martes, junio 12, 2012

Entrevista con Paul Auster

Entrevista publicada en Europe. Revue littéraire mensuelle. Número 998-999, junio-julio 2011.
Traducción propia publicada con el permiso de la revista y del autor.


 Víctor Martínez.- En L´Art de la faim, un libro que recuerda sus artículos y ensayos, el primer poeta vivo sobre el que usted escribe es Jacques Dupin. Conocemos mal el papel que ha tenido el poeta en su vida y en su obra. ¿Por qué cuando viene a Francia en febrero de 1971 se encuentra antes con Jacques Dupin?

Paul Auster.- Conozco la poesía de Jacques desde 1967. Estudiaba en la Universidad de Columbia, en cuyo campus había una buena biblioteca. Un día descubrí una pequeña antología de la poesía francesa contemporánea, y encontré tres o cuatro poemas de Jacques Dupin que me dejaron muy impresionado. Poco después, fui a París a estudiar y encontré Gravir y Cendrier du voyage, su primer libro. La impresión aún fue más fuerte y esa admiración me llevó a traducir sus poemas. Era en 1967-68. En el 68, tenía ya aun manuscrito con uns treinta poemas. Alguien me dijo que un pequeño editor hacía una colección de poesía traducida. Envié el manuscrito y él aceptó. Me quedé encantado; fue entonces cuando me puse en contacto con Jacques. Le escribí para decirle que había traducido algunos de sus poemas y que un editor estaba interesado. Comenzamos a escribirnos. Fue en 1968 o a comienzos del año siguiente. Desgraciadamente, el editor, que incluso había firmado un contrato, quebró y el libro no salió nunca. Pero Jacques y yo ya éramos amigos. Es decir, que en 1971 nosotros ya llevábamos tres años en contacto. Cuando me fui a Francia, la idea era quedarme un año, poero me quedé tres y medio. La primera persona a quien quise ver fue a Jacques. Me invitó a su casa. En aquel tiempo vivía en la calle del Louvre, en un gran apartamento. Su mujer Christine, estaba de viaje. Fuimos a cenar a un restaurante con su hija Hélène, que tendría 14 años en aquel entonces. Esa noche comenzó una amistad que todavía se mantiene después de cuarenta años. 

    - ¿Su relación con la lengua francesa fue a causa de Jacques Dupin o ya existía de antemano?

   - Fue muy temprana. Fui alumno en un colegio de Nueva Jersey- un colegio público-, pero no era un mal colegio. Alrededor de los 13 años, tuve que elegir entre el latín y francés. Elegí francés. Afortunadamente tuve muy buenos profesores, primero en el colegio y luego en el instituto; me enseñaron a hablar francés bastante bien y me hicieron leer mucho, sobre todo en los dos últimos años de instituto. Recuerdo haber hecho trabajos sobre Guide, Camus y otros escritores importantes. Hice un estudio minucioso sobre La Peste de Camus, un libro que adoraba cuanto tenía 17 años. Luego comencé en la universidad y enseguida me matriculé en un curso sobre poesía francesa del siglo XIX, Hugo, Lamartine, todos los simbolistas, Verlaine, Rimbaud, Mallarmé, Baudelaire. Este fue mi verdadero comienzo del estudio de la poesía francesa y me quedé fascinado. Para comprender mejor mis lecturas hacía prácticas de traducción, casi siempre de Baudelaire y Rimbaud, sin intención de publicar, simplemente para mi. Creo que este gusto por la traducción fue gracias a un curso dirigido por Donald Frame, un buen profesor y uno de los mejores especialistas del mundo en Montaigne al que ha traducido. Al año siguiente, realicé, junto con una docena de estudiantes, un seminario sobre los Essais, que fue uno de los cursos más estimulantes de mi carrera como estudiante. Me influyó mucho mi tío, Allen Mandelbaum. Era el marido de la hermana de mi madre, un hombre brillante, siempre animado, ahora muy mayor, pero con muy buena salud. Era poeta y también profesor. Cuando yo era joven, él vivía en Italia y casi no tenía oportunidad de verle. Fue el traductor de Ungaretti, Quasimodo y Montale; luego llegó a ser uno de los grandes traductores de Estados Unidos, tradujo a Virgilio, La Eneida, Dante, toda la Divina comedia, Homero, La Odisea, Ovidio, Las Metamorfosis. Gracias a él se me ocurrió traducir poemas, fue una inspiración para mí. Llegé al francés por mi interés por su literatura y por la influencia de un tío que me enseñó que traducir era una actividad posible. 

