miércoles, enero 15, 2020

La edad de la ira, Pankaj Mishra


Pankaj Mishra (India, 1969) ensayista y novelista, doctorado en literatura en la Universidad de Jawahallal Nehru de Nueva Delhi y colaborador habitual en revistas como The New Yorker, The New York Review of Books, The New York Times Book Review y The Guardian, es autor de una extensa producción bibliográfica que comprende ensayos, libros de viajes, reportajes y novela. Su libro De las ruinas de los imperios (Galaxia Gutemberg,2014) le convierte en el autor no europeo más prestigioso al ganar el primio Leipzig Book Award for European Understanding. Por su origen asiático y su erudición en cultura europea, sus puntos de vista constituyen un original punto de observación de la actualidad. 

La edad de la ira, es un libro enmarcado en la disciplina de la historia del presente. En España, fue Julio Aróstegui uno de los teóricos que aportó más investigación en este campo. En un ya lejano 2005 pude asistir a unas excelentes clases del profesor sobre la historia de la violencia en nuestro país. Eran los primeros tiempos de la historia del presente y recuerdo lo extraordinario que me pareció en aquel momento poder reflexionar sobre la actualidad desde un punto de vista histórico. Desafortunadamente no seguí con mucha atención la deriva de la investigación académica de esta disciplina a partir de entonces. La desaparición del discurso histórico del debate de actualidad en un contexto de total marginación de las humanidades, fue tan implacable como nocivo; a la vista están las consecuencias de estas lagunas en el estudio y comprensión de nuestra historia en general y la reciente en particular. El conocimiento del pasado no constituye por sí mismo una garantía de políticas exitosas para alcanzar un futuro mejor, pero podemos estar seguros de que lo contrario es la deriva más eficaz hacia la confusión.  Niall Ferguson, suele insistir en las carencias de los docentes  de historia a la hora de enseñar de metodologías de comparación entre períodos históricos como causa fundamental de la falta de comprensión de la actualidad en relación con el pasado. Es evidente, por ejemplo, que la obsesión actual de asimilar la actualidad con los años 20 y 30 del pasado siglo, es un flagrante error. En nuestro país, a este déficit, habría que añadir, además, la enorme laguna que supuso la extinción del discurso histórico y filosófico producto del exilio de las personas académicamente más relevantes, a partir de la posguerra. Se sumó además el ocultamiento y marginación del estudio de la historia reciente de España en las aulas y en el debate, como consecuencia del miedo constante a desatar viejos odios que si persistieron fue precisamente por falta de explicación y de debate en torno al pernicioso tabú de la reconciliación nacional. Un círculo vicioso que no se romperá con el olvido sino con la comprensión, intelectualmente hablando, de los fenómenos históricos. En este contexto es especialmente relevante el libro de Mishra, porque hay un riguroso empeño de análisis del complicado mundo actual sustentado en el conocimiento del autor de diferentes contextos culturales y en unas fuentes bibliograficas abundantes y solventes. Me parece un libro no sólo de lectura obligada, sino de relectura constante, porque ofrece rutas eficaces para orientarnos en la confusión de los extremismos que nos sobrecogen: las desigualdades, la radicalización política, el fundamentalismo religioso, la competitividad extrema, el individualismo a ultranza, la violencia de género, la xenofobia, el ataque al medio ambiente o el terrorismo.  Un estado de ira generalizada para cuya explicación Mishra propone una revisión histórica que pasa por cuestionar las bondades de la ilustración; mover los pilares mismos en los que se sustenta la superioridad intelectual de Europa como paladín del progreso que ha de guiar al resto del mundo. Una crítica, otro intento más, es cierto, al eurocentrismo. Mishra se pregunta, y hace que nos preguntemos ¿dónde reside la explicación de tanta barbarie? ¿cual es el origen de esta ira que no cesa y que nos mantiene en un estado de miedo y perplejidad que por su intensidad produce una parálisis que amenaza con perpetuarse? La clave, parece estar en el resentimiento, un estado emocional tóxico y global que afecta a una ciudadanía que ha visto ya por demasiado tiempo frustradas sus esperanzas de conseguir las metas que proponía la política supuestamente más respetuosa con el ser humano posterior a la Ilustración. El resentimiento global de hoy produce los mismos monstruos que el de aquella primera globalización de finales del XIX. La política de retórica y gestos extravagantes, dice el autor, es la misma hoy que la aquel Gabriele D´Annuncio, el inventor del saludo nazi, cuando ocupa la ciudad de Fiume. La política xenófoba actual es la misma que llevó a ciudadanos franceses a masacrar a trabajadores inmigrantes italianos en 1893, o la que explicó el supremacismo de Estados Unidos contra los chinos, o la de Austria-Hungría cuando convirtieron