viernes, agosto 31, 2012

crudo lo tenemos, Javier


Francis Bacon
Entre los que roban a traición y sobre seguro, es decir, con alevosía, lo que perdemos por despiste, apatía o indiferencia, y lo que dejamos de conseguir por una deliberada claudicación ante la efectiva amenaza de un apocalipsis, el retroceso ya no sólo está asegurado, sino que lo asumimos como necesario, en una carambola de irracionalismo más atroz que absurda, que ya es decir, más exterminadora que ridícula, que ya es decir, más irrevocable que dolorosa, que ya es decir.
El recorte, si ya es insoportable por lo que tiene de primario y genocida, cuando también es de mangas y gratuito, constituye una provocación en toda regla. En todos los procesos históricos parecidos en los que se produjo una violenta reacción que zanjó con un sistema para iniciar un período de incertidumbre, la cosa empezó, en apariencia, como por accidente. Una subida del pan, un atentado en un país extraño, por ejemplo. Presiento que un bando municipal para precintar contenedores o la eliminación de un medio de comunicación pueden tener efectos nada ignífugos.
Violentarse por la eliminación sin miramientos de un programa radiofónico que era uno de los pocos reductos de sensatez e higiénica crítica a la violencia del poder, no por que fuera previsible, deja de ser la chispa que para muchos pueda suponer por fin el inicio de algo.  Javier Gallego, Carne cruda, Radio3, podía ayudarnos a algunos a sobrellevar mal que bien el mefítico e insopotable hedor de la corrupción generalizada del poder. Lo sabían desde hacía tiempo, disimularon estar hasta sus engominadas coronillas de tanta libertad perroflautil y fieles a la tradición casticista que colorea sus pieles de toros no se cortaron y cortaron por lo sano, nos dejaron sin nuestra voz, que era la de Javier Gallego, la voz de la cruda realidad de la carne quemada por el paro, la explotación, la extorsión, el engaño, la puta prima de riesgo y las reputísima deuda soberana.
Desactivados todos los mecanismos de defensa contra el ataque inesperado de los que tenían que ser los buenos, yo, personalmente no veo otra solución que pedir la cabeza de Alfredo García o reunir a un grupo salvaje que tome decisiones a quemarropa, y si no que venga San Peckinpah y lo vea.
Crudo, crudo, crudo, lo tenemos Javier Gallego, la cita de Proust asoma disfrazada con su negro manto y su podadera, y todos pensamos ¿seré yo el siguiente?, ¿se meterán también con miserables blogs como este? ¿cuanto se tardará en restaurar las maderas de aquellos escenaríos tan patrios y queridos de los autos de fe?
No te echaré de menos, Crudo, porque no te imagino resignado. Te han dicho ¡que te calles de una vez! como el fantoche que todos creíamos que estaba de caza (¿os digo donde estaba en realidad?), pero a ti sólo te manda callar la audiencia, y esta te estará buscando estos días en las ondas, tenlo por seguro. En la radio han hecho hoy un butrón del tamaño del embalse de Entrepiernas, y yo me pregunto ¿vendrá un chino a montar un programa de plástico también

viernes, agosto 24, 2012

Libertad, Jonathan Franzen

De Jonathan Franzen sólo sé lo que me cuenta L. en uno de sus suculentos emails. Que un pirado le robó las gafas justo cuando tenía que soltar un speech, y que como no veía nada tuvieron que perseguir al ladrón para recobrarlas cuanto antes. Bueno, eso y que su pasión por la reinita cerúlea no es una ficción. Ojalá se me llevasen a mi también las gafas en estos momentos y tuviese que distraerme en sobrevivir a tientas abriéndome camino entre los borrosos perfiles de los objetos, las personas, las esperanzas y las ilusiones. Una grave minusvalía puede ayudarte tanto a sobrevivir. Si, y un pensamiento autocompasivo también, J.F., que te intuyo. La reinita cerúlea también es un buen salvavidas, chapeau. Yo tengo alguno casi tan curioso, pero mis pasiones son tan efímeras como el sabor de los chicles de menta, como tú dirías , así que lamentablemente me suelo largar corriendo nada más intuir un pequeño guiño de la trampa que esconden. Por ese camino se llega al cinismo con una facilidad bochornosa, por eso es bueno desconfiar continuamente del subtexto y crearse uno nuevo y a medida. Los demás, si te quieren, y a mi me quieren que te cagas, lo tienen chupado para no sólo aguantarte, sino aceptarte y rechazarte en la justa medida que exige la felicidad. Así que no necesito una casa con vistas al paraíso para avistar exotismos, los encuentro cada día en los silencios, en las historias perfectas como las tuyas J.F., en palabras recuperadas como tu título, en plazos cortos, en plazos largos, en plazos desconocidos, en combinaciones milagrosas de alimentos, en desconfianzas, en películas mudas, en sueños y en deseos. Vale, vale, con una piscina climatizada y un trozo de mar para mi solita sería más fácil, lo reconozco, así que sí, J.F., me dejaría corromper por una módica cantidad de tiempo. Yo venía a hablar de este libro y a recomendároslo, conste....¿estais ahí aún?