   - ¿Aparte de Jacques Dupin también descubrió a otros representantes de la poesía francesa contemporánea?

   - Junto a Jacques, descubrí al mismo tiempo los poemas de du Bouchet, Bonnefoy y de Jaccottet. Me gustaban mucho estos cuatro poetas. Al principio -era todavía el 67, creo, y el 68- preparé un manuscrito, una especie de selección de estos poetas, bastante largo, de unas 200 páginas, e intenté publicar este libro. Pero no encontré editor. Me acuerdo de la carta del director de New Directions, James Laughlin, que a veces publicaba traducciones de poesía: Me decía que era una idea muy buena, que le gustaría publicar el libro, pero que no tenía recursos para hacerlo. El proyecto no fue adelante. Jacques era mi poeta preferido pero admiraba mucho a los otros.

   - Jacques Dupin fue director de las ediciones de la galería Maeght, también fue crítico de arte y luego poeta. Conoció usted a todas sus facetas?

   - Primero, Jacques, para mi, fue poeta. No sabía que trabajaba para una galería ni que escribía ensayos sobre artistas. Cuando nos encontramos, fue como poeta, y lo que me atrapó en este primer encuentro fue su amabilidad, su inteligencia, y su manera franca y directa de hablar. Me lo ponía fácil en todo momento. Después de diez minutos dijo: Bueno, es mejor tutearse, el "usted" no es necesario. Sentí una eespecie de amistad, de intimidad. Tuve la impresion y creo que él también, de que esa noche comenzaba una verdadera amistad. Yo no era un visitante que venía sólo para estrecharle la mano, sino para establecer una relación verdadera. La segunda vez que vi a Jacques, fue cuando Christine volvió a París. Jacques y Christine me invitaron a una recepción de Henri Michaux, que exponía sus dibujos en una galería. Había luego una especie de velada y allí encontré a André du Bouchet, gracias a la intermediación de Jacques. Me di cuenta de que había una vida en medio de aquellos artistas y pintores, y comencé a percatarme hasta que punto estaba inmerso en ella. Creo que poco tiempo después nos volvimos a encontrar, había una exposición de Miró en Estados Unidos, en la Walker Art Gallery, en Minneapolis, un museo muy bueno. Jacques escribió un ensayo para el catálogo y por su intermediación me invitaron a traducir el texto. Era la primera vez que traducía un texto sobre arte. Gracias a Jacques traduje otros textos suyos sobre Miró. Añls más tarde por ejemplo, luego de mi vuelta a Estados Unidos, hubo una gran exposición de Miró en el Guggenheim. Un texto soberbio de Jacques sobre Miró había sido mal traducido. Jacques me pidió, si, como amigo, podía ayudarle y rehacer la traducción; y lo hice. En esa época -hablo ahora de los años ochenta, el comienzo de los ochenta- una conservadora del Museo de Arte moderno, Margit Rowell, preparaba una selección de textos de Miró, y también gracias a Jacques, me encargaron la traducción de todos los ensayos de Miró, que escribió mucho en francés. El resultado fue un libro de 300-400 páginas en el que hay una brillante entrevista entre Jacques y Miró. Aprendí mucho sobre la vida del pintor, sus métodos de trabajo, sus experiencias en París en los años veinte.

   - ¿Trabajaron juntos sobre las traducciones de su poesía?

   - Primero queise trabajar con él sobre las traducciones, porque incluso con toda la admiración que yo sentía por sus poemas me resultaban difíciles. Era un francés difícil, y difícil también volcarlo al inglés con el tono adecuado y justo. Trabajamos juntos, frente a frente durante días y días, examinando cada palabra, cada frase de los poemas. Jacques no hablaba inglés en aquel entonces, pero me explicaba en francés cada matiz, y esto me ayudaba mucho, y también corregía las traducciones que yo hacía.

   - Es una poesía trabajada desde una voluntad de impersonalidad, a veces de inhumanidad. ¿Como se consigue atrapar al lector? ¿por qué necesitamos ese tipo de poesía?

