miércoles, noviembre 30, 2011

Quaderno veneziano IV

Para Lu y AnnaLivia, dos ilustres venecianas



...y en pequeñas dosis seguí bebiéndome reflejos cálidos de pétreos vegetales al trépano con suculentas páteras de esfinges y aves de cuellos entrelazados en unha confusion de bizantino y gótico tan anacrónicos en ocasiones como esa ridícula ascensión de Anish Kapoor que intrigaba al esforzado público de San Giorgio Maggiore.


Foto
Venecia se sonrojaba en estas ocasiones, cuando le levantábamos las faldas para descubrir el truco de sus más rudimentarios trampantojos. Si, lo reconozco, me reí de Venecia bastantes veces, cuando en las horas centrales del día exhibía orgullosa su puterío de carmín barato. Pero no me juzgueis mal, lo que realmente hacía era reírme de mi misma cuando me descubría arrodillada ante sus trampas de parvulario. Me gustó descubrir la Venecia real, la de las familias que llegaban de la playa en su automóvil acuático particular desembarcando con el bañador todavía húmedo y las arenas del Lido en los pies, en medio de los turistas que no les veían, porque los turistas sólo tienen tiempo para mirar hacia arriba extasiados por la magnanimidad de los palacios o hacia abajo desde los puentes y fondamentas hipnotizados por la silenciosa conjunción de un sinfín de góndolas que continuamente rompen el quebrantable brillo de la laguna. No miran nunca lo que tienen ante sus ojos, por eso atascan continuamente las callejuelas y son un engorro insoportable para los que tienen que transitar diariamente por los estrechos lugares de paso en los que tienen que vivir los venecianos todos los días del año. No les queda sino empujar con displicencia a estos molestos invasores si quieren llegar a tiempo a sus lugares de destino. No es un tópico el del malhumorado veneciano que desprecia al turista. Sólo con observar un poco atentamente la asombrosa diferencia de ritmo en estas calles se puede entender y comprender que a esta gente la paciencia se le agotase hace siglos. Tienen que vivir las veinticuatro horas de los siete dias de las cincuenta y dos semana del año entre riadas de invasores que se relevan interminablemente cada tres días. Han de compartir un espacio diseñado para escasos habitantes con hordas de recién llegados con maletas que van y vienen y que caminan torpemente deteniéndose cada dos metros para cosultar su mapa o sus modernos localizadores. Las tecnologías sólo han supuesto para el veneciano un alivio ínfimo, sólo han evitado que cada dos por tres estos molestos y desubicados recién llegados les detengan una y otra vez para preguntar lo mismo, ¿para San Marco? ¿para Rialto?. Han colocado multitud de indicadores en todas las calles y esquinas pero todos siguen simulando perderse en la encantadora ciudad que se han gravado a cincel en sus estructurados cerebros. Vienen de megalópolis como Nueva York, Tokio o Bangla Desh, pero les gusta perderse en Venecia y se sienten allí como convidados de lujo sólo porque están dispuestos a pagar por un caffelatte cinco veces más de lo que les cuesta en su país, que ya era diez veces más de lo que debia costarles. Es un tópico ser un turista y sentirse diferente de este interminable batallón en pantalón corto que cruza Rialto contribuyendo visiblemente al hudimiento de este delicado ecosistema. Pero así como reconocemos al veneciano entre esta multitud, también es fácil reconocer al que viene a Venecia a respirarla en dosis ajustadas y sin la voracidad que se le supone al visitante extranjero.

¿e que refundamos primeiro?


En Samil, nantronte

¿o humanismo? ¿o laicismo? ¿a normalización linguística? ¿refundamos as fundacións? ¿o pacifismo? ¿a tolerancia? ¿o progresismo? ¿a solidaridade? ¿o contrato social? ¿as deontoloxías? ¿o mercantilismo? ¿o sindicalismo? ¿hai algún órgano central ou periférico deste globalizado corpo político, económico, financeiro, cultural libre de contaxio ao que aínda mereza a pena alimentar cun mínimo de esperanza de cambio de ritmo? ¿ou haberá que refundar tamén o pesimismo e seguir envolvendo aire en papel de regalo para que acougue toda este misterioso panteón de deuses creados por obra e graza dun atolondrado laisser-faire que nos converteu en súbditos de inconprensibles transaccións financeiras entre inexistentes soberanías? a ver que di o monstro cando se decida a saír da furna á que o guindou o cíclope electoral...

sábado, noviembre 26, 2011

a oposición segue na rúa...

