viernes, diciembre 23, 2011

¿verdad o acatamiento? reflexión entorno al negacionismo.

En Francia siguen a vueltas con condenar el negacionismo. Lo habían hecho ya con la cuestión judía (Ley Gassot) y ahora retoman el tema con el genocidio armenio. No es esta una cuestión baladí. De la memoria, y su aparente opuesto, el olvido, llevamos mucho tiempo debatiendo con el mismo estéril resultado que el propósito de que se cumplan los derechos humanos fundamentales. Si de genocidios se trata no olvidemos que a pesar de su flagrante existencia en el pasado y en el presente, su existencia ha sido reconocida sólo hace apenas medio siglo. Sin duda, este reconocimiento se trata de una importantísima victoria del humanismo que tantas veces amenaza con la propia existencia de nuestra especie. Pero otra cosa es aprobar una ley que permita condenar a los que que dudan o niegan su existencia. No se nos puede escapar que es una ley que directamente trata de condicionar lo que debemos pensar. Así que, además de todos los mecanismos que inventamos cada día para crear opinión con las nuevas tecnologías, y además de todos los medios de comunicación y discursos políticos que trabajan al unísono por la conformación del pensamiento único, los franceses, desconfían del pensamiento de sus ciudadanos. Y esto en el país que más luz ha aportado a la conformación de la democracia. En España todavía no podemos hacer críticas parecidas porque aquí, lamentablemente, si la crisis no tuviese ocupados a ministros y ministrables full time, estarían entretenidos con elegir el color de los muros del valle de los caídos. Pero no era ese el camino que yo quería emprender. Yo quería hablar de la manida memoria, algo mucho más complejo de lo que parece, en primer lugar por su intrínseco carácter selectivo, pero también porque el establecimiento de la verdad es una cuestión que tiene consecuencias irreversibles para nuestro futuro próximo. Desde luego, en esta cuestión que Francia lidera con una prepotencia demasiado precoz surgen varias cuestiones. En primer lugar, se me ocurre que si respetamos los fundamentos de la democracia que hemos decidido elevar al supremo sistema de organización de nuestra convivencia, ninguna institución estatal tiene derecho a establecer la verdad de los hechos. En Francia, a partir de unos días, podrán ser castigados aquellos que no acepten la versión oficial del pasado, con lo que se priva al individuo de conocer su propia versión y su verdad. Por ello, aunque la intención sea buena, no son buenas noticias. La historia no se hace a golpe de real decreto. El cometido del legislativo ya es inconmensurable en este sentido puesto que está precisamente para castigar delitos que pueden precisamente evitar el genocidio, como la incitación al odio racial o la difamación. Si la ley tiene que ocuparse de los que niegan la propia sustantividad de tal o cual delito, ya no es una ley, es una injerencia en la libertad de conciencia. Es un hecho que a lo largo de la historia la iglesia católica, por poner un ejemplo, ha exterminado a millones de personas por el simple hecho de no demostrar el acatamiendo debido a unos principios que inventaron los analfabetos más espabilados de una aldea que acababan de descubrir lo fácil que era amedrentar a unos pobres diablos gritándoles desde lo alto de una montaña cualquiera. No se nos ocurriría peor solución que castigar a los que niegan la existencia de los pederastas, en lugar de perseguirlos. Mostrarse indiferentes con un violador de niños para ocuparse de condenar a todos los que niegan la existencia de este hecho no haría más que conceder una prórroga sine die para que la insoportable tribu de los curas poco ejemplares (¡como se contagia la neolengua de la casa real!) sigan administrando los sacramentos como sus variopintas perversiones les dan a entender. Pero es que además, el establecimiento de la verdad histórica es una empresa cuyo éxito ni la más rigurosa investigación se atreve a asegurar. Dejar este cometido en manos de los políticos es pura y llanamente volver muy pero que muy atrás. Y todo esto sin entrar en otras valoraciones que suscita esta noticia en periódicos franceses...Malgré les menaces et l'indignation de la Turquie, les députés français ont approuvé jeudi la proposition de loi sur la négation des génocides, dont celui des Arméniens en 1915....y como era de preveer, a las pocas horas surgió el "y tú más" que lamentablemente cualquier puede esgrimir para dirigirse a cualquier otro.

miércoles, diciembre 21, 2011

Deus non é bo, Christopher Hitchens




C.H. prefería que lle chamasen "mosca cojonera" e non disidente. Algúns de nós tamén, e imaxino que por idéntico motivo. A disidencia, só é unha máis entre moreas de verbas secuestradas polos adalides da insidiosa corrección política, expresión esta que actúa a xeito de sotana negrísima para os que deliberadamente desprezan o humanismo travestíndose de anodinos cidadáns e homes bos que aparentemente só procuran a paz na súa república sen reparar en traxes, pederastias, recortes asasinos, e indiferencias fronte a xenocidios pasados, presentes e futuros. Non me conta nada novo, C.H., cicais sobrábame este repertorio de atrocidades que no nome das relixións cometeu o home dende que a inventou. Pregúntome sempre que leo textos tan críticamente esclarecedores as razóns da súa marxinalidade. Terán moito que ver coas que xustifican a existencia das relixións. A ignorancia organizada e a consecuente covardía fronte á crítica. Todo o que se di aquí das barbaridades cometidas por causa das relixións (todas as relixións) é dunha obviedade tan sinxela coma a incomprensible sumisión coa que a maioría da poboación a segue soportando. Un bo amigo díxome un día que non había atrocidade capaz de facer ruborizarse a ningún apóstolo da igrexa, cando os xornais día si e día tamén falaban das insoportables cifras de vexacións que os cregos infrinxían aos nenos nas escolas do noso entorno máis inmediato. A ninguén semella preocuparlle que lle neguen a asistencia médica por problemas para que acougue unha misteriosa "prima de risco" cando coñecen as riquezas que amorea a súa arquidiócese. Os cidadáns seguen detraendo do súa miserable soldada décimos, primicias, alcabalas, portazgos, pontazgos e millóns, igualiño que na idade dourada da inquisición e para exactamente os mesmos, corona, clero e nobreza. Os primeiros porque o seguen sendo por designación divina e os terceiros porque sustituíron as antigas panoplias heráldicas polos moito máis glamurosos traxes de gúrtel e os títulos de nobreza por certificados de escolas de negocios. E ocupado como anda este pobo ignorante en encher as tullas dos privilexiados e en pedir perdón por ter levado este país á ruina por gastar o que non ten, efectivamente, do único do que non ten tempo de de abrir os ollos para albiscar as gadoupas dos que lle inventaron o demo tamén. E agora ven esta falando de ao pan pan e ao viño, viño. Pois eu que queren que lles diga, molaríame moito máis ter que dicir fromage, malgré Sarkozy.

sábado, diciembre 17, 2011

de rumanos, polícías, funcionarios y ladrones...



Era noso coche, si, o protagonista da crónica de sucesos de onte, e mentres rumanos, policías, funcionarios e ladróns imitaban a Gene Hackman en French Connection, nós durmiamos placidamente, sen sospeitar que ao día seguinte, logo de xacobear por dependencias policiais dignas da máis negra novela do xénero, iamos preferir, con moito, a rumanos e ladróns. ¿que como é iso?, disimulade, non teño depurado o estilo para artellar un texto negro negrísimo. Mais, como este é un blog de libros e eu son bruxa a tempo parcial, aproveito para recomendarvos o que lía xusto o día de autos (autos, por se le o axente da policía local que me desatendeu, non ten que ver con ningún tipo de artefacto sobre rodas, neste caso, disimulen os B. e algún outro axente que confirman a regla). Maj Sjöwall e Per Wahlöö o fan moi ben nos seus best seller e como ademais están ambientados no Estocolmo de hai corenta anos podedes entender perfectamente o modus operandi que fai as delicias dos nosos finesterrae policeman forces. Pero irei tomando notas, eso si. A cousa promete dar para un bo monólogo de sobremesa cando se poidan facer a versión cómica deste sinistro. Dende logo, ser cidadá e non delinquir ten un custo económico e social moi alto, agardo non ter que pedir papas a algún rumano para que me pague a fianza se acaso perdo os nervios. Boa fin de semana e boa sorte, ah...e aparcade no garaxe que así se vos rouban o fan mais a gusto e non teredes tantas complicacións.