   - No sé, es difícil, es como intentar explicar el amor. Hay algo en el tono de sus poemas, en la fuerza de la sintaxis, una especie de aceleración que me ha impresionado muchísimo. Muy joven, me atrajo la violencia escondida de sus poemas. Lo encontré vivificante, como un grito, como una declaración de guerra contra las convenciones de la poesía, del pensamiento, de la filosofía, de la política. Creo que se correspondía con algo que yo buscaba en mis propios escritos. Jacques tenía veinte años más que yo, estaba mucho más avanzado en su camino y era una especie de faro en la lejanía. Incluso si nuestros poemas son muy diferentes, es el ejemplo de un coraje artístico que me impresionó.

   - Los surrealistas buscaban "el oro del tiempo", la poesía de Dupin, antes que eso parece remitir a "la edad de hierro". Hay algo de destrucción en sus paisajes minerales, en esta naturaleza abrupta, en la dureza e ilegibilidad de ese exterior.

   -Creo que siempre es necesario hablar de historia, de política, y sobre todo de guerra. Para esta generación que ha vivido la guerra, Francia estaba destruida, era como vivir en un país arruinado, y creo que había una pulsión por reinventarlo todo, sobre todo en la poesía. Sé muy bien que, para Jacques, René Char ha sido una influencia importante, pero prefiero los poemas de Jacques. Char ha sido el primero en acercar la poesía a este formato, fue casi una aproximación presocrática, que abordaba la tierra, el fuego, el cielo, los elementos. Esto marcó a Jacques y a otros poetas de su generación. Yo vivía en otra época, pero en Estados Unidos estaba la guerra del Vietnam. Esta guerra destruía la sociedad americana, era como un hacha gigante que cortaba los lazos entre las personas, segaba las relaciones sociales, una guerra estúpida que ha matado a multitud de gente. Había en nosotros, en mi generación -nací en el 47, tenía veinte años entonces, era justo cuando traducía a Jacques y escribía mis primeros poemas- había una rabia, un rechazo a aceptar las normas de la sociedad y las convenciones del arte. Incluso con esta diferencia de veinte años entre nosostros, compartíamos la misma rabia, procedente de circunstancias políticas, históricas y personales. Quizás por esto nos unimos. en esta época en la que traducía a Jacques, es decir en el 67 y 68, traducía también a los poetas surrealistas. Me fascinaban los escritores que estaban en la vanguardia artística de la época, y que al mismo tiempo tenían una conciencia política, querían cambiarlo todo. Puede ser que efectivamente los surrealistas fuesen ambiguos, eran mucho más artistas que políticos. Pero eran un ejemplo, algo a estudiar, y el primer libro que publiqué, en 1970 creo, fue una pequeña antología de los poetas surrealistas. Incluso antes de las traducciones de Jacques, publiqué traducciones de poemas de Breton, Éluard y otros.

   - ¿Puede que en Jacques Dupin y su generación coincida un rechazo a una cierta retórica surrealista?

   - Me exasperó un poco la controversia sobre el poema de Aragon, Front rouge. Aragon fue arrestado porque el gobierno encontró el poema incendiario, incitando a la revolución. Hubo un juicio y los poetas surrealistas, Breton y los demás, llamados como testigos, lo negaron todo, no se trataba una llamada a la revolución, era un poema, y los poemas no tenían el poder para provocar nada. Fue una buena idea para que exoneraran a Aragon de los cargos que pesaban sobre él, pero estaba en contradicción con todo lo que decían desde el principio. Debió ocurrir en 1931. Imagino que para alguien como Jacques, más joven, este no podía ser el camino a seguir. Cuando comenzó a escribir y publicar, los surrealistas ya no tenían ningún poder de provocación. Breton es hoy un escritor clásico, de una retórica completamente francesa. Es igual de estimulante. Prefiero los libros de prosa de Breton a sus poemas, Nadja es para mi un buen libro. No es que lo encuentre todo negativo pero no era la gran revolución que pensábamos.

   - Artaud?