O edificio do antigo asilo do emblemático barrio vigués do Cura foi ocupado por fin. Esta mañá ao ver a un grupo de moz@s quitanto as toneladas de lixo consecuencia do abandono e a especulación a que foi sometido un dos lugares máis fermosos da nosa cidade invadiume unha contradictoria sensación de alivio e desesperación. Alivio de que por fin alguén se interese pola racionalidade en medio da loucura. Desesperación porque pareume contemplar a traxedia de ver aos máis novos inmersos na purulenta infección que herdaron. Tócalles a eles limpar a porcallada que seus maiores amorearon e seguen amoreando nos tempos gloriosos do fanatismo capitalista máis descarnado. Así foi en numerosísimas ocasións ao longo da historia, pero no dubido de que non contaban con esta broma macabra. É francamente desesperante, descorazonador, ver a ruina que provocou a barbarie dunha economía que se resiste á máis mínima revisión. A poucos metros aínda se sostén a duras penas outro edificio pantasma que noutro tempo foi símbolo da vitalidade empresarial da nosa cidade, a panificadora, que hoxe nos olla cunha irremisible mirada de derrota. A decir verdade, toda a contorna desta fermosísima ría está adobiada de sinistros edificios abandonados que reflicten a neglixencia da incultura con que se teñen xestionado reconversións en acelerados e apremiantes cambios de rumbo políticos e económicos que non amosaron sensibilidade ningunha nin co medio ambiente nin cos ciudadáns. Deixaranos estar alí uns días para no armar demasiado barullo pero acabarán sendo desaloxados como en Santiago e nas prazas de aquí e da outra beira da mar océana. Diráselles que ese non é o xeito, se lles insultará cos tópicos de moda e se lles querrá devolver ao regazo das súas complacientes e adormiladas familias. E iránse, seguramente, convencidos de que non poden con tanto lixo, pero ao mellor non. Pode que das leccións de conformismo e apatía teñan sobrevivido resistencias ás que nos podamos engadir antes de chegar abaixo de todo.

Quaderno veneziano III

Desde el primer día asistí a la orgía desesperada de los recién llegados que se amontonan en los vaporettos para beberse el Gran Canal. Sólo disponen de unas horas para dormir la borrachera y ya están caminando de regreso, con la cabeza baja, hacia la casilla de salida. Los ves inocentemente precipitarse por los sotoportegos y los traghettos y las caleselas trampa que los hacen retroceder irremediablemente. Yo llegué cansada, casi exhausta, sin fuerzas casi para atravesar Rialto. Por eso me respetó. Sólo por mi incapacidad para intentar poseerla. Desde que el taxi acuático que me llevó del barco al vientre abultado de esta sirenísima me depositó en una costilla de la ciudad, ya sentí su advertencia. Era alivio momentáneo de un dolor que se iría dosificando muy lentamente. Venecia me daba permiso pero con tantas condiciones como exigía mi necesidad de disfrutarla. Así que agarré fuerte este dolor y me lo eché a la espalda, precisamente donde más dolía. Así nos hicimos colegas, Venecia y yo. Hasta me atreví a pedirle un par de días lluviosos que me concedió graciosamente, como si fuese una reina. Fue entonces cuando tuve confianza para abrazarla a la vista de todos. La besé varias veces y metí mis dedos en las marcas que le hicieron algunos bebedores nocturnos que murieron por lo menos hace cuatrocientos años. Agradecida le regalé momentos inolvidables, a esta descomunal república de letras infinitas. Me besó los pies con las abrasadoras palmas de sus manos, que se inundaban a cada paso que daba. Se dejó acariciar por mi un poco más abajo de la marca que señala la prudencia aunque he de reconocer que hubo peligro en un par de ocasiones. Me agarró cuando yo más prevenida estaba una tarde de sol abrasador en San Lazzaro degli Armeni. Fue un castigo justo. Allí hice gala de mi más molesta curiosidad y descaro. Estuve insoportable aquella tarde, lo reconozco. El gabinete de manuscritos de los mekhitaristas me hizo de carne y hueso y hasta me reí de Byron y de una momia egipcia que exhibían allí como un tesoro único. No tardó mi anfitriona en reclamar el respeto a que la tiene acostumbrada tanta secular admiración y sin miramiento alguno me hizo una demostración de la delicada y frágil estabilidad con que disimula su poder. No se lo tuve en cuenta, comprendo perfectamente la comunión de la soberbia con la crueldad. La experiencia me permite distinguir cuando hay que aceptar humillaciones de buen grado.