martes, diciembre 13, 2011

Llámame Peter (o llámame Geoffrey?) de Stephen Hopkins




Después de ver esta fantástica película no sé si cuestionarme la identidad de Peter Sellers o la de Geoffrey Rush el fantástico y oscarizado actor que le presta toda su integridad física y profesional en esta interesantísima producción. De lo que sí estoy segura mientras veo desfilar por la pantalla los últimos títulos de crédito es que esta película es un tributo a la profesión del actor. Peter Seller se pasó la vida escapando de sí mismo, quizás porque se tropezó demasiadas veces ante una imagen absurdamente real en su espejo. Su propensión a las drogas, a las sectas, y a las pulsiones violentas hacían de él, seguramente, una persona inaguantable para si misma. Se adivina y se comprende que desde muy joven aceptase esconderse detrás de una serie casi infinita de personajes a cada cual más extraño. Un filón para directores que como Kubrick buscaban a esos genios capaces de traspasar la frontera de lo interpretable. Con el señor Sellers, sobre todo despues de haber visto la formidable Being There, una no puede arriesgarse a una admiración condicionada por las circunstancias que rodearon la vida del actor que le prestó un cuerpo a Mr. Chance. Hay que rendirse a la excelencia con generosidad, así, sin más, como lo haríamos frente a una novela de Dostoiesvski, a una composición de Beethoven o a una reflexión de Montaigne. Lo sublime, en una obra artística implica una entrega sin condiciones al dominio de la técnica que suele corresponderse con una vida atormentada producto de las renuncias y las decisiones que el creador tiene que asumir cuando su vida necesariamente se tiene que subordinar al dominio de las pasiones. En el caso de esta película, el hecho de que lo que haya que representar sea precisamente a un actor como P.S. supone un ejercicio que de entrada se me antoja complicadísimo teniendo en cuenta la desbordante capacidad de transmutacion del multifacético actor. La solvencia con que lo hace G.R. nos reconcilia con el arte en mayúsculas en materia e representación y de alguna manera nos acaban por parecer mediocres absolutamente todas las películas vistas en el último año si las juzgamos sólo desde el punto de vista interpretativo. Que el gran cine haya descuidado desde hace décadas precisamente este aspecto fue, creo, la primera piedra de la lápida de una muerte lenta que nos hace volver irremediablemente a los clásicos. Afortunadamente, abundan las excepciones, tampoco nos pongamos trágicos, y son muchos los trabajos que disfrutamos si acudimos a unos cuant@s grandes que no se dejaron cegar por los fuegos artificales y a tod@s los que deber dejarse etiquetar con el rótulo de independientes.

jueves, diciembre 08, 2011

Nin unha gota de sangue impura, Christiane Stallaert


Christiane Stallaert, traductóloga, antropóloga e hispanista artella neste contundente ensaio unha interesante proposta interpretativa de dous fenómenos tan distantes temporal como espacialmente como son o nazismo e a Inquisición. A posible desconfianza inicial que pode suscitar a metodoloxía comparatista na análise de dous fenómenos históricos aparentemente tan dispares resólvese cunha contundente obra na que sobrancean puntos de vista novedosos que convidan a traspasar fronteiras ás veces nada sutilmente construidas por estudos tan canónicos coma insolventes á hora que interpretar feitos históricos. Decatámonos axiña da solvencia desta investigadora que parte non só dunha competencia rigorosa e multidisciplinar, senón tamén dunha imprescindible humildade no momento de traducir significados do pasado. O libro é, sen dúbida, un exemplo a imitar do productiva que pode resultar a metodoloxía dos estudos culturais na construcción e difusión de significados cando hai unha auténtica vontade investigadora. E aquí hai, dende logo, moitísimo material, tanto primario coma secundario -documentos históricos e documentos historiográficos- analizados e traducidos cunha transparencia que non deixa moito marxa a aquela desconfianza inicial da que falabamos. Para o noso país, este estudo importa sobre todo porque a lenta agonía do propio tribunal inquisitorial prefigurou a aínda máis lenta e dolorosa agonía da peculiar cosmovisión que a arroupaba. Catro gueras intestinas en torno á cuestión da identidade nacional e unha dictadura de corenta anos impregnada de nacionalcatolicismo non abondaron para desterrar dunha vez por todas os ecos da cosmovisión casticista no plantexamento da historiografía española.

miércoles, diciembre 07, 2011

QUADERNO VENEZIANO VII: Los sonidos

Puente de Rialto 6:00 A.M.




La grandiosidad y esplendor de las formas magnificadas por una iluminación única produce un placer demasiado intenso. No nos atrevemos casi a cerrar los ojos durante unos minutos para dar paso a esa otra Venecia que se arrastra como una sombra tras nuestros pasos, casi imperceptible. Apenas oímos su susurro cuando descansamos en sus grupas para tomar aliento y seguir lamiéndola sólo con los ojos. La serena y dulce Venecia se desliza sobre sus aguas con la suavidad con que una de aquellas damas de Carpaccio arrastraría la cola de su vestido de seda sobre la alfombra de su palacio. Las aguas de sus canales llevan siglos obedeciendo flujos de señores demasiado terrenales. Se han olvidado, estas aguas, de su origen y de su régimen de mareas pero ¡que importa! La luna todo lo comprende, le sobrarán a ella océanos que mover a su antojo. Cada noche acude puntual a enseñar su perfil más bello y misterioso a su amante agradecido. El Gran Canal devuelve al cielo multiplicadas por estrellas todas las monedas de oro que la codicia de los hombres han invertido en este imbatible y prepotente reto a la naturaleza. Pero no es poesía todo lo que suena. En realidad es casi todo lo contrario. No te despiertan por la mañana los crujidos de los pali, ni siquiera el graznar de las gaviotas violentadas por la puesta en marcha al unísono de todas las atracciones que reclaman sus primeras monedas de desayuno. Te despiertan siempre las ruedas de las maletas de los que siempre están llegando y regresando. Desde tu ventana puedes observar cómodamente este hormiguero disciplinado. Entonces Venecia se te antoja un enorme acuartelamiento en donde contingentes de todas las naciones vienen a recibir una instrucción obligatoria sine die. Pero desde tu ventana observas también como venecianos de los pisos inferiores contemplan este continuo desfile de termitas. Yo me sonrío maliciosamente porque les veo, a los venecianos, reprimir su deseo de escupirles a estos insectos que sólo vienen con ánimo de revolverles el hormiguero. Sólo por este vulgar y continuo rugir ya merecen los visitantes esa descortesía con que son recibidos por la curiosa y dispicente población local. A media mañana ese bramido queda amortiguado por la cantilena de toda la romería local. Del ensordecedor barullo que se concentra en las calles atiborradas de gente –afortunadamente no más del veinte por ciento dela ciudad- me quedo con lo más extraño que me he echado al oído. Las rancheras que destrozaban los cantantes de alquiler de las góndolas en uno de esos cruces de canales donde no hay más Venecia que el brillo fúnebre de estas embarcaciones que tiñen de negro todas las aguas de los canales de ciudad. Pero la mañana sonora veneciana tiene, por supuesto, notas y compases más armoniosos. Yo viví justo al lado del mercado de Rialto. Allí los acordes que continua y espontáneamente compone la multitud anónima que viene a abastecerse de frutas y pescado fresco, suena a música celestial bajo los arcos del edificio de la pescheria. Los sonidos de Venecia. La grandiosidad y esplendor de las formas magnificadas por una iluminación única produce un placer demasiado intenso. No nos atrevemos casi a cerrar los ojos durante unos minutos para dar paso a esa otra Venecia que se arrastra como una sombra tras nuestros pasos, casi imperceptible. Apenas oímos su susurro cuando descansamos en sus grupas para tomar aliento y seguir lamiéndola sólo con los ojos. La serena y dulce Venecia se desliza sobre sus aguas con la suavidad con que una de aquellas damas de Carpaccio arrastraría la cola de su vestido de seda sobre la alfombra de su palacio. Las aguas de sus canales llevan siglos obedeciendo flujos de señores demasiado terrenales. Se han olvidado, estas aguas, de su origen y de su régimen de mareas pero ¡que importa! La luna todo lo comprende, le sobrarán a ella océanos que mover a su antojo. Cada noche acude puntual a enseñar su perfil más bello y misterioso a su amante agradecido. El Gran Canal devuelve al cielo multiplicadas por estrellas todas las monedas de oro que la codicia de los hombres han invertido en este imbatible y prepotente reto a la naturaleza. Pero no es poesía todo lo que suena. En realidad es casi todo lo contrario. No te despiertan por la mañana los crujidos de los pali, ni siquiera el graznar de las gaviotas violentadas por la puesta en marcha al unísono de todas las atracciones que reclaman sus primeras monedas de desayuno. Te despiertan siempre las ruedas de las maletas de los que siempre están llegando y regresando. Desde tu ventana puedes observar cómodamente este hormiguero disciplinado. Entonces Venecia se te antoja un enorme acuartelamiento en donde contingentes de todas las naciones vienen a recibir una instrucción obligatoria sine die. Pero desde tu ventana observas también como venecianos de los pisos inferiores contemplan este continuo desfile de termitas. Yo me sonrío maliciosamente porque les veo, a los venecianos, reprimir su deseo de escupirles a estos insectos que sólo vienen con ánimo de revolverles el hormiguero. Sólo por este vulgar y continuo rugir ya merecen los visitantes esa descortesía con que son recibidos por la curiosa y dispicente población local. A media mañana ese bramido queda amortiguado por la cantilena de toda la romería local. Del ensordecedor barullo que se concentra en las calles atiborradas de gente –afortunadamente no más del veinte por ciento dela ciudad- me quedo con lo más extraño que me he echado al oído. Las rancheras que destrozaban los cantantes de alquiler de las góndolas en uno de esos cruces de canales donde no hay más Venecia que el brillo fúnebre de estas embarcaciones que tiñen de negro todas las aguas de los canales de ciudad. Pero la mañana sonora veneciana tiene, por supuesto, notas y compases más armoniosos. Yo viví justo al lado del mercado de Rialto. Allí los acordes que continua y espontáneamente compone la multitud anónima que viene a abastecerse de frutas y pescado fresco, suena a música celestial bajo los arcos del edificio de la pescheria.