   - Antonin Artaud es un poeta que impresionó mucho a Jacques. Me dijo que, siendo joven, iba a la biblioteca a París -olvidé cual- para buscar libros de Artaud, imposibles de encontrar en esa época. Puede que fuese hacia el final de la guerra, en 1944 o 1945. Artaud estaba todavía en el hospital, sus libros estaban agotados, y Jacques iba cada día a la biblioteca para transcribirlos, los copiaba a mano. Era una pasión para él. Creo que si queremos hablar de violencia en la escritura aquí está Artaud como el primero. Jacques también me contó una historia muy interesante. Había sido invitado a visitar a Artaud. Artaud había salido del asilo de Rodez en 1946 y había dado, al principio del año siguiente, una conferencia en el Théâtre du Vieux-Colombier. La sala estaba atestada. Jacques seguía interesándose mucho por sus escritos y no sé cómo había sido invitado para visitarlo. Jacques podría tener veinte años. Artaud abrió la puerta, Jacques se sentó en una silla y Artaud cogió una gran espada. Empezó a hacer giros, gestos de ataque teatrales, pero sobre todo amenazantes. Jacques permaneció tranquilo y silencioso sobre su silla. Después de tres minutos de este espectáculo de falsa violencia, Artaud dijo: "Bueno, ya está". Ladeó su espada: "Bien, ya podemos hablar". Era una especie de prueba, quería comprobar si Jacques tendría miedo y huiría. Jacques pasó la prueba, pudieron charlar durante horas.

   - El padre de Jacques Dupin era médico-jefe de un hospital psiquiátrico. La locura, el mutismo de la locura, lo que el llama también "el iletrismo", sería una verdadera preocupación de la poesía y de su poesía?

   - Jacques me dijo muchas veces: "He sido elegido entre los locos, mis mejores amigos fueron los locos". Su padre murió cuando él tenía tres años, se quedó sólo con su madre, en el asilo, una infancia extraña...Todo eso debió impresionarle bastante, influenciarlo para toda su vida, es evidente. Si queremos escribir una biografía de Jacques, hay que empezar por ahí, esas circunstancias tan extrañas de su juventud. Pero, perdóneme, yo querría volver a la amistad. Seguramente ha leído usted lo que escribí sobre Jacques por su aniversario, hace cuatro años, Historia de una amistad, en el libro de homenaje publicado por sus 80 años por POL. Hay muchas cosas, sobre todo un texto muy conmovedor de Yves Bonnefoy, una especie de lamento por el hecho de que no haya habido una verdadera amistad entre él y Jacques, a pesar del deseo de Bonnefoy de estar más próximo. Querría añadir esto a esta Historia de una amistad: Jacques ha sido como un hermano para mí, no un padre, sino un hermano mayor que se ocupó de mí de una forma que no había hecho nadie en mi vida. Estuvo allí en el momento crítico de mi juventud. Yo tenía muy poco dinero en París y Jacques, como director de publicaciones de la galería Maeght, me encontró un trabajo que me permitió vivir. Traduje casi todas las monografías que Maeght publicaba en la época sobre los artistas. Traduje un libro sobre Chillida, otro sobre Riopelle. Quizá un tercero y un cuarto, porque Jacques dijo que un editor inglés estaba interesado en la publicación. Pero no era así! Quizá tenía algún interés en traducir esos textos, pero no era verdad. Y, en efecto, Jacques me daba también el dinero de una forma digna. Porque siempre estaba dispuesto a darme dinero líquido. Muchas veces, me dijo: "Bueno, toma este dinero, no lo necesito". Y me forzaba a aceptar trescientos francos, doscientos francos, no sumas enormes, pero muy importantes en aquel tiempo. Yo no quería aceptarlo y cuando entendió que era embarazoso para mí, inventó ese trabajo. Estaba bien pagado, era la galería Maeght quien me pagaba y los libros no eran nunca publicados, en ningún sitio, eran traducciones para nada. Jacques preservó mi dignidad y pudo ayudarme. Encuentro esto extraordinario.


   - Y lo hizo discretamente...


   - Si, jamás habló de ello. Bastante más tarde pensé mucho sobre ello y lo entendí. Si todavía aún hoy le preguntas a Jacques  sobre todo esto no desvelaría nada: "No, non, era cierto, había un editor". Además, al principio de mi estancia en París, yo tenía dinero suficiente para alquilar un apartamento, pero, en un momento dado, ya no pude pagarlo. Jacques y Christine, que vivían en la calle del Louvre en aquel tiempo, en un gran edificio haussmaniano, muy bonito, tenían una habitación suplementaria en el segundo piso. Se la habían cedido antes que a mí a otros poetas, a Philippe Denis, por ejemplo, que había vivido allí, o a los refugiados políticos que pasaron allí cierto tiempo...


   - ¿de los países del Este?