viernes, noviembre 25, 2011

Quaderno veneziano II

Si Venecia fuera una bebida sería un coctail caleidoscópico tan atractivo como peligroso para bebedores neófitos . Es conveniente entrenarse previamente en latitudes y climas aproximados para no llegar y tener que tragársela entera con la consiguiente ruina que supone toda expulsión del paraíso. Venecia, es una mujer, todos los pecadores lo saben. Por eso se disfrazan continuamente de seres deplorables. Es una diosa que cuenta con cohortes de pacotilla que se dejan fotografiar y admirar para que los gentiles no descubran la mirada multiplicada de la gran mentira que se alza sobre las aguas de su lecho verde que parece agua. Se sabe despreciada y manoseada por los que aspiran a disfrutar de la belleza en exclusiva, por eso a algunos mirones infatigables se le muestra desnuda y generalmente de noche. Incluso alguno de los infinitos dedos que la tocan a todas horas disfruta, sin sospecharlo, por supuesto, de un trozo de la auténtica mujer-ciudad-pez, la inventada por los ricos e indolentes mercaderes de un tiempo que existió sólo para evocarlo en un ciclo infinito de existencias y relatos.

martes, noviembre 22, 2011

María Antonieta, Stefan Zweig





Mi biblioteca Zweig ya es más que respetable. El ritmo de mi insaciable sed de lectura se ve recompensado por preciosos hallazgos como esta María Antonieta publicada en 1935. He decidido adquirir sus obras en librerías de viejo porque el desafortunado conocimiento del autor quizás tenga como contrapartida positiva el que se puedan encontrar tesoros como este por un precio ridículo. Además, el placer de la lectura se enriquece mucho si ampliamos el campo de acción de todos nuestros sentidos. Esta María Antonieta de páginas amarillas, rugosas y polvorientas nos empujan indefectiblemente hacia atrás en el tiempo. El olor del papel viejo contrasta maravillosamente con esos perfumes delicadísimos con que era ungida la reina del rococó cada mañana por su infinita corte de doncellas y siervos. Afronté la lectura con un poco de desconfianza. No soy aficionada a las biografías y menos aún de las de los grandes personajes de la historia. Nunca he creído en la posibilidad de describir con con un rigor y objetividad medianamente aceptables la vida de los otros. La historia es un pantano misterioso y desde la literatura me parecía que muy difícilmente podría abordarse un período tan absolutamente decisivo como el de la Revolución Francesa sin las herramientas y metodologías más refinadas. Eran puros prejuicios. Cuando cerré la última página le miré cara a cara, al autor,y tuve que rendirme absolutamente a su maestría, su generosidad y su absoluto dominio de la palabra. En estas quinientas páginas entramos en Versalles, en Trianon, en el Temple, en la Conserjería. Vamos detras de los carruajes de la reina y podemos observarla de cerca, como si, como ella, estuviéramos de incógnito en una de sus horas de Paris at night. Desde la sala de los Espejos observamos a la Du Barry, a la Polignac, a Du Mercy y hasta divisamos siempre al fondo al enigmático Fersen. Leemos con la reina las cartas de su madre, María Teresa de Austria y nos invaden las ganas de empujarla para que ponga más atención porque disponemos de las mismas certezas que el narrador omnisciente. En pocos minutos nos vemos convertidos en uno más de aquel bon peuple y correspondemos con una sonrisa indolente al paso de Madama la Dauphine, pero de pronto nos descubrimos deambulando por oscuras calles empedradas en medio de una multitud que vocifera libelos contra la monarquía, pero sobre todo contra la reina a la que ya han convertido en la protagonista de todas las perversidades inimaginables. Louis, si tu veux voir / Bâtard, cocu, putain, / Regarde ton miroir, / La Reine et le Dauphin. Surgen a nuestro alrededor todos esos protagonistas de la historia que parecen salidos de la imaginación de Shakespeare. Ahí están Beaumarchais, Mirabeau, el Cardenal Rohan, Cagliostro con su logia, Mesmer presenciando sus experimentos con la tina magnética. En ocasiones nos detenemos en una líneas que delatan a un Zweig un poco atrevido, nos parece incluso que se han roto las invisibles líneas de la historia y del relato y que el autor en un alarde tipo Buster Keaton en El moderno Sherlock Holmes ha traspasado el escenario con atrevida impunidad. Entonces nos sonreímos en un guiño de complicidad en el que apreciamos la soberanía del artista. Porque tenemos que rendirnos ante la profesionalidad y el rigor de un escritor que ha trabajado con la técnica del mejor historiador. En medio de las intrigas hay espacio para aclaraciones metodológicas que aseguran la fidelidad del relato, porque con la humildad del que persigue la verdad hay declaraciones sobre el grado de verosimilitud de los momentos que se describen, de modo que las puertas se abren invitándonos a seguir pistas y caminos para interpretar por nosotros mismos. Me rindo absolutamente a este prodigio de escritor que no dejó en toda su vida de tratar de desentrañar los misterios más recónditos del alma humana. Ahora me espera María Estuardo y más adelante Fouché, pero mientras dejo reposar esta lectura me entrego a las memorias de Friderike, porque me puede la curiosidad de saber todo sobre la vida de este increíble Zweig.