lunes, diciembre 05, 2011

QUADERNO VENEZIANO VI


...así que procuro esconderme entre las octogenarias que en sillas de ruedas disfrutan de una fresca tarde de verano en el Campo de San Giacomo dall´Orio lejos, muy lejos, por lo menos a dos calles de la riada low cost para aspirar el aire veneciano que me sabe a humedad verde. Mi cámara me delata, pero los ojos de estas ancianas venerabilísimas sólo tardan escasos segundos en perdonármelo. O eso deduzco de su sonrisa tan repentina que me sorpende como si uno de los tetrarcas de repente me hiciese un guiño o me pasase un brazo por encima del hombro. Sabía que a pocos metros me encontraría con este entorno de normalidad, de gentes que viven su vida al margen del espectáculo. Pienso lo difícil que debe resultar hacerse con una rutina de una vida tranquila en medio de este tiovivo que no deja de girar y girar al son de dos consignas y dos tópicos que han secuestrado algunas notas del genial Vivaldi.




Soy propensa a una compasión bastante irracional, por eso quizá siento más lástima que envidia con respecto a los ciudadanos de esta incomprensible ciudad. Siempre sorteando obstáculos, con sus carros de la compra, empujando a sus familiares en sillas de ruedas en un entorno limitadísimo, quizás menos de veinte metros, el confín lo marcan unas escalinatas o un puente, o un callejón que da al agua.




Una hora de vaporetto hasta Rialto entre los sudores de inquietos visitantes que te empujan y todo para tener que regresar con el carro lleno a tu casa -que fotografían cada día más de cien veces- sin ascensor y sin las comodidades que ni sospechan –menos mal- que disfrutan estos molestos parásitos que atascan el portal diariamente. Hay demasiadas guías de Venecia. Todos nos sentimos tentados a confeccionar la nuestra una vez que hemos estado allí. Es la mejor manera de acabar con el encanto que tiene una ciudad. Describirla, trazar rutas para dos días, para una semana, hacer una lista de lugares imprescindibles. Por eso no voy a hablaros de los lugares más encantadores y desconocidos de los que he disfrutado. Porque me los he encontrado sin saber que existían. Si, es posible, por eso no os desvelo mi secreto, para que tengáis el placer de descubrir el vuestro, que será diferente y os encantará. Por eso no quiero que me lo conteis tampoco. De modo que, aunque os resulten reveladoras algunas páginas atractivas, no renunciéis a hurgar con respeto en los rincones de los lugares más reales de esta ciudad que nos presentan como de cartón piedra. No he visto mucho mundo pero dudo que haya otra ciudad en él donde en tan poco espacio haya tanto que admirar. Por eso me dan lástima –ya he advertido de mi propensión a este sentimiento deplorable y autocomplaciente- estos turistas ocasionales que volverán con dos mil fotos de un lugar en el que no han estado. Unas horas observando desde un recóndito sotoportego bastan para percatarse del monumental engaño que se ha montado a cuenta del turismo de bajo coste. Con un buen documental –y hay unos cuantos de Venecia- se habrían ahorrado estas familias unos miles de euros y habrían visto más Venecia que en estas horas que se han pasado haciendo fotos desde el vaporetto.

jueves, diciembre 01, 2011

¿quien lo dijo?




De mi actual lectura -de la que espero hablaros próximamente- entresaco este párrafo que me ha sorprendido no tanto por la novedad de su contenido sino por la sorpresa de reconocerme en cierto modo de acuerdo con la perversidad hecha carne...


Una ideología que irrumpe tiene que ser intolerante y no podrá reducirse a jugar el rol de un simple "partido junto a otros", sino que exigirá imperiosamente que se la reconozca como exclusiva y única, aparte de la transformación total -de acuerdo con su criterio- del conjunto de la vida pública. No podrá, por tanto, admitir la coexistencia de ningún factor representativo del antiguo régimen imperante. Esta intolerancia es también propia de las religiones. Tampoco el cristianismo se redujo sólo a levantar su altar, sino que, obligadamente, tuvo que proceder a la destrucción de los altares paganos. Únicamente gracias a esta fanática intolerancia pudo surgir la fe apodíctica, cuya condición previa consiste, precisamente, en la intolerancia".

miércoles, noviembre 30, 2011

Quaderno veneziano IV

Para Lu y AnnaLivia, dos ilustres venecianas



...y en pequeñas dosis seguí bebiéndome reflejos cálidos de pétreos vegetales al trépano con suculentas páteras de esfinges y aves de cuellos entrelazados en unha confusion de bizantino y gótico tan anacrónicos en ocasiones como esa ridícula ascensión de Anish Kapoor que intrigaba al esforzado público de San Giorgio Maggiore.


Foto
Venecia se sonrojaba en estas ocasiones, cuando le levantábamos las faldas para descubrir el truco de sus más rudimentarios trampantojos. Si, lo reconozco, me reí de Venecia bastantes veces, cuando en las horas centrales del día exhibía orgullosa su puterío de carmín barato. Pero no me juzgueis mal, lo que realmente hacía era reírme de mi misma cuando me descubría arrodillada ante sus trampas de parvulario. Me gustó descubrir la Venecia real, la de las familias que llegaban de la playa en su automóvil acuático particular desembarcando con el bañador todavía húmedo y las arenas del Lido en los pies, en medio de los turistas que no les veían, porque los turistas sólo tienen tiempo para mirar hacia arriba extasiados por la magnanimidad de los palacios o hacia abajo desde los puentes y fondamentas hipnotizados por la silenciosa conjunción de un sinfín de góndolas que continuamente rompen el quebrantable brillo de la laguna. No miran nunca lo que tienen ante sus ojos, por eso atascan continuamente las callejuelas y son un engorro insoportable para los que tienen que transitar diariamente por los estrechos lugares de paso en los que tienen que vivir los venecianos todos los días del año. No les queda sino empujar con displicencia a estos molestos invasores si quieren llegar a tiempo a sus lugares de destino. No es un tópico el del malhumorado veneciano que desprecia al turista. Sólo con observar un poco atentamente la asombrosa diferencia de ritmo en estas calles se puede entender y comprender que a esta gente la paciencia se le agotase hace siglos. Tienen que vivir las veinticuatro horas de los siete dias de las cincuenta y dos semana del año entre riadas de invasores que se relevan interminablemente cada tres días. Han de compartir un espacio diseñado para escasos habitantes con hordas de recién llegados con maletas que van y vienen y que caminan torpemente deteniéndose cada dos metros para cosultar su mapa o sus modernos localizadores. Las tecnologías sólo han supuesto para el veneciano un alivio ínfimo, sólo han evitado que cada dos por tres estos molestos y desubicados recién llegados les detengan una y otra vez para preguntar lo mismo, ¿para San Marco? ¿para Rialto?. Han colocado multitud de indicadores en todas las calles y esquinas pero todos siguen simulando perderse en la encantadora ciudad que se han gravado a cincel en sus estructurados cerebros. Vienen de megalópolis como Nueva York, Tokio o Bangla Desh, pero les gusta perderse en Venecia y se sienten allí como convidados de lujo sólo porque están dispuestos a pagar por un caffelatte cinco veces más de lo que les cuesta en su país, que ya era diez veces más de lo que debia costarles. Es un tópico ser un turista y sentirse diferente de este interminable batallón en pantalón corto que cruza Rialto contribuyendo visiblemente al hudimiento de este delicado ecosistema. Pero así como reconocemos al veneciano entre esta multitud, también es fácil reconocer al que viene a Venecia a respirarla en dosis ajustadas y sin la voracidad que se le supone al visitante extranjero.

¿e que refundamos primeiro?


En Samil, nantronte

¿o humanismo? ¿o laicismo? ¿a normalización linguística? ¿refundamos as fundacións? ¿o pacifismo? ¿a tolerancia? ¿o progresismo? ¿a solidaridade? ¿o contrato social? ¿as deontoloxías? ¿o mercantilismo? ¿o sindicalismo? ¿hai algún órgano central ou periférico deste globalizado corpo político, económico, financeiro, cultural libre de contaxio ao que aínda mereza a pena alimentar cun mínimo de esperanza de cambio de ritmo? ¿ou haberá que refundar tamén o pesimismo e seguir envolvendo aire en papel de regalo para que acougue toda este misterioso panteón de deuses creados por obra e graza dun atolondrado laisser-faire que nos converteu en súbditos de inconprensibles transaccións financeiras entre inexistentes soberanías? a ver que di o monstro cando se decida a saír da furna á que o guindou o cíclope electoral...

sábado, noviembre 26, 2011

a oposición segue na rúa...

