martes, noviembre 19, 2019

Joker

No escucha, ¿verdad? Me hace las mismas preguntas cada semana. ¿Qué tal el trabajo? ¿Has tenido pensamientos negativos? Yo solo tengo... pensamientos negativos.

Joker es la representación de la broma que no hace gracia. No concuerdo con Zizek, que defiende una pura adscripción nihilista; el nihilista niega la existencia de principios morales o religiosos mientras que  el Joker se transforma en el abanderado de la lucha contra la violencia de una sociedad que maltrata al ciudadano más vulnerable. Según Zizek, Joker se pregunta qué pasaría  si los desposeídos decidieran atacar, pero no, no es eso. Es cierto que es precisamente el miedo a la rebelión del oprimido el que nos hace revolvernos en nuestros asientos, inquietos por una realidad en la que convivimos con un susto continuo ante la posibilidad de una nueva chispa de la historia que desencadene un cataclismo. Pero ciñéndonos al relato fílmico, Joker no es consciente de desencadenar nada, o mejor dicho, conscientemente no desencadena nada, lo que no lo hace menos aterrador, sino todo lo contrario. Joker no asesina impunemente en el metro a tres hombres de éxito simplemente porque pertenezcan a una clase superior; se defiende de un linchamiento y de una muerte casi segura. Lleva pistola no porque sienta la necesidad de usarla, sino porque alguien -más consciente del peligro de interpretar correctamente la violencia del sistema- se la pone entre las manos. Luego dirá que fue porque cantaban mal, y eso sabemos lo que significa; cuando la violencia ya se ha desencadenado, no importan las causas, porque el placer que otorga la capacidad para infligir dolor convertirá en irrefrenable el deseo de seguir haciendo daño, y ya sin importar mucho a quien.  Lo inquietante de la película tiene que ver con la capacidad como espectadores para reconocer un contexto de violencia sistemática producto de una desigualdad social que ya ha alcanzado su umbral soportable, lo ha traspasado ya hace tiempo. La población oprimida ha actuado con pasividad ante el saqueo de un sistema económico depredador y quizá el mensaje sea muy claro, terroríficamente evidente, pues quizá nos obliga a cuestionarnos si vamos a soportar la burla y el linchamiento pues ¿qué otra cosa son los desahucios, los recortes extremos en sanidad  o el desprecio explícito hacia las víctimas de la violencia? Hay momentos fantásticos en la película, primeros planos absolutamente magistrales a nivel interpretativo, uno de ellos por ejemplo cuando Joachin Phoenix -porque aquí,  para mi, no habla el Joker- le dice a la asistenta social, No me escuchas, verdad?. Ahí está la cosa, amigas. Escuchar, hoy día puede sacarte de la carretera. Aterrador. 

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