lunes, noviembre 21, 2011

El temple de los hombres






De puro ancestral y antidiluviano había que calificar las primeras palabras del elegido. Como ciudadanos libres parece que no nos es ni legítimo cuestionar el resultado de las elecciones, puesto que se trata ni más ni menos que de la voluntad popular, el derecho más sagrado que graciosamente nos otorga nuestra ley de leyes. El pueblo habló, muy cierto. Muy alto y muy claro además. Pero aceptar democráticamente unos resultados tajantes no implica en modo alguno pasividad y resignación. No implica sometimiento al imperio del voto porque precisamente la democracia consiste en evitar la concentración de poder en cualquiera de sus modalidades, no por históricas menos amenazantes. Llámese imperio, dictadura, absolutismo, etc. Quizás el efecto más pernicioso de la crisis financiera sea el sometimiento de las ideologías y de la política a la tiranía de los mercados. Nunca tan claro como ahora el despiste de los gobernantes a la hora de contener la insaciabilidad financiera de una economía que bajo las faldas del liberalismo nos ha contagiado absolutamente a todos. Los socialdemócratas han tenido que olvidar de un plumazo los principios que justifican sus programas, los conservadores se alzan con la bandera de la justicia social, los nacionalistas siguen entretenidos con sus problemas identitarios como si con ellos no fuera ni la prima de riesgo, ni el paro, nin el déficit. En este contexto y no en otro aparece el elegido. El pueblo sólo tenía que decidir entre dos miedos, el miedo viejo a la inoperancia de la buenas intenciones del partido al que le tocó bailar con el más feo y el miedo nuevo a la pérdida de los derechos más básicos que había tardado décadas en alcanzar. Era sabido que iba a triunfar este último temor. Pero del miedo no se puede esperar gran cosa, todos lo sabemos. El miedo paraliza y deja actuar al arrogante que promete la salvación. Es absolutamente comprensible que una sociedad poco habituada al riesgo y acomodaticia haya otorgado su confianza a la voz aparentemente más resolutiva. Pero de ahí a deponer la voz hay una gran distancia, justamente la distancia que nos separa de una regresión que no nos podemos volver a permitir. Antes incluso de finalizar el escrutinio ya Don Mariano nos leía anoche sus nada improvisadas palabras que parecían sacadas de una de esas enciclopedias tan poco graciosas que exponen hoy los museos pedagógicos. De todas sus consignas, eso del temple de los hombres que según parece se revela a los elegidos en circunstancias apocalípticas, eso, no me gustó nada. Si la verborrea del presidenciable es señal de algo es precisamente de un endiosamiento anacrónico que no favorece a nadie, a él el primero. Por eso es doblemente descorazonador este alarde de fuerza ante la tiranía de los mercados que ya arrasó con otros infinitamente más poderosos que el. El pueblo somos todos, los que tenemos miedo y los que no, por eso es conveniente seguir dando la cara y la batalla y criticando absolutamente todo lo que creamos criticable. El voto no está para taparle la boca a nadie.

viernes, noviembre 18, 2011

Para non rebentar de fastío, Iván Goll



Sen permiso de ninguén pero con atrevemento, traduzo estes versos do descoñecido e interesantísimo poeta Iván Goll. Cicais os tempos non son tan diferentes e compre un pouco de acougo neste prexornada de reflexión. Nunca tanto coma hoxe vos desexo ¡boa fin de semana!