O edificio do antigo asilo do emblemático barrio vigués do Cura foi ocupado por fin. Esta mañá ao ver a un grupo de moz@s quitanto as toneladas de lixo consecuencia do abandono e a especulación a que foi sometido un dos lugares máis fermosos da nosa cidade invadiume unha contradictoria sensación de alivio e desesperación. Alivio de que por fin alguén se interese pola racionalidade en medio da loucura. Desesperación porque pareume contemplar a traxedia de ver aos máis novos inmersos na purulenta infección que herdaron. Tócalles a eles limpar a porcallada que seus maiores amorearon e seguen amoreando nos tempos gloriosos do fanatismo capitalista máis descarnado. Así foi en numerosísimas ocasións ao longo da historia, pero no dubido de que non contaban con esta broma macabra. É francamente desesperante, descorazonador, ver a ruina que provocou a barbarie dunha economía que se resiste á máis mínima revisión. A poucos metros aínda se sostén a duras penas outro edificio pantasma que noutro tempo foi símbolo da vitalidade empresarial da nosa cidade, a panificadora, que hoxe nos olla cunha irremisible mirada de derrota. A decir verdade, toda a contorna desta fermosísima ría está adobiada de sinistros edificios abandonados que reflicten a neglixencia da incultura con que se teñen xestionado reconversións en acelerados e apremiantes cambios de rumbo políticos e económicos que non amosaron sensibilidade ningunha nin co medio ambiente nin cos ciudadáns. Deixaranos estar alí uns días para no armar demasiado barullo pero acabarán sendo desaloxados como en Santiago e nas prazas de aquí e da outra beira da mar océana. Diráselles que ese non é o xeito, se lles insultará cos tópicos de moda e se lles querrá devolver ao regazo das súas complacientes e adormiladas familias. E iránse, seguramente, convencidos de que non poden con tanto lixo, pero ao mellor non. Pode que das leccións de conformismo e apatía teñan sobrevivido resistencias ás que nos podamos engadir antes de chegar abaixo de todo.

Quaderno veneziano III

Desde el primer día asistí a la orgía desesperada de los recién llegados que se amontonan en los vaporettos para beberse el Gran Canal. Sólo disponen de unas horas para dormir la borrachera y ya están caminando de regreso, con la cabeza baja, hacia la casilla de salida. Los ves inocentemente precipitarse por los sotoportegos y los traghettos y las caleselas trampa que los hacen retroceder irremediablemente. Yo llegué cansada, casi exhausta, sin fuerzas casi para atravesar Rialto. Por eso me respetó. Sólo por mi incapacidad para intentar poseerla. Desde que el taxi acuático que me llevó del barco al vientre abultado de esta sirenísima me depositó en una costilla de la ciudad, ya sentí su advertencia. Era alivio momentáneo de un dolor que se iría dosificando muy lentamente. Venecia me daba permiso pero con tantas condiciones como exigía mi necesidad de disfrutarla. Así que agarré fuerte este dolor y me lo eché a la espalda, precisamente donde más dolía. Así nos hicimos colegas, Venecia y yo. Hasta me atreví a pedirle un par de días lluviosos que me concedió graciosamente, como si fuese una reina. Fue entonces cuando tuve confianza para abrazarla a la vista de todos. La besé varias veces y metí mis dedos en las marcas que le hicieron algunos bebedores nocturnos que murieron por lo menos hace cuatrocientos años. Agradecida le regalé momentos inolvidables, a esta descomunal república de letras infinitas. Me besó los pies con las abrasadoras palmas de sus manos, que se inundaban a cada paso que daba. Se dejó acariciar por mi un poco más abajo de la marca que señala la prudencia aunque he de reconocer que hubo peligro en un par de ocasiones. Me agarró cuando yo más prevenida estaba una tarde de sol abrasador en San Lazzaro degli Armeni. Fue un castigo justo. Allí hice gala de mi más molesta curiosidad y descaro. Estuve insoportable aquella tarde, lo reconozco. El gabinete de manuscritos de los mekhitaristas me hizo de carne y hueso y hasta me reí de Byron y de una momia egipcia que exhibían allí como un tesoro único. No tardó mi anfitriona en reclamar el respeto a que la tiene acostumbrada tanta secular admiración y sin miramiento alguno me hizo una demostración de la delicada y frágil estabilidad con que disimula su poder. No se lo tuve en cuenta, comprendo perfectamente la comunión de la soberbia con la crueldad. La experiencia me permite distinguir cuando hay que aceptar humillaciones de buen grado.

viernes, noviembre 25, 2011

Quaderno veneziano II

Si Venecia fuera una bebida sería un coctail caleidoscópico tan atractivo como peligroso para bebedores neófitos . Es conveniente entrenarse previamente en latitudes y climas aproximados para no llegar y tener que tragársela entera con la consiguiente ruina que supone toda expulsión del paraíso. Venecia, es una mujer, todos los pecadores lo saben. Por eso se disfrazan continuamente de seres deplorables. Es una diosa que cuenta con cohortes de pacotilla que se dejan fotografiar y admirar para que los gentiles no descubran la mirada multiplicada de la gran mentira que se alza sobre las aguas de su lecho verde que parece agua. Se sabe despreciada y manoseada por los que aspiran a disfrutar de la belleza en exclusiva, por eso a algunos mirones infatigables se le muestra desnuda y generalmente de noche. Incluso alguno de los infinitos dedos que la tocan a todas horas disfruta, sin sospecharlo, por supuesto, de un trozo de la auténtica mujer-ciudad-pez, la inventada por los ricos e indolentes mercaderes de un tiempo que existió sólo para evocarlo en un ciclo infinito de existencias y relatos.

martes, noviembre 22, 2011

María Antonieta, Stefan Zweig





Mi biblioteca Zweig ya es más que respetable. El ritmo de mi insaciable sed de lectura se ve recompensado por preciosos hallazgos como esta María Antonieta publicada en 1935. He decidido adquirir sus obras en librerías de viejo porque el desafortunado conocimiento del autor quizás tenga como contrapartida positiva el que se puedan encontrar tesoros como este por un precio ridículo. Además, el placer de la lectura se enriquece mucho si ampliamos el campo de acción de todos nuestros sentidos. Esta María Antonieta de páginas amarillas, rugosas y polvorientas nos empujan indefectiblemente hacia atrás en el tiempo. El olor del papel viejo contrasta maravillosamente con esos perfumes delicadísimos con que era ungida la reina del rococó cada mañana por su infinita corte de doncellas y siervos. Afronté la lectura con un poco de desconfianza. No soy aficionada a las biografías y menos aún de las de los grandes personajes de la historia. Nunca he creído en la posibilidad de describir con con un rigor y objetividad medianamente aceptables la vida de los otros. La historia es un pantano misterioso y desde la literatura me parecía que muy difícilmente podría abordarse un período tan absolutamente decisivo como el de la Revolución Francesa sin las herramientas y metodologías más refinadas. Eran puros prejuicios. Cuando cerré la última página le miré cara a cara, al autor,y tuve que rendirme absolutamente a su maestría, su generosidad y su absoluto dominio de la palabra. En estas quinientas páginas entramos en Versalles, en Trianon, en el Temple, en la Conserjería. Vamos detras de los carruajes de la reina y podemos observarla de cerca, como si, como ella, estuviéramos de incógnito en una de sus horas de Paris at night. Desde la sala de los Espejos observamos a la Du Barry, a la Polignac, a Du Mercy y hasta divisamos siempre al fondo al enigmático Fersen. Leemos con la reina las cartas de su madre, María Teresa de Austria y nos invaden las ganas de empujarla para que ponga más atención porque disponemos de las mismas certezas que el narrador omnisciente. En pocos minutos nos vemos convertidos en uno más de aquel bon peuple y correspondemos con una sonrisa indolente al paso de Madama la Dauphine, pero de pronto nos descubrimos deambulando por oscuras calles empedradas en medio de una multitud que vocifera libelos contra la monarquía, pero sobre todo contra la reina a la que ya han convertido en la protagonista de todas las perversidades inimaginables. Louis, si tu veux voir / Bâtard, cocu, putain, / Regarde ton miroir, / La Reine et le Dauphin. Surgen a nuestro alrededor todos esos protagonistas de la historia que parecen salidos de la imaginación de Shakespeare. Ahí están Beaumarchais, Mirabeau, el Cardenal Rohan, Cagliostro con su logia, Mesmer presenciando sus experimentos con la tina magnética. En ocasiones nos detenemos en una líneas que delatan a un Zweig un poco atrevido, nos parece incluso que se han roto las invisibles líneas de la historia y del relato y que el autor en un alarde tipo Buster Keaton en El moderno Sherlock Holmes ha traspasado el escenario con atrevida impunidad. Entonces nos sonreímos en un guiño de complicidad en el que apreciamos la soberanía del artista. Porque tenemos que rendirnos ante la profesionalidad y el rigor de un escritor que ha trabajado con la técnica del mejor historiador. En medio de las intrigas hay espacio para aclaraciones metodológicas que aseguran la fidelidad del relato, porque con la humildad del que persigue la verdad hay declaraciones sobre el grado de verosimilitud de los momentos que se describen, de modo que las puertas se abren invitándonos a seguir pistas y caminos para interpretar por nosotros mismos. Me rindo absolutamente a este prodigio de escritor que no dejó en toda su vida de tratar de desentrañar los misterios más recónditos del alma humana. Ahora me espera María Estuardo y más adelante Fouché, pero mientras dejo reposar esta lectura me entrego a las memorias de Friderike, porque me puede la curiosidad de saber todo sobre la vida de este increíble Zweig.