   - Creo que había un cubano, que estuvo con Castro en la revolución. Había renunciado y se había ido, era un hombre perdido y Jacques lo ayudó mucho. Creo que también había un poeta turco, que era revolucionario, no sé lo que hacía. Luego estuve yo. Jacques y Christine me cedieron esta habitación durante un año, gratuitamente. Gratuitamente viví en su edificio, el correo llegaba a su casa, estuve allí en aquel apartamento cada día durante un año. Me invitaron cientos de veces a cenar, Christine era una cocinera magnífica, hacía unas comidas extraordinarias. Yo estaba sin blanca y gracias a los Dupin tuve un alojamiento y una manutención de lujo. Cómo no reconocérselo, cómo no quererlos para siempre y honrar su nombre por esta sublime generosidad, tan rara en el mundo. Todavía me sorprendo hoy, cuarenta años después, cuando pienso en esta época e intento profundizar, comprender la profundidad de su generosidad.


   - ¿Quizá era una época de crisis y tensiones más auténtica que la nuestra, de hombres también diferentes?


   - Puede, pero creo que lo que Jacques me ha enseñado, ahora que yo mismo ya soy mayor, es que los artistas, los poetas de una generación tienen la obligacion de proteger a los jóvenes que no tienen dinero, que necesitan ayuda, y es una responsabilidad del artista la de ser generoso con los jóvenes. Si luego intenté seguir su ejemplo fue gracias a la lección que me enseñó, comprendí que es un deber humano reaccionar así.


   - ¿Fue gracias a Jacques Dupin que usted conoció a otros poetas, Jabés por ejemplo?


   - Non, no fue por él. André du Bouchet si, y muchos pintores como Riopelle y Joan Mitchell. Pero conocí -fue la otra cara de mi vida- a poetas más jóvenes en París. Comenzó con Claude Royet-Journoud. Cuando fui a Francia en el 71, primero pasé algunos días en Londres. Allí me encontré con un amigo, Anthony Rudolf, que me dijo: "Cuando vayas a Paris debes llamar a la puerta de Claude". Lo hice al poco de encontrarme con Jacques, y Claude y yo nos hicimos grandes amigos. Hay dos personas a las que veo regularmente cuando voy a París: Claude y Jacques. Fue por Claude, que estaba muy unido a Jabés en aquella época, como conocí a Edmond Jabés. Fue una amistad muy importante, pero menos íntima que la amistad con Jacques, no era lo mismo. Edmond era un abuelo y Jacques era un hermano, era totalmente diferente.


   - ¿Esos valores humanos eran los más importantes, había algún tema predilecto en sus conversaciones?


   - Tuvimos cientos de conversaciones, Jacques y yo, siempre muy tarde por la noche, después de cenar. Bebíamos y fumábamos muchísimo! Y hablábamos muchísimo: sobre política, sobre la vida, incluso sobre deportes, pintura, poesía, filosofía, todo. Eran conversaciones abiertas, abordábamos muchos temas. Me enseñó mucho sobre pintura. Había toda una generación de pintores que yo no conocía antes de mi llegada a Francia, aquellas exposiciones en la galería Maeght por ejemplo, alguien como Nicolas de Staël, o Riopelle, y otros, Ubac, Palazuelo...

   -¿Bram van Velde?


   - Conocía a Bram van Velde por Beckett, que era otra de mis obsesiones- había leído a Beckett mucho antes. Pero conocí a Van Velde gracias a Jacques. Había una exposición en la Fundación Maeght. Era, creo en el 73, y allí estaba él. Tenía los ojos muy azules, claros e intensos. Gracias a Jacques también me invitaron a una velada por los 80 años de Miró y allí conocí al artista. Las puertas se me abrían todas gracias a Jacques. Me di cuenta de que luego de un tiempo -tenía muchos amigos escritores- no hablábamos nunca de escritura. Preferíamos hacerlo de la vida y no de trabajo. Leíamos, nos admirábamos, nos apoyábamos, pero no necesitábamos discutir de cada detalle del trabajo, no éramos profesores, sólo escritores que vivían como otras personas, y a partir de un cierto momento, la amistad fue más importante que el trabajo. 


   - Conocía ya a George Oppen, Charles Reznikoff?


   - No, él no los conocía. Yo le traía cada cierto tiempo a Jacques y a André algunos libros de poetas americanos. Me acuerdo de una anécdota divertida. Jacques quería aprender inglés, seguía un curso por teléfono - no sé si todavía existen -, pero en aquella época, en los 70, podíamos hacer cursos de idiomas por teléfono, diez minutos al día, antes de ir a trabajar. Y me dice: "Esto no va muy bien Paul, podrías ayudarme?". Entonces me convertí en el profesor de inglés de Jacques. No era un buen profesor, hay que decirlo, pero leimos juntos novelas policíacas de Raymond Chandler en inglés.