Pensive Woman, 1920, Kathe Kollwitz

O abrente baixa en ascensor

Londres non escoitou nunca un galo

non ten fontes para enxaugar o corazón

Os xoieiros expoñen

colares de bágoas nas súas vidrieiras

Os perruqueiros

esqueceron seus contos de fadas

Todos os días nas rúas uniformes

os mesmos mortos abandónanse

cansos da choiva

cansos do pan moi caro

a verdadeira vida corre baixo as pontes

Nós os que pasamos

entendémolo tarde de máis

Nós levamos os nosos pesadumes

dunha á outra beira

dunha á outra

¡Oh! Pai noso

danos o noso pan cotián

para non rebentar de fastío.


lunes, noviembre 14, 2011

Zweig contra o Banco de Santander ou da claudicación universitaria

A. contoume que seu compañeiro de piso, S., tamén é seareiro de Stefan Zweig. S., estuda primeiro curso de Historia da Arte e que andaba a ler os momentos estelares da humanidade. Decateime da sorte de facer estas lecturas aos vinte anos. S, A., e moitísim@s moz@s inpiran verdadeira confianza no relevo xeracional, son desa xente normal que se amola se necesidade de manis, chapas, cenáculos políticos, manifestos e tantos outros rituais de asimilación a identidades colectivas de variadísima pelaxe. Son xente cuxos actos de insumisión son tan intelixentes como humildes e delicados, deses que non contribúen a mudar o mundo pero que preparan o terreo para a constitución de personalidades de seu e de pensamento propio. O caso é que A., consciente do insoportable descaro co que o Santander pasou a organizar a vida universitaria, convenceu a S. para que non aceptase a tarxeta universitaria coa que a infamia bancaria leva intoxicando a esta nosa desinhibida universidade dende hai anos. A famosa tarxeta e outras prácticas menos vistosas, contribuiron á sinistra metamorfose que converteu a profesores, alumnos e traballadores do ensino superior en clientes. Pero mal pensaba S., cando aceptou o consello de A., as incomodidades que ía ter que sufrir. Porque determinadas facultades, como a de Historia, entenden por servizos o que sempre se entendeu por servizos, ou sexa o váter. E aí tes a S. un rapaz cunha conciencia de clase a proba de esfínteres agardando pacientemente cons momentos estelares da humanidade entre as mans, agardando a que alguén remate a faena para poder atrancar a porta e ir facer as súas necesidades. Porque como non ten tarxeta universitaria, aparte das dificultades que lle plantexan para coller libros na biblioteca, consultar o seu expediente ou ter un descontiño no cine, pois tampouco pode cagar. Manda truco. Non contaba o Sr. Zweig con ter que loitar tamén contra esto.

viernes, noviembre 11, 2011

Quaderno veneziano I: Kursk

Ao pouco de chegar a Venecia tras deixar as maletas na que ía ser a nosa casa durante un mes na rúa Dei Botteri, sen mapa e sen chintófano nengún que nos delatara como turistas, baixamos emocionados e dispostos a deixarnos raptar pola labiríntica rede urbana da cidade-peixe. Só tiñamos que xirar levemente a ollada para albiscar un anaco do Canal Grande polo que se enxergaba o espectáculo das oxivas iluminadas da Ca´Dor. Non o fixemos porque na Serenissima non iamos deixarnos abraiar á primeira de cambio. De xeito que eliximos ao azar -a cidade non deixa moita marxe á vontade- e escollimos a proximidade do Campo San Cassan. Unha emoción nova xogaba a taparnos a boca pero superamos a proba con nota. Un/ha sabe cando hai que calar e deixar que os sentidos fagan das súas. Dende o brocal do campo parecía estar contida toda a cidade, ou polo menos o noso imaxinario da mesma. Alí estaba unha magnífica igrexa que prometía Tintorettos, Veroneses, Palmas "mozos" e "vellos", un modesto obradoiro de carautas ao que volveriamos na final da viaxe logo de comprobar que eran as máis discretas, belas e auténticas, alí tamén estaba o Bar San Cassan, cuxo dono me agasallou coa displicencia típica dos habitantes da lagoa. Alí estaban tamén os tendais de incrible amarelo veneciano, a ponte, os esvaradíos chanzos que convidan a mergullarse neste chan tan inexplicablemente líquido. E por suposto as febles e elocuentes paredes. Cicais non queda moito ou nada por retratar de Venecia, por iso durante a viaxe atopei un pracer especial na rapiña de metáforas da propia cidade. A evidencia do efémero. A insubornable certeza da morte. Fiquei a ollar as paredes neste campo e diante deste stencil fixen as primeiras fotos. Pero non sabía o que estaba a fotografar. Explicoume unha muller que debía levar un tempo observando o meu interese. Veu onde min e logo de desprenderse das súas lentes inexplicables (abrían cunha visagra que tiña entre as lentes) explicoume que os representados alí eran parte dos mariñeiros que ían no Kursk. Tiven que empregar uns bos segundos para lembrar aquela traxedia onde morreran 118 persoas baixo as frías augas do mar de Barents no nome da fachenda do poder soviético. E seguín tomando fotos da elocuencia das paredes desta singularísima cidade...