lunes, noviembre 21, 2011

El temple de los hombres






De puro ancestral y antidiluviano había que calificar las primeras palabras del elegido. Como ciudadanos libres parece que no nos es ni legítimo cuestionar el resultado de las elecciones, puesto que se trata ni más ni menos que de la voluntad popular, el derecho más sagrado que graciosamente nos otorga nuestra ley de leyes. El pueblo habló, muy cierto. Muy alto y muy claro además. Pero aceptar democráticamente unos resultados tajantes no implica en modo alguno pasividad y resignación. No implica sometimiento al imperio del voto porque precisamente la democracia consiste en evitar la concentración de poder en cualquiera de sus modalidades, no por históricas menos amenazantes. Llámese imperio, dictadura, absolutismo, etc. Quizás el efecto más pernicioso de la crisis financiera sea el sometimiento de las ideologías y de la política a la tiranía de los mercados. Nunca tan claro como ahora el despiste de los gobernantes a la hora de contener la insaciabilidad financiera de una economía que bajo las faldas del liberalismo nos ha contagiado absolutamente a todos. Los socialdemócratas han tenido que olvidar de un plumazo los principios que justifican sus programas, los conservadores se alzan con la bandera de la justicia social, los nacionalistas siguen entretenidos con sus problemas identitarios como si con ellos no fuera ni la prima de riesgo, ni el paro, nin el déficit. En este contexto y no en otro aparece el elegido. El pueblo sólo tenía que decidir entre dos miedos, el miedo viejo a la inoperancia de la buenas intenciones del partido al que le tocó bailar con el más feo y el miedo nuevo a la pérdida de los derechos más básicos que había tardado décadas en alcanzar. Era sabido que iba a triunfar este último temor. Pero del miedo no se puede esperar gran cosa, todos lo sabemos. El miedo paraliza y deja actuar al arrogante que promete la salvación. Es absolutamente comprensible que una sociedad poco habituada al riesgo y acomodaticia haya otorgado su confianza a la voz aparentemente más resolutiva. Pero de ahí a deponer la voz hay una gran distancia, justamente la distancia que nos separa de una regresión que no nos podemos volver a permitir. Antes incluso de finalizar el escrutinio ya Don Mariano nos leía anoche sus nada improvisadas palabras que parecían sacadas de una de esas enciclopedias tan poco graciosas que exponen hoy los museos pedagógicos. De todas sus consignas, eso del temple de los hombres que según parece se revela a los elegidos en circunstancias apocalípticas, eso, no me gustó nada. Si la verborrea del presidenciable es señal de algo es precisamente de un endiosamiento anacrónico que no favorece a nadie, a él el primero. Por eso es doblemente descorazonador este alarde de fuerza ante la tiranía de los mercados que ya arrasó con otros infinitamente más poderosos que el. El pueblo somos todos, los que tenemos miedo y los que no, por eso es conveniente seguir dando la cara y la batalla y criticando absolutamente todo lo que creamos criticable. El voto no está para taparle la boca a nadie.

viernes, noviembre 18, 2011

Para non rebentar de fastío, Iván Goll



Sen permiso de ninguén pero con atrevemento, traduzo estes versos do descoñecido e interesantísimo poeta Iván Goll. Cicais os tempos non son tan diferentes e compre un pouco de acougo neste prexornada de reflexión. Nunca tanto coma hoxe vos desexo ¡boa fin de semana!

Pensive Woman, 1920, Kathe Kollwitz

O abrente baixa en ascensor

Londres non escoitou nunca un galo

non ten fontes para enxaugar o corazón

Os xoieiros expoñen

colares de bágoas nas súas vidrieiras

Os perruqueiros

esqueceron seus contos de fadas

Todos os días nas rúas uniformes

os mesmos mortos abandónanse

cansos da choiva

cansos do pan moi caro

a verdadeira vida corre baixo as pontes

Nós os que pasamos

entendémolo tarde de máis

Nós levamos os nosos pesadumes

dunha á outra beira

dunha á outra

¡Oh! Pai noso

danos o noso pan cotián

para non rebentar de fastío.


lunes, noviembre 14, 2011

Zweig contra o Banco de Santander ou da claudicación universitaria

A. contoume que seu compañeiro de piso, S., tamén é seareiro de Stefan Zweig. S., estuda primeiro curso de Historia da Arte e que andaba a ler os momentos estelares da humanidade. Decateime da sorte de facer estas lecturas aos vinte anos. S, A., e moitísim@s moz@s inpiran verdadeira confianza no relevo xeracional, son desa xente normal que se amola se necesidade de manis, chapas, cenáculos políticos, manifestos e tantos outros rituais de asimilación a identidades colectivas de variadísima pelaxe. Son xente cuxos actos de insumisión son tan intelixentes como humildes e delicados, deses que non contribúen a mudar o mundo pero que preparan o terreo para a constitución de personalidades de seu e de pensamento propio. O caso é que A., consciente do insoportable descaro co que o Santander pasou a organizar a vida universitaria, convenceu a S. para que non aceptase a tarxeta universitaria coa que a infamia bancaria leva intoxicando a esta nosa desinhibida universidade dende hai anos. A famosa tarxeta e outras prácticas menos vistosas, contribuiron á sinistra metamorfose que converteu a profesores, alumnos e traballadores do ensino superior en clientes. Pero mal pensaba S., cando aceptou o consello de A., as incomodidades que ía ter que sufrir. Porque determinadas facultades, como a de Historia, entenden por servizos o que sempre se entendeu por servizos, ou sexa o váter. E aí tes a S. un rapaz cunha conciencia de clase a proba de esfínteres agardando pacientemente cons momentos estelares da humanidade entre as mans, agardando a que alguén remate a faena para poder atrancar a porta e ir facer as súas necesidades. Porque como non ten tarxeta universitaria, aparte das dificultades que lle plantexan para coller libros na biblioteca, consultar o seu expediente ou ter un descontiño no cine, pois tampouco pode cagar. Manda truco. Non contaba o Sr. Zweig con ter que loitar tamén contra esto.

viernes, noviembre 11, 2011

Quaderno veneziano I: Kursk

Ao pouco de chegar a Venecia tras deixar as maletas na que ía ser a nosa casa durante un mes na rúa Dei Botteri, sen mapa e sen chintófano nengún que nos delatara como turistas, baixamos emocionados e dispostos a deixarnos raptar pola labiríntica rede urbana da cidade-peixe. Só tiñamos que xirar levemente a ollada para albiscar un anaco do Canal Grande polo que se enxergaba o espectáculo das oxivas iluminadas da Ca´Dor. Non o fixemos porque na Serenissima non iamos deixarnos abraiar á primeira de cambio. De xeito que eliximos ao azar -a cidade non deixa moita marxe á vontade- e escollimos a proximidade do Campo San Cassan. Unha emoción nova xogaba a taparnos a boca pero superamos a proba con nota. Un/ha sabe cando hai que calar e deixar que os sentidos fagan das súas. Dende o brocal do campo parecía estar contida toda a cidade, ou polo menos o noso imaxinario da mesma. Alí estaba unha magnífica igrexa que prometía Tintorettos, Veroneses, Palmas "mozos" e "vellos", un modesto obradoiro de carautas ao que volveriamos na final da viaxe logo de comprobar que eran as máis discretas, belas e auténticas, alí tamén estaba o Bar San Cassan, cuxo dono me agasallou coa displicencia típica dos habitantes da lagoa. Alí estaban tamén os tendais de incrible amarelo veneciano, a ponte, os esvaradíos chanzos que convidan a mergullarse neste chan tan inexplicablemente líquido. E por suposto as febles e elocuentes paredes. Cicais non queda moito ou nada por retratar de Venecia, por iso durante a viaxe atopei un pracer especial na rapiña de metáforas da propia cidade. A evidencia do efémero. A insubornable certeza da morte. Fiquei a ollar as paredes neste campo e diante deste stencil fixen as primeiras fotos. Pero non sabía o que estaba a fotografar. Explicoume unha muller que debía levar un tempo observando o meu interese. Veu onde min e logo de desprenderse das súas lentes inexplicables (abrían cunha visagra que tiña entre as lentes) explicoume que os representados alí eran parte dos mariñeiros que ían no Kursk. Tiven que empregar uns bos segundos para lembrar aquela traxedia onde morreran 118 persoas baixo as frías augas do mar de Barents no nome da fachenda do poder soviético. E seguín tomando fotos da elocuencia das paredes desta singularísima cidade...