   - ¿Qué relación establecería usted entre lo que le ha gustado de Jacques Dupin y lo que le gusta de la poesía americana?


   - Creo que hay correspondencias incluso si un poeta como Oppen habla de cosas más concretas, por decirlo así. En sus poemas, hay coches, edificios, referencias más históricas que en los poemas de Jacques, que en la mayor parte de los poetas franceses. Creo que en el fondo, la sensibilidad no es del todo diferente. Con un poeta como Creely, por ejemplo, al que admiro muchísimo, y Oppen, hay siempre esta búsqueda filosófica fundamental: como vivir? qué es la vida? como percibir la realidad? Estas grandes cuestiones metafísicas están en su poesía, pero expresadas de una forma distinta. Son primos, no extranjeros. 
    
   - ¿Porque es una poesía del espacio y del viaje? En Dupin la naturaleza está amputada, rota. Pero lo hay también muchos escritores, en su trabajo, en los autores americanos, el lirismo se ha roto. 


   - Un poeta como Reznikoff es un poeta de la ciudad, pero también se mueve, es un gran caminante, y tiene también una sensibilidad nada lejana de los franceses. Hay toda una poesía americana que no tiene nada que ver con esto, pero tambié hay toda una poesía francesa que no tiene nada que ver con Jacques. En un territorio inabarcable con muchas aproximaciones. Creo que son los poetas íntimos, compactos y feroces los que me interesan, que sean alemanes, españoles, franceses, americanos o ingleses es lo de menos. Es como el puño de una mano, esta es la poesía que más me interesa. Por ello precisamente llegó un momento en el que no pude hacer poesía - este es otro tema para abordar en otra ocasión- pero me topé con un muro, no podía avanzar más, estaba acabado. Tenía 29-30 años, y luego de diez años de escribir poesía, no podía hacerlo más. Me pasé un año sin escribir, pensando que todo había acabado para mí, y entonces lo retomé, pero en prosa. Tuve una especie de segunda vida de escritor, una verdadera ruptura entre el comienzo de mi vida y todo lo que ocurrió después. Jacques estuvo presente en ese momento tan importante de mi vida. Es algo que estoy tratando de escribir en un nuevo libro que tengo en marcha. Cuando llevaba un año sin escribir, Jacques vino a Nueva York y pasamos un día juntos. Esa tarde estaba invitado a una sesión de danza de una coreógrafa que vivía con uno de mis amigos, un poeta americano. Cuando vi a los bailarines algo se activó dentro de mí y me dio la posibilidad de volver a escribir. Y Jacques estaba a mi lado. Es sorprendente pensarlo hoy. Él estaba allí. Después de esta experiencia con los bailarines, dos semanas después de morir mi padre, empecé a escribir La invención de la soledad. Era el verdadero comienzo de mi trabajo como prosista.


   - Es un tema difícil, pero tanto en su trabajo como en el de Jacques Dupin está el tema de la desaparición del padre.


   - Si, Jacques tuvo un padre invisible, y yo tenía un padre fantasma. No es lo mismo exactamente pero la cosa se parece mucho.


   - Detrás de la figura del padre, quizás habría una sociedad en la que los padres han estado ausentes?


   - Por esto precisamente se parecen nuestras generaciones de Francia y Estados Unidos. Para Jacques, fue la Segunda Guerra mundial, para nosotros fue la del Vietnam. En Estados Unidos hablamos de Generación perdida, es decir, de la brecha entre padres e hijos. La prensa habla mucho de la ruptura que se produjo en la  época, había mucho de cierto en este análisis.


   - En Francia estuvo la guerra de Argelia, luego mayo del 68.


   - Jacques me habló mucho de la guerra de Algeria y de lo que pasaba entonces en París, particularmente de la represión sangrienta en las manifestaciones por parte de la policía francesa. Fue un período tan negro como repulsivo, chocante en la historia de Francia. Creo que esto reforzó la idea de oposición que Jacques ya tenía y que compartía con su generación. Mayo del 68, se desencadenó sólo tres años antes de mi llegada a Francia, era un recuerdo muy reciente en el espíritu de las gentes. Para Jacques, era una especie de grande y bella explosión de libertad, estaba muy feliz con estos acontecimientos. Lo triste fue que tanto en su país, Francia como en Estado Unidos, los jóvenes del 68 perdiesen y la derecha retomase muy rápido toda su fuerza.


