Cada día me presentan a un nuevo apático. Suelen ser ejemplares machos de cierta altura y pelo más bien escaso. Sé que son apáticos no por su tediosa existencia, puesto que non dan señales de abandono ni diagnóstico DSM de nuevo cuño. Lo sé por la indisimulada contradicción entre su prepotente sonrisa y su mirada sumisa. Suelen ser, los apáticos, personas de imaginarios pasados gloriosos y presentes gloriosamente inmerecidos. A veces, son individuos muy jóvenes, lo que hace difícil su parametrización, pues no corresponde su edad con el volumen de episodios requeridos para mutar en apático, así que concluimos que la apatía por imitación es un riesgo ya no potencial, sino un hecho positivo. Crecen y se multiplican como los perros, pero no se jactan de pertenecer a ninguna secta, pues así es como definen a cualquier reunión de individuos que non tenga por objeto el puro ocio y el puro compartir nadas de colores. Podríamos reconocerlos como individuos alienados, puesto que sus miradas, a veces perdidas, apuntan siempre a una dirección correcta. Son curiosos, porque siendo apáticos a más no poder, están siempre vigilantes de que su especie no se vea mermada de efectivos como consecuencia de modas en políticas de natalidad que implicarían ciertas ventajas para sus cónyuges....
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