Al poco de llegar a Venecia luego de dejar las maletas en la que sería nuestra casa durante un mes en la calle Dei Botteri, sin mapa y sin ningún artilugio que nos delatara como turistas, bajamos emocionados y dispuestos a dejarnos raptar por la laberíntica red urbana de la ciudad-pez. Sólo teníamos que girar levemente la mirada para ver un trozo del Canal Grande por el que se entreveía el espectáculo de las ojivas iluminadas de la Ca D´Or. No lo hicimos porque en la Serenissima no nos dejaríamos sorprender a la primera de cambio. De modo que elegimos al azar – la ciudad no deja mucho margen a la voluntad- y escogimos la proximidad del Campo San Cassan. Una emocion nueva jugaba a taparnos la boca pero superamos la prueba con éxito. Una sabe cuando hay que callar y dejar que los sentidos actúen libremente. Desde el brocal del pozo parecía estar contenida toda la ciudad, al menos el imaginario de la misma. Allí estaba una magnífica iglesia que prometía Tintorettos, Veroneses, Palmas “jóvenes” y “viejos”, un modesto taller de caretas al que volveríamos al final del viaje luego de comprobar que eran las más discretas, bellas y auténticas, allí también estaba el Bar San Cassan, cuyo dueño me agasajó con la displicencia típica de los habitantes de la laguna. Allí estaban también los tendales de increíble color amarillo veneciano, el puente, los resbaladizos escalones que invitan a sumergirse en este suelo tan inexplicablemente líquido. Y por supuesto las débiles y elocuentes paredes. Quizá no quede mucho por retratar de Venecia, por eso durante el viaje encontré un placer especial en la rapiña de metáforas de la propia ciudad. La evidencia de lo efímero. La insobornable certeza de la muerte. Me quedé a mirar las paredes en este campo y delante de este “stencil” hice las primeras fotos. Pero no sabía lo que estaba fotografiando. Me lo explicó una mujer que debía llevar un tiempo observando mi interés. Vino hacia mi y despues de desprenderse de sus gafas inexplicables (tenían una visabra entre los lentes) me explicó que los representados alli eran parte de los marineros que iban en el Kursk. Tuve que pensar un rato para recordar aquella tragedia en la que murieran 118 personas bajo las frías aguas del mar de Barents en nombre de la vanidad del poder soviético. Y seguí tomando fotos de la elocuencia de las paredes de esta singularísima ciudad…

miércoles, noviembre 09, 2011

La tiranía de la forma

Me inquieta cuando escucho o leo en los medios que un presidente de gobierno puso en twiter tal mensaje o que un personaje relevante ha hecho unas declaraciones importantes en su muro de facebook. Me inquieta mucho también no poder concentrarme en los telediarios por la profusión de ventanas que de repente aparecen en mi pantalla con mensajes de redes sociales que presuntamente tratan de reflejar la opinión de la ciudadanía. No me cabe duda de que la aparición de una nueva tecnología de comunicación que nos permite -¿a todos?- expresarnos libremente es una ventaja, pero no puedo evitar tener la sensación de encontrarme de nuevo sólo con otra versión de la cultura del envoltorio en la que adquirimos productos por el valor estético de su presentación. Esta epidemia del imperio de la forma ha comenzado de forma nada sutil como estrategia de márketing. Efectivamente se vendían más galletas si la caja de cartón tenía una presentación acorde con la necesidad de autoestima del cliente. Fue muy fácil para los organizadores de la demanda apurar este descubrimiento y en muy poco tiempo todos nos lanzamos a la lata de mejillones más vistosa, al móvil con un diseño más atractivo y por supuesto a los inventos digitales de última generación. Curiosamente, no hemos opuesto resistencia alguna y el tema de la buena presencia no tardó en erigirse como muro infranqueable para la mayoría, empezando por los que más dificultades tenían para triunfar en la arena social. Recuerdo cuando mi amiga F. me contaba que había sido rechazada en una entrevista de trabajo por ser mujer y tener 36 años. No importa la formación ni la capacidad de superación ni el conocimiento de idiomas, estaba muy claro que primaba la postura de las piernas, la intensidad del rimmel o el cuidado de las cutículas de las uñas. Pensaba yo entonces que esa moda era perversa por afectar sólo a los más desinformados, pero el paso del tiempo aumentó mi desconcierto ante este retrógrado gusto por lo simple. El famoso debate de estos días no fue una reflexión sobre el preocupante retroceso de nuestro estado del bienestar con la imprescindible presentación de propuestas. El contenido real (paro, corrupción, igualdad, educación...) no importó para nada. De nuevo se impuso el envoltorio y lo que más preocupó fue la distribución de tiempos, la agresividad o pasividad premeditada de los candidatos, o sea, aquello que estudiábamos como capacidad comunicativa del lenguaje corporal -¿kinesia se llama?-sólo que ahora sometida al estudio milimétrico de unos asesores que han llegado con una facilidad pasmosa al olimpo de los dioses de la sociedad hiperposmoderna. Y los desarrolladores de la forma proliferaron a sus anchas. Asesores, personal trainings, técnicos de calidad, pedagogos, captadores de tendencias (!), etc. El cliente potencial dejó de ser sólo el desinformado ciudadano y esta moda mercantil penetró sin pudor alguno en lo que creíamos nuestra inteligencia más capacitada. Políticos, médicos, periodistas, arquitectos, creadores, profesores de universidad (La universidad se ha convertido en una empresa, Llovet) comenzaron tonteando con esta nueva ingeniería para convertirla en poquísimo tiempo en su pareja de hecho. Las desastrosas consecuencias de este despiste general se han materializado en todos los ámbitos pero seguimos en la inercia de lo mediático despreciando la sensatez de los fines que llenaron nuestras constituciones y valores. Cambiarle el nombre a las cosas puede hacernos crear obras sublimes estéticamente en el inocuo juego de lo artístico pero cuando esta práctica se aplica a la rutina de nuestra vida puede hundirnos en el desconcierto para mucho tiempo. Tardamos siglos en encontrar un sistema político casi perfecto. Sabíamos que la democracia suponía una cesión de soberanía perfectamente legítima porque la asamblea siempre está subordinada a la voluntad del ciudadano. Pero decir, por ejemplo, que las redes sociales son democráticas es, cuando menos una impostura. Se trata de una cesión sin límites al medio que sólo es un artilugio inventado por un inteligente universitario en el transcurso de unas prácticas universitarias. Se nos advierte de nuestra pérdida total de control sobre nuestra experiencia vertida en la red pero cuando aceptamos sin dudarlos las condiciones del contrato que no leemos estamos legitimando cualquier ataque, delito o falta que se cometa contra nosotros. Y todo simplemente porque no nos permitimos no estar en la onda.

martes, noviembre 08, 2011

Final de la liga



Rubalcaba ataca de nuevo, Rubalcaba mueve ficha, Rajoy vuelve a intentar escaparse, Rubalcaba defiende, primer ataque a Rajoy...a escasos minutos de terminar el debate La Voz de Galicia es la primera en presentar su crónica del partido, pocos segundos despues desaparece de la primera página de google reemplazado por los periódicos de gran tirada nacional. Todo el mundo se plantea el debate en términos futbolísticos, a ver quien gana, a ver quien mete más goles, a ver quien se escapa por la banda y bueno...faltaron los abucheos al árbitro, un semáforo CamposVidal que poco más hizo que dar o quitar el paso. Si, vale, venció Rubalcaba ¿y? Si vale, tenemos despues de mucho tiempo un debate de altura con un buen tono ¿y? las formas, los asesores, las "fichas" de Rajoy, las "ocurrencias de Rubalcaba" ¿y? ¿que hay de nuevo? ¿quizás que Rajoy se descompuso a la primera de cambio y no quiso (porque sí que sabe) defender su territorio? ¿será porque no lo necesita? ¿acaso la derecha se cuestiona en algún momento desmarcarse de sus líderes sean políticos, religiosos o mediáticos? Rubalcaba jugó con meter miedo ¡ojo que este nos suprime la sanidad! ¡ojo que este se nos carga la educación! pero faltó, sobre todo por parte de Rajoy algo muy importante, la concordancia entre gesto y palabra. Digamos que no pudo esconder los derechazos de don Alfredo. De nuevo se libra la iglesia a pesar de que ya está por fin saliendo del armario en cuestión de cuentas (gracias por tu artículo Iago Martínez) pero no nos libramos las mujeres. Las sesenta muertas anuales por violencia de género no merecieron más que un anecdótico y estratégico minuto por parte de don Alfredo. A Rajoy se la trae al pairo este tema, no le suma ni le quita votantes, la violencia cuando es un bien cultural no cuenta. Vale. Pues eso, que se sigan devanando los sesos con el color de su corbata y con el corte de sus trajes. Ahora bien, la política no es sólo esto. Es, entre otras cosas, diseñar a conciencia un programa que tenga en cuenta las situaciones más anormales que sufre la democracia como el despropósito de poner en cuestión las conquistas sociales que hemos tardado décadas en alcanzar, y luego, claro, asimilarlo y aprendérselo para enfrentarse al contrario. Hoy es pura fiesta, al más puro estilo de toda final futbolística. Faltaron los puros y las copas de coñac sobre la mesa para darle todavía más un regustillo retrógrada al asunto. Eso si, estaban monísimos.