   - ¿Le habló de L´Éphémere?


   - Ah si, fue muy importante para mí. Leía cada número atentamente. Gracias a L´Éphemère me interesé mucho por el escritor etnólogo Pierre Clastres, que había publicado un pequeño ensayo. Me quedé fuertemente impresonado, pregunté a Jacques quién era el autor: era un joven etnólogo, estudiante muy brillante de Lévi-Strauss. Compré su Chronique des Indiens Guayaki. Luego traduje el libro al inglés, cuando volví a los Estados Unidos. Quizás fue el mejor libro en prosa que traduje, una verdadera obra maestra. Desgraciadamente Clastres murió joven, a los 43 años, en un accidente de coche. L´Éphemère era la revista más interesante que jamás había leído, creo, sobre todo en Francia. Luego estuvo Argile, una revista muy buena, pero menos excitante que L´Éphemère. En Argile fue donde publiqué  por primera vez en Francia, también gracias a Jacques, siempre gracias a Jacques, todo lo que me ocurrió en Francia fue gracias a Jacques...


   - ¿Hay en la poesía de Jacques Dupin la búsqueda de lo externo y de la diferencia que quizá era lo que le hacía sensible a su alteridad de joven escritor americano?


   - Me dijo más tarde que cuando nos dimos la mano por primera vez pensaba encontrarse con un profesor de cuarenta o cincuenta años, no con un joven de veinte. Creo que le gustó que fuese un joven quien se interesase por sus poemas y no un profesor.


- ¿Quizá encontró en usted lo que no encontró en algunos jóvenes franceses, demasiado imbuidos de teoría y política?


   - Quizás. Intenté leer a estos teóricos franceses, no llegué muy lejos, no me interesaba. El filósofo más importante para mí el que cambió totalmente mi vida -hablo de autores franceses- fue Merleau Ponty. Fue toda una revelación y estudié atentamente sus obras cuando tenía 19-20 años. Mi mujer Siri Husvedt, que es una novelista muy interesada por la neurología, piensa que Merleau-Ponty se ha convertido en un punto de referencia para las nuevas investigaciones científicas, porque fue este filósofo el que incorporó el cuerpo en la filosofía.


   - Usted ha leído desde sus años universitarios la poesía de Jacques Dupin, conoce todos sus libros. Como ve usted al poeta vivo actual, hoy día?


 - Los poemas de Jacques son cada vez más fuertes. Me gustó todo lo que hizo desde el principio, pero creo que es todavía mejor ahora. Llegó a un momento en el que secciona la sintaxis más radicalmente que al comienzo. Esto le da una vitalidad en la expresión poética que lo hace incomparable. Leerlo es siempre una experiencia mágica. Es como escuchar una pieza de música, la sentimos con el cuerpo. Todas esas frases que surgen, esos cortocircuitos que producen la aceleracón de la sintaxis, creo que este es el verdadero don de Jacques como poeta. Cada vez se encuentra más a sí mismo. Y es realmente sugerente ver que Jacques jamás renuncia. Ha alcanzado una edad avanzada pero su espíritu permanece siempre joven. Es raro porque la mayoría de los poetas célebres como él se convierten en personas un poco conservadoras, dejan de experimentar, de plantearse "they rest on their laurels" como decimos en inglés. Pero él nunca, siempre busca algo más, y esto es vivificante para mí. Y luego está la otra vida de Jacques, el crítico de arte. Aquí reside la fuerza de su lucidez, la claridad de alguien que sabe pensar, que sabe observar, y una prosa que puede ser tan poética en textos cortos, pero en los grandes estudios y sobre todo en el gran libro sobre Miró, está verdaderamente el trabajo de un sabio dotado de una erudición profunda que se explica brillantemente. Adoro esos ensayos. Hace algunos años, me envió una selección de textos que nunca había visto, con ensayos por ejemplo de Reverdy, magníficos, verdaderamente entre los mejores que he visto sobre poesía. Jacques Dupin es para mí un escritor de un enorme talento y de una gran profundidad. Produjo una obra inmensa. 
Paul AUSTER
Entrevista realizada en francés por Víctor Martínez en junio de 2011
[traducción propia]

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