Al poco de llegar a Venecia luego de dejar las maletas en la que sería nuestra casa durante un mes en la calle Dei Botteri, sin mapa y sin ningún artilugio que nos delatara como turistas, bajamos emocionados y dispuestos a dejarnos raptar por la laberíntica red urbana de la ciudad-pez. Sólo teníamos que girar levemente la mirada para ver un trozo del Canal Grande por el que se entreveía el espectáculo de las ojivas iluminadas de la Ca D´Or. No lo hicimos porque en la Serenissima no nos dejaríamos sorprender a la primera de cambio. De modo que elegimos al azar – la ciudad no deja mucho margen a la voluntad- y escogimos la proximidad del Campo San Cassan. Una emocion nueva jugaba a taparnos la boca pero superamos la prueba con éxito. Una sabe cuando hay que callar y dejar que los sentidos actúen libremente. Desde el brocal del pozo parecía estar contenida toda la ciudad, al menos el imaginario de la misma. Allí estaba una magnífica iglesia que prometía Tintorettos, Veroneses, Palmas “jóvenes” y “viejos”, un modesto taller de caretas al que volveríamos al final del viaje luego de comprobar que eran las más discretas, bellas y auténticas, allí también estaba el Bar San Cassan, cuyo dueño me agasajó con la displicencia típica de los habitantes de la laguna. Allí estaban también los tendales de increíble color amarillo veneciano, el puente, los resbaladizos escalones que invitan a sumergirse en este suelo tan inexplicablemente líquido. Y por supuesto las débiles y elocuentes paredes. Quizá no quede mucho por retratar de Venecia, por eso durante el viaje encontré un placer especial en la rapiña de metáforas de la propia ciudad. La evidencia de lo efímero. La insobornable certeza de la muerte. Me quedé a mirar las paredes en este campo y delante de este “stencil” hice las primeras fotos. Pero no sabía lo que estaba fotografiando. Me lo explicó una mujer que debía llevar un tiempo observando mi interés. Vino hacia mi y despues de desprenderse de sus gafas inexplicables (tenían una visabra entre los lentes) me explicó que los representados alli eran parte de los marineros que iban en el Kursk. Tuve que pensar un rato para recordar aquella tragedia en la que murieran 118 personas bajo las frías aguas del mar de Barents en nombre de la vanidad del poder soviético. Y seguí tomando fotos de la elocuencia de las paredes de esta singularísima ciudad…