sábado, noviembre 05, 2011

Melancholia, Lars Von Trier

Compre esquecer os prexuizos contra L.V.T. para apreciar a súa obra. A súa teima por exercer de enfant terrible é simplemente unha estratexia de marketing, nada orixinal, por outra parte, e que afecta a moitos directores estrela. As súas películas nunca nos deixan indiferentes. Ten unha habilidade moi especial para crear situacións que poden parecer absurdas e artificiosas pero non podemos negar que consegue enlearnos nas súas historias e sobre todo poñernos na pel dos seus desacougantes personaxes. Kirsten Dunst e Charlotte Gainsbourg representan a dualidade fronte ao destino tráxico da especie. A fin do mundo, nin máis nin menos. Kirsten Dunst, a "tía rompe-aceiro" representa a valentía fronte ao saber más terrible pero é tamén a personificación da debilidade do home consciente da súa irrelevancia. Charlotte Gaingsbour é a outra cara da realidade, a síntese das dúas forzas que loitan en toda existencia, a covardía do que non quere enfrontarse a un destino que intúe catastrófico e a valentía e a forza do humanismo. Nas derradeiras películas de L.V.T. hai unha preferencia polos personaxes femininos nunha constante idenfiticación da nai coa natureza. Quedan en segundo plano os homes, relégaos o director conscientemente ao secundario, cicais porque considera que serven mellor para representar a banalidade dos intereses e valores máis materiais e ahí entra tamén o amor. Así me parece a min que ten sentido toda esa primeira parte adicada ao ritual da boda no que xoga un papel fundamental a nai da noiva personificada extraordinariamente por Charlotte Rampling, unha muller que xa perdeu absolutamente a confianza na bondade da especie. A outra cara da moeda está representada polo pai, John Hurt ao que trata de aferrarse sen éxito Kirsten Dunst na procura dunha esperanza que sabe infundada. Co resto dos personaxes podiamos establecer tamén parellas nunha trama perfectamente artellada e significativa. "Intenteino" é, para min a verba clave da película. O berro desgarrador da noiva que se debate desesperadamente por formar parte da traxicomedia da vida. Non o consegue. Iso é o imperdoable de L.V.T., que non deixa moita marxe á esperanza. Pero ao cine non imos a confirmar as nosas ilusións ¿ou si?

martes, noviembre 01, 2011

lunes, octubre 31, 2011

Humillados y ofendidos, Fiódor Dostoievski



Foto

Turrando do fío de Zweig e Freud adianto a lectura do ruso que suscitou verbas tan apaixodas nos seus estudos sobre o autor. Epiléptico, depravado, néurótico, histérico, vicioso, xenial, irremisiblemente terrenal, nunha serie infinita de diagnose literaria e psicolóxica que non permite xa adiar máis as fermosas obras de D. Esta novela cicais sexa o mellor aperitivo antes de afrontar os grandes relatos que ameazan con mergullarnos na complicada socioloxía e psicoloxía que Dostoiesvski tece para ofrecernos unha visión de seu e tamén universal dun mundo que non cambiou tanto dende hai dous séculos. É esta unha historia puramente sentimental. Unha admirable composición onde os personaxes só existen para dar corpo á complicación psicolóxica dun mapa emocional no que pelexan virtudes, valores, prexuizos, vontades, impotencias, humillacións, intercambios desiguais de egoísmos e xenerosidade, nun mundo que cicais como o de agora, o de antes, o de sempre, cheo de confusión e dúbida. Cicais o que resalta na narración é a riqueza psicolóxica do discurso dos malvados. O autor fala pola boca de Iván Petrovitch, un escritor absolutamente marxinal e de bos sentimentos, cuxa xenerosidade se amosa na sutileza de presentárnolo como un secundario nun fío argumental onde os xogadores principais son o ben e o mal, sen que forzosamente haxa unha aposta pola lóxica que debería facelo abeirar polo primeiro. Como toda boa novela, cómpre deixala unhas vinte páxinas antes do final, ahí adoitan atoparse os parágrafos máis sobranceiros. Decido deter a lectura no monólogo do demoníaco príncipe Valkovski. Neste aparente malvado cicais está o segredo de Dostoievski, e cicais plantexe aquí o autor o maior reto da novela, o de querer facer de nós, lectores, heroes capaces de enfrontarnos a unha verdade moi, moi desacougante.

martes, octubre 25, 2011

La embriaguez de la metamorfosis, Stefan Zweig




El absoluto placer de leer a Zweig obliga a no pasar por alto ninguna de sus obras. Cualquiera de ellas catalogada por un crítico como obra menor está a una altura inalcanzable para la mayoría. A su extraordinaria capacidad para penetrar en el interior, en la zona más oscura y misteriosa del ser humano se une la belleza y rigurosidad con que describe todo tipo de sentimientos. Cuando esto es así, nos vemos atrapados en una deliciosa ola de placer al que debemos de mantener a raya para no perder el hilo de la situación que nos describe. Freud, no disumuló nunca su admiración hacia este escritor. Incluso se detecta en la correspondencia entre ambos cierta envidia por parte del psicoanalista, que, en numerosas no puede evitar completar las conclusiones del escritor con agudezas profesionales que a veces no vienen a cuento. En una de esas cartas, Freud reconoce que luego de leer uno de sus relatos, no ha dejado de buscar una metáfora para explicarse la sensación que le produce la lectura tan limpia y pulida de Zweig. Y encontró una con la que concuerdo totalmente. Los textos de este autor son como ese paño húmedo, ese papel de calco que el arqueólogo utiliza para recoger absolutamente todos los detalles de una inscripción epigráfica, por ejemplo. Es perfecta. Los textos de Zweig son, efectivamente, paños mojados en donde han quedado maravillosamente impregnados los detalles más sutiles de los sentimientos y modo de vida de toda una época. Podíamos pensar que estaba por hacer la historia sentimental de Europa (que es algo bien distinto de la historia de las mentalidades), pero no, lean a Zweig y déjense llevar por las tranquilas aguas de los momentos más turbulentos y crueles que vivió nuestro continente. Encontrará tantas claves para entender el mundo que puede que incluso sea usted capaz de adivinar el futuro más próximo, lo cual es sólo cuestión de voluntad y valentía. Si quieren, hablamos del libro, como siempre.

lunes, octubre 24, 2011

Conozco a personas normales...

que no domicilian sus recibos, que compran ropa una vez al año y al final del período de rebajas, que valoran el dinero justamente por su absoluta falta de valor, personas que incumplen sistemáticamente todos los reglamentos que no se ajusten a la lógica más básica que les dicta su propia idea de justicia y generosidad, conozco a personas normales que se ríen de los manuales de calidad y de los catecismos, personas perfectamente normales que no necesitan el aval de una marca para su ropa, personas normales que se mantienen alejadas de los círculos de autocomplacencia compartida y tecnológica como este en el que yo me contradigo, personas que maldicen este puto círculo vicioso de violencia, seguidismo y parálisis permanente, personas que están deseando poner bombas para que dejen de matar en silencio quitando camas en los hospitales, o en guerras inventadas cada día en un intercambio desigual de mil bidones de sangre por uno de petróleo, personas que eligen sus propias drogas, siempre más inicuas que la extrema corrección que nos insensibiliza frente a todas las burbujas que siguen atacándonos cada día, a decir verdad, todo lo que me rodea son personas normales, que viven y dejan vivir...me pregunto cada día ¿de dónde salen tantos imbéciles que escriben en los periódicos, que presiden gobiernos, diputaciones, ayuntamientos, comunidades, fundaciones, y todo tipo de chiringuitos que nos cuestan la vida?

viernes, octubre 21, 2011

Onfray, Freud e a horda primitiva....

Foto Seguimos co cinismo, esta vez, outra vez, baixo a capa da rigorosidade e ampulosidade dun título que non deixa marxe á desconfianza. Si, Freud, outra vez, redivivo e impertinentemente inmortal. Remorto de risa que debe andar o fundador das teorías máis reviradas para explicar castracións propias, alleas, inventadas, reprimidas, sublimadas e ata diría eu autofeladas (siiiiii...benvidos outra vez ao clube harveykeitelián). E digo eu ¿a quen lle rendiría máis matar ao pai, ao pai da paiasada que cobraba o equivalente a 600 euros por diagnosticar unha felación na infancia a unha muller con problemas de herpes nos beizos ou a este fillo castrati por facer o libro que lle gustaría escribir a Belén Esteban (perdoen a crueldade) se soubese un chisco de filosofía? Se queren falamos do libro que para eso me metín case cincocentas páxinas desta suposta redefenestración do que xa estaba morto e enterrado, conste, pero mellor só dicirlles que é máis do mesmo. Eles, os filósofos, a flor e nata da intelixencia masculina en estado puro outra vez desfacendo os miolos do inintelixible sen decatarse absolutamente de nada, bueno, de nada do que lles interesa que normalmente é atopar unha explicación a ese estraño comportamento dun órgano cuxa carencia nos convirte a nós, as histéricas, en seres tan virtuosamente incompletos.






