que, nacida hai douscentos anos, pensou tamén en máquinas e automatismos. Se che parece ben podíamos pillar un par de bolsiñas cero negativo e quedar á beira do mar para seguir falando do teu libro. A ver se para entón podemos celebrar a venda dunha boa morea de exemplares. Un abrazo.