miércoles, noviembre 09, 2011

La tiranía de la forma

Me inquieta cuando escucho o leo en los medios que un presidente de gobierno puso en twiter tal mensaje o que un personaje relevante ha hecho unas declaraciones importantes en su muro de facebook. Me inquieta mucho también no poder concentrarme en los telediarios por la profusión de ventanas que de repente aparecen en mi pantalla con mensajes de redes sociales que presuntamente tratan de reflejar la opinión de la ciudadanía. No me cabe duda de que la aparición de una nueva tecnología de comunicación que nos permite -¿a todos?- expresarnos libremente es una ventaja, pero no puedo evitar tener la sensación de encontrarme de nuevo sólo con otra versión de la cultura del envoltorio en la que adquirimos productos por el valor estético de su presentación. Esta epidemia del imperio de la forma ha comenzado de forma nada sutil como estrategia de márketing. Efectivamente se vendían más galletas si la caja de cartón tenía una presentación acorde con la necesidad de autoestima del cliente. Fue muy fácil para los organizadores de la demanda apurar este descubrimiento y en muy poco tiempo todos nos lanzamos a la lata de mejillones más vistosa, al móvil con un diseño más atractivo y por supuesto a los inventos digitales de última generación. Curiosamente, no hemos opuesto resistencia alguna y el tema de la buena presencia no tardó en erigirse como muro infranqueable para la mayoría, empezando por los que más dificultades tenían para triunfar en la arena social. Recuerdo cuando mi amiga F. me contaba que había sido rechazada en una entrevista de trabajo por ser mujer y tener 36 años. No importa la formación ni la capacidad de superación ni el conocimiento de idiomas, estaba muy claro que primaba la postura de las piernas, la intensidad del rimmel o el cuidado de las cutículas de las uñas. Pensaba yo entonces que esa moda era perversa por afectar sólo a los más desinformados, pero el paso del tiempo aumentó mi desconcierto ante este retrógrado gusto por lo simple. El famoso debate de estos días no fue una reflexión sobre el preocupante retroceso de nuestro estado del bienestar con la imprescindible presentación de propuestas. El contenido real (paro, corrupción, igualdad, educación...) no importó para nada. De nuevo se impuso el envoltorio y lo que más preocupó fue la distribución de tiempos, la agresividad o pasividad premeditada de los candidatos, o sea, aquello que estudiábamos como capacidad comunicativa del lenguaje corporal -¿kinesia se llama?-sólo que ahora sometida al estudio milimétrico de unos asesores que han llegado con una facilidad pasmosa al olimpo de los dioses de la sociedad hiperposmoderna. Y los desarrolladores de la forma proliferaron a sus anchas. Asesores, personal trainings, técnicos de calidad, pedagogos, captadores de tendencias (!), etc. El cliente potencial dejó de ser sólo el desinformado ciudadano y esta moda mercantil penetró sin pudor alguno en lo que creíamos nuestra inteligencia más capacitada. Políticos, médicos, periodistas, arquitectos, creadores, profesores de universidad (La universidad se ha convertido en una empresa, Llovet) comenzaron tonteando con esta nueva ingeniería para convertirla en poquísimo tiempo en su pareja de hecho. Las desastrosas consecuencias de este despiste general se han materializado en todos los ámbitos pero seguimos en la inercia de lo mediático despreciando la sensatez de los fines que llenaron nuestras constituciones y valores. Cambiarle el nombre a las cosas puede hacernos crear obras sublimes estéticamente en el inocuo juego de lo artístico pero cuando esta práctica se aplica a la rutina de nuestra vida puede hundirnos en el desconcierto para mucho tiempo. Tardamos siglos en encontrar un sistema político casi perfecto. Sabíamos que la democracia suponía una cesión de soberanía perfectamente legítima porque la asamblea siempre está subordinada a la voluntad del ciudadano. Pero decir, por ejemplo, que las redes sociales son democráticas es, cuando menos una impostura. Se trata de una cesión sin límites al medio que sólo es un artilugio inventado por un inteligente universitario en el transcurso de unas prácticas universitarias. Se nos advierte de nuestra pérdida total de control sobre nuestra experiencia vertida en la red pero cuando aceptamos sin dudarlos las condiciones del contrato que no leemos estamos legitimando cualquier ataque, delito o falta que se cometa contra nosotros. Y todo simplemente porque no nos permitimos no estar en la onda.