Post Data I:


Pero falemos do libro. Comeza Onfray cunha autobiografía mínima onde se nos presenta como un rapaz cobizoso de saber logo de ter sufrido unha aborrecible educación nun colexio relixioso onde dicía algo así como que cada día te deitabas sospeitando que a próxima xornada aínda podías descender outro chanzo na escala moral. Non problema, entendemos perfectamente, aquí no noso terruño sabemos perfectamente do que fala cando se refire a asuntos de curas e monxas no relativo á educación. Pois ben, ese rapaz axitado por unha irrefrenable pulsión de saber atópase cos tres autores que lle marcarán para sempre: Marx, Nietzsche e Freud aos que lle rende o culto que merece quen de súpeto ou milagre consiguen acougar un espíritu inquedo marcado por dudas existenciais irresolubles dende que ten miolos para pensar por si mesmo. De súpeto, e gracias a eles faise comunista e ateo convencido, ao tempo que acada unha precisa dose de tranquilidade cos asuntos do sexo grazas ás convincentes páxinas do pai da psicanálise. Logo virán os anos de univerisade, de docencia e de grandes proxectos como a fundacion dunha universidade propia. A Universidade Popular. Non explica moito en qué consiste ese proxecto. Non sei se o de popular se corresponde cunha propensión solidaria na súa angueira profesional permitindo o acceso ao saber ás clases máis humildes ou se é só unha referencia as reformas na universidade emprendidas por Humboldt, como el mismo recoñece. Sendo así, só podo supoñer que se trata dun proxecto elitista no que o acceso estará tanto restrinxido por razóns de clase como económicas. Se me deteño nesta cuestión e precisamente porque un dos ataques que o autor dirixe contra Freud é precisamente a súa ambición económica repetíndonos a cotío que cobraba por cada sesión o equivalente a seiscentos euros actuais e que atendía a unha media de oito pacientes diarios creo lembrar. Non estaría mal saber cantos cartos precisa un aspirante a participar nas prestixiosas clases de Mr. Onfray. Non está de máis preguntarse dende o principio, posto que sabemos do rendible debate económico que propiciou esta aventura fisolófica para o autor, cal é o verdadeiro interese de Onfray ao acometer este estudo. Dende o principio era moi ben sabido que o libro ía reportar moitos beneficios económicos. Matar ao pai da psicanálise tiña que preverse como unha exitosísima operación editorial posto que o libro xa saiu traducido a sete ou oito idiomas.... (to be continued)


Post Data II (27.10.2011)

Ler este libro contra Freud tivo que ver moito con Zweig. Na correspondencia que mantiveron o escritor non aforra verbas de admiración, ás veces innecesariamente esaxeradas, aínda tendo en conta a "cuestión de estilo" que marcaba tan profundamente a escrita daqueles primeiros anos vinte. Nas cartas de Freud, o admirado, chamoume a atención tamén un indisimulado ton de falsa humildade e de artificiosa autoestima que certamente daba terrexío, ás veces...poñamos, pois, como punto a favor de Onfray ese esforzo de documentación do que presume pero sen quitar ollo de que emprega unha la para tecer un artefacto ben distinto ao que merecería o nome de ensaio científico...xa que tanto lles gusta o calificativo -esto a todos, por certo- cando queren poñer unha obra en valor...pois aí esa carta de Freud a Zweig.


18-5-1936

Viena, IX., Berggasse, 19

XIX Strasserg 47


Querido Señor:

Espero que me perdone pono haberle contestado hasta hoy. Por fin se han acabado estos días absorbentes y fatigosos. Antes de constestarle he vuelto a leer su carta. Suena tan sencilla y auténtica que podría hacerme olvidar que la escribió un maestro del estilo: casi me convence de mi importancia. No es que dude de la veracidad de mis teorías, pero me resulta difícil creer que puedan tener una influencia demostrable sobre la evolución del futuro inmediato. Desde mi punto de vista soy mucho menos importante de como me presenta usted, así que prefiero extenderme sobre algo de lo que estoy más seguro: la simpatía extrema que me ha manisfestado al tomarse tantas molestias para la celebración de mi cumpleaños. La hermosa felicitación que redactó junto con Thomas Mann, así como el dircurso de Mann, en Viena, fueron dos vivencias capaces de reconciliarme con el hecho de ser tan viejo. En efecto, aunque he sido insólitamente feliz en mi hogar, con mis hijos y sobre todo con una hija que satisface en una medida infrecuente las pretensiones de cualquier padre, no puedo familiarizarme con la miseria y el desamparo de la vejez y afronto el paso al no-ser con una especie de ansia. No podré ahorrarles a mis seres queridos el dolor de la separación. Mi situación de excepcionalidad respecto a usted también encontrará, pues, un fin. Creo que en su galería de criaturas humanas notables (su panóptico, como a menudo lo llamo bromeando) no soy seguramente la más interesante pero sí la única persona viva. Quizá agradezco a esta circunstancia mucha de la calidez de su simpatía. Con los biógrafos, se produce ese fenómeno que denominamos "transferencia".

Con cordial agradecimiento.

SIGM. FREUD

En: Stefan Zweig. Correspondencia con Sigmund Freud, Rainer Maria Rilke y Arthur Schnitzler. Barcelona: Paidós, 2004.

jueves, octubre 13, 2011

El mapa y el territorio, Michel Houellebecq

Parodiarse a si mesmo ata facer ferida pode que sexa a estratéxica decisión de M.H. para aforrar cartos e tempo. Velaquí unha autoanálise rigorosísimamente freudiana (refírome ao Freud de après Onfray, por suposto) e ao tempo unha novela presuntamente crítica e provocadora seguindo un percorrido que xa tiña que ter rendido moito máis capital hai anos. Cicais Francia vai con retraso nisto da provocación. Cicais habería que repasar o propio concepto -que é ser un provocador- e analizar logo se ese mérito conta para beneficio dun escritor ou é un xeito de chegar como sexa ao desexado e prosaico cumio da celebridade. Unha etapa preceptiva no cursus honorum de todo aspirante a escritor moderno e contemporáneo. Tamén habería que ver o contexto. Non ten nada que ver ser un provocador en Francia que desenvolver ese rol nun deses países exóticos dos que tanto disfrutan os lectores de M.H. e que tanto padecen o absoluto desprezo polos máis elementais dereitos humanos. No primeiro caso, o de Francia, ser un enfant terrible das letras é unha tendencia xa incluso pasada de moda, vamos que se lle ve moito o plumeiro a todo o que se apunta a canalla oficial para tirar réditos dunhas cantas frases ben hilvanadas. E non digo eu que M.H. non teña excelentes dotes literarias. Pero é que a literatura cando ten esa textura pegañenta da moralina mal agochada xa non é tal. É un producto de consumo, igualiño aos que critica o autor deste texto tan pretenciosamente crítico co capitalismo. Non de consumo masivo, -¡canto lle prestaría a Michael!-, seguramente pero sí igual de rebuscado e banalmente sofisticado. O mundo, por salvaxemente capitalista e estúpido que lle pareza Mr. Houellebecq está afortunadamente formado por centos, millóns de persoas que non comparten absolutamente -por fortuna- ningunha das eivas psicolóxicas dos seus personaxes e do seu mundo. Porque Houellebecq ten o seu propio mini mundo. A elite cultural do país da cultura por antonomasia, onde os catro de sempre pululan polos poleiros de moda ao son das tendencias que eles mesmos deseñan, fabrican, venden, compran, comen e defecan. A filosofía do cinismo non precisaba de novos defensores. Hai toda unha xeración de homes escritores de máis de cincuenta que están a escribir a mesma novela todos os anos. Cicais algúns máis xenerosos co lector -estou pensando en Auster, non en McIwan)-disimulan mais e desvían un pouco o miscroscopio para prestarlles atención aos que non son coma eles. Houellebecq non. Él sigue coa teima de inventarse homes artificiosamente indolentes que ligan coas mulleres máis estupendas, guapas e intelixentes (sempre é así nas súas novelas) porque ao fin, como bo coñecedor do homo habilis que é, sabe que así a cousa funciona. Dicir que coñeceu a unha tipa que foi quen de chuparlla sen condón pode parecerlle a él unha rigorosísima figura literaria que aporta dinamismo e franqueza ao relato. Para min é a secular babosada que estamos afeitos a escoitar no noso máxico terruño dende que, polo menos, existe o dominó. Claro que se o di un gañador do premio Goncourt quen somos nós, inexpertos sobrevivintes da época do troco para analizar textos dificilísimos de escritorcísimos franchutes de luxo. E logo aínda hai que ler a contratapa e ver as verbas que lle adican os deuses do olimpo do periodismo francés. Maxistralnovelaquedenotauncoñecementorigorosodaartecontemporánea...ebla...bla...bla...xusto case as verbas que M.H. pon en boca dun crítico para rirse del.

os subliñados son de M.Houellebecq