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Babelia 1.10.2016 |
Cuando el pasado sábado me encontré con la portada de Babelia no puede evitar el susto de pensar que nuestro ínclito semanario literario había sucumbido al espectáculo político y estaba anunciando también la dimisión de Pedro Sánchez. Dispuesta a afrontar un descenso más hacia el lúgubre subsuelo cultural que nos rodea tomé el suplemento por los cuernos dispuesta a dejarme vampirizar por la tipografía espectáculo que sustituye a las casi siempre magníficas ilustraciones de esta primera página. La letra grande asusta mucho más ahora que, gracias a lo digital, la hemos aceptado como sustitutiva del griterío o del insulto.
Pero afortunadamente es de literatura de lo que se habla. Se le ha otorgado a Víctor Erice nada más y nada menos que la primera página del más relevante suplemento literario español, se le ha otorgado también el micrófono de la letra grande, la foto grande y la doble página. El asunto debe ser importante, así que ¿quien puede reprimirse a obedecer a los tres puntos suspensivos más caros de nuestra prensa literaria?
No puedo creerme desde el primer momento con lo que me estoy encontrando. No puede ser, simplemente, no puede ser. Es demasiada coincidencia. Acabo justamente de organizar una sesión de debate sobre la maravillosa novela Teresa, de Rosa Chacel y el parecido es insultantemente evidente.
Víctor Erice, en lugar de alegrarse de que una novela saque a la luz a la desconocida autora del relato (¿alguien se imagina un seminario sobre la película Dublineses en el que no se hable de Joyce?) que le permitió hacerse con un lugar en la historia del cine español ("El Sur"), en lugar de alegrarse, digo, se inquieta. Bueno, en realidad se molesta, se indigna, se cabrea tanto que consigue que le dejen para él solito la portada y dos páginas de Babelia. No consigo entenderlo, es decir, se me cae el alma de tan meridianamente claro como se me aparece este caso.
Cuando Rosa Chacel tuvo que afrontar la realización de la biografía ficticia -si, existe el género señor Erice, y gracias a esta también deliberadamente olvidada escritora, tiene un tratamiento deslumbrante en nuestra literatura- de Teresa Mancha, hasta el momento sólo conocida por haber sido la amante de Espronceda que diera origen a su famoso Canto, todo lo que tenía sobre ella era una chirriante anécdota (según señalaba la prensa de la época, Espronceda, de vuelta una noche al hotel junto con dos compañeros de postureo romántico, había comentado que aquellos zapatitos -eran de Teresa Mancha- sólo podían ser de una española). Chacel se lamentaba de tener que escribir una novela sobre una mujer que por todo tener sólo tenía unos pies pequeñitos (adviértase la sagacidad de la escritora en esta crítica cuyo destinatario no debe pasarnos inadvertido) igualmente que se lamenta Erice de que una escritora hoy, justo cien años después, se atreva a construir un relato a partir de una anécdota.
Señor Erice, qué más quisiéramos que disponer de información abundante y fiderigna de personas que han protagonizado momentos tan estelares como Teresa Mancha o Adelaida García Morales. Pero desafortunadamente el micrófono, la letra grande y las primeras páginas no están al alcance sino de unos pocos. Pero es que además, la anécdota es, nada más y nada menos, que un punto de apoyo sobre el que se puede construir -o reconstruir- un mundo. En el caso de Chacel, la anécdota, tan despreciable para ella en literatura, le vale para transcenderla, para pasar al interior de aquella habitación de hotel y entrar en el alma de Teresa. A partir de ahí construye nuestra genial escritora un personaje insobornable y completamente insustituible para las lectoras y lectores que tenemos la suerte de haberla descubierto a pesar del fárrago de chismes y olvidos que ser vertieron sobre personaje y autora respectivamente.
Elvira Navarro también parte de una anécdota, y eso a Ud. no le gusta. No me extraña. A nadie le gustará saber que una de nuestras más relevantes escritoras (y nada menos que la que propuso a Chacel para el Cervantes, que por supuesto no le dieron) haya podido pasar por el trago de tener que pedir cincuenta euros para visitar a su hijo. Pero de ahí a cuestionar la moralidad y la idoneidad de la autora hay un mundo señor Erice.
Una escritora, puede escribir su historia sobre lo que le de absolutamente la gana, faltaría más. Los juicios morales en cuestiones literarias los carga el diablo. Su diatriba contra esta novelista suena a una especie de autoinculpación que dudo mucho que hasta ahora nadie que no sea su propia conciencia le haya pedido. No sé por qué me vuelve Espronceda a la mente. Y digo esto a juzgar por esa especie de disculpa que lanza usted hacia el final de su carta-denuncia "...existen hijos, familiares y amigos que, en la medida de lo posible, ayudamos a Adelaida...".
De la calidad de la novela déjenos juzgar a sus lectoras y lectores, por favor. La humildad con que Elvira Navarro afrontó este trabajo al reconocer públicamente que no es investigadora y no le interesa una biografía de Adelaida creo que la exime de ser juzgada de nada que no sea haber elaborado un buen o un mal relato de ficción. Los lectores, y las lectoras, somos seres inteligentes, créame. Sabremos si Adela García Morales está en el relato o si no lo está. Porque lo que ya sabemos, señor Erice, e incomprensiblemente, desde hace escasas horas algunas despistadas como yo, es que Adelaida García Morales escribió, además de "El Sur", Archipiélago, El silencio de las sirenas, La lógica del vampiro, Las mujeres de Héctor, La tía Agueda, Nasmiya, El accidente, y algunas cosas más.
En cuanto a lo de vida robada, le pediría que nos aclarase contra quien se comete el latrocinio que denuncia Vd. La vida de Adela, las vidas...¿están sujetas a la propiedad privada de las personas con las que comparten un lapso espacio-temporal? He buscado la imagen y la palabra de la propia Adela y me encontré con lo que esperaba: escasísima información sobre ella pero un vídeo en el que hablando de sí misma dice algo así como que "las personas tenemos que esforzarnos por no depender de los demás, por saber convivir con nuestra soledad y nuestros principios...". Yo creo, sin haber leído nada sobre Adelaida (cosa que remediaré hoy mismo) que era un espíritu muy, muy libre, que no soportaría que hablasen por ella, aunque sí de ella. Si Vd. quiere verdaderamente rendir el homenaje que le merece díganos cosas sobre ella, escriba su biografía o facilítenos datos. Yo sí se lo pido, a título personal. ¿existe un archivo de Adelaida García Morales que consultar para escribir sobre ella y su obra? ¿Podría concertar Vd. conmigo una cita para realizarle una entrevista sobre ella? ¿estaría dispuesto a hacer una doble página en un próximo suplemento sobre Adelaida y su obra?
Atentamente.
Ana Bande