martes, noviembre 08, 2011

Final de la liga



Rubalcaba ataca de nuevo, Rubalcaba mueve ficha, Rajoy vuelve a intentar escaparse, Rubalcaba defiende, primer ataque a Rajoy...a escasos minutos de terminar el debate La Voz de Galicia es la primera en presentar su crónica del partido, pocos segundos despues desaparece de la primera página de google reemplazado por los periódicos de gran tirada nacional. Todo el mundo se plantea el debate en términos futbolísticos, a ver quien gana, a ver quien mete más goles, a ver quien se escapa por la banda y bueno...faltaron los abucheos al árbitro, un semáforo CamposVidal que poco más hizo que dar o quitar el paso. Si, vale, venció Rubalcaba ¿y? Si vale, tenemos despues de mucho tiempo un debate de altura con un buen tono ¿y? las formas, los asesores, las "fichas" de Rajoy, las "ocurrencias de Rubalcaba" ¿y? ¿que hay de nuevo? ¿quizás que Rajoy se descompuso a la primera de cambio y no quiso (porque sí que sabe) defender su territorio? ¿será porque no lo necesita? ¿acaso la derecha se cuestiona en algún momento desmarcarse de sus líderes sean políticos, religiosos o mediáticos? Rubalcaba jugó con meter miedo ¡ojo que este nos suprime la sanidad! ¡ojo que este se nos carga la educación! pero faltó, sobre todo por parte de Rajoy algo muy importante, la concordancia entre gesto y palabra. Digamos que no pudo esconder los derechazos de don Alfredo. De nuevo se libra la iglesia a pesar de que ya está por fin saliendo del armario en cuestión de cuentas (gracias por tu artículo Iago Martínez) pero no nos libramos las mujeres. Las sesenta muertas anuales por violencia de género no merecieron más que un anecdótico y estratégico minuto por parte de don Alfredo. A Rajoy se la trae al pairo este tema, no le suma ni le quita votantes, la violencia cuando es un bien cultural no cuenta. Vale. Pues eso, que se sigan devanando los sesos con el color de su corbata y con el corte de sus trajes. Ahora bien, la política no es sólo esto. Es, entre otras cosas, diseñar a conciencia un programa que tenga en cuenta las situaciones más anormales que sufre la democracia como el despropósito de poner en cuestión las conquistas sociales que hemos tardado décadas en alcanzar, y luego, claro, asimilarlo y aprendérselo para enfrentarse al contrario. Hoy es pura fiesta, al más puro estilo de toda final futbolística. Faltaron los puros y las copas de coñac sobre la mesa para darle todavía más un regustillo retrógrada al asunto. Eso si, estaban monísimos.

sábado, noviembre 05, 2011

Melancholia, Lars Von Trier

Compre esquecer os prexuizos contra L.V.T. para apreciar a súa obra. A súa teima por exercer de enfant terrible é simplemente unha estratexia de marketing, nada orixinal, por outra parte, e que afecta a moitos directores estrela. As súas películas nunca nos deixan indiferentes. Ten unha habilidade moi especial para crear situacións que poden parecer absurdas e artificiosas pero non podemos negar que consegue enlearnos nas súas historias e sobre todo poñernos na pel dos seus desacougantes personaxes. Kirsten Dunst e Charlotte Gainsbourg representan a dualidade fronte ao destino tráxico da especie. A fin do mundo, nin máis nin menos. Kirsten Dunst, a "tía rompe-aceiro" representa a valentía fronte ao saber más terrible pero é tamén a personificación da debilidade do home consciente da súa irrelevancia. Charlotte Gaingsbour é a outra cara da realidade, a síntese das dúas forzas que loitan en toda existencia, a covardía do que non quere enfrontarse a un destino que intúe catastrófico e a valentía e a forza do humanismo. Nas derradeiras películas de L.V.T. hai unha preferencia polos personaxes femininos nunha constante idenfiticación da nai coa natureza. Quedan en segundo plano os homes, relégaos o director conscientemente ao secundario, cicais porque considera que serven mellor para representar a banalidade dos intereses e valores máis materiais e ahí entra tamén o amor. Así me parece a min que ten sentido toda esa primeira parte adicada ao ritual da boda no que xoga un papel fundamental a nai da noiva personificada extraordinariamente por Charlotte Rampling, unha muller que xa perdeu absolutamente a confianza na bondade da especie. A outra cara da moeda está representada polo pai, John Hurt ao que trata de aferrarse sen éxito Kirsten Dunst na procura dunha esperanza que sabe infundada. Co resto dos personaxes podiamos establecer tamén parellas nunha trama perfectamente artellada e significativa. "Intenteino" é, para min a verba clave da película. O berro desgarrador da noiva que se debate desesperadamente por formar parte da traxicomedia da vida. Non o consegue. Iso é o imperdoable de L.V.T., que non deixa moita marxe á esperanza. Pero ao cine non imos a confirmar as nosas ilusións ¿ou si?

martes, noviembre 01, 2011