a los judíos en chivo expiatorio. El terrorismo actual tiene mucho más que ver con una crisis global del capitalismo que con el choque de civilizaciones, un mantra que por su extrema simpleza se asimila mucho más facilmente por el conjunto de una población poco dispuesta a la autocrítica. Los fenómenos de violencia terrorista de hoy día tienen mucho más que ver con los cometidos por anarquistas y nihilistas del siglo pasado que asesinaban a jefes de estado que con diferencias religiosas de diferentes culturas. No parece fácil a primera vista, pero Mishra nos plantea las cuestiones desde una óptica muy ilustrativa. Hoy, como en 1916, vivimos en una atmósfera densa y venenosa de sospecha, codicia y pánico mundiales, (Rabindranath Tagore). La ultraderecha en auge en Europa no tiene una visión muy diferente de aquella que presentaba el Manifiesto futurista de Filippo Marinetti, admirador de D´Annunzio, cuando decía: queremos glorificar la guerra- única higiene del mundo-, el militarismo, el patriotismo, el ademán destructor de los anarquistas, las bellas ideas por las cuales se muere y el desprecio a la mujer. Queremos destruir los museos, las bibliotecas, las academias e todo tipo. La reciente violencia salvaje se parece, en palabras de Mishra "a la más larga y extrañas de las guerras mundiales: una guerra que se asemeja, por su ubicuidad, a una guerra civil global". Hay muchas cuestiones que es necesario repensar para entender este nuevo escenario de violencia global y el autor aporta interesantes ideas e indica la necesidad de plantearse las preguntas pertinentes. Avisa de que "desde versiones islamocéntricas del terrorismo está claro que no se va a encontrar la solución" y sostiene que las élites politicas de Occidente "se mantienen incapaces de abandonar su adicción a trazar líneas en la arena, en su empeño de cambiar regímenes y reconvertir costumbres autóctonas, reflejando así su incapacidad de saber lo que están haciendo ni lo que están gestando". Está claro que esta sobreactuación de las potencias mundiales encabezadas por EEUU -véase el reciente atentado contra Irán- hablando sin cesar de la superioridad de los valores propios, no va a aportar soluciones, sino más resentimiento, y por tanto, más violencia. Porque la sociedad comercial universal de individuos racionales que buscan su propio interés defendida originariamente en XVIII por pensadores de la Ilustración como Montesquieu, Adam Smith, Voltaire y Kant, no nos trajo la prometida civilizacion universal con su armonizada mezcla de sufragio universal, oportunidades educativas, crecimiento economico sostenido, iniciativa privada y progreso personal. Además, la globalización, según Mishra, ha debilitado formas anteriores de autoridad y ha generado imprevisibles actores internacionales, y tal como anunciara Hanna Arendt en 1968, parece que por primera vez en la historia, todos los pueblos de la tierra tienen un presente comun. Las bondades de un mundo interdependiente y globalizado, sin embargo, sí han sido utilizadas por los individuos del Daeshs y por los demagogos y líderes autoritarios de todos los colores en un contexto de políticas reactivas antidemocráticas en Francia, Estados Unidos y Reino Unido pero también en Tailandia, Filipinas, India o Israel. Y ante este mundo de imágenes habituales de medios de los políticos airados insultando a los inmigrantes y a los "otros", en el que el umbral de la atrocidad ha ido bajando, y aumenta el racismo, la misoginia y la demagogia del discurso, se revelan "los hombres del resentimiento" . El autor ve también reminiscencias de Nietzsche porque parece esta toda una tierra temblorosa de venganza subterránea, inagotable, insaciable en exabruptos, como afirmaba el filósofi, porque tenemos la sensación de que el mundo gira sin control. El libro adopta, pues, una perspectiva muy diferente de la crisis universal, alejando del islam y del extremismo religioso la carga de la explicación: los desórdenes sin precedentes que acompañaron a la aparición de la economia capitalista industrial de la Europa del XIX y que produjo dos guerras mundiales, totalitarismos y genocidios en la primera mitad del siglo XX, estaría infectando hoy a regiones más vastas y mayores poblaciones de Asia y Africa, que entraron en contacto con la modernidad a través del imperialismo europeo y se están hundiendo en la fatídica experiencia occidental de dicha modernidad. La crisis universal supera la cuestión del terrorismo. El enfrentamiento Islam/Occidente no explica los males y la violencia actuales, por lo tanto, deberíamos abandonar ya esta obsesión y centrarnos en las causas de un resentimiento global que transciende fronteras nacionales, religiosas y raciales.  Es evidente que una global desigualdad en la distribución de la riqueza ha levantado muros humillantes y que las comunicaciones digitales, que nos aproximan a todos, aumentan la capacidad para establecer comparaciones envidiosas en un ambiente de "solidaridad negativa", en palabras de Hanna Arendt, cada vez más claustrofóbica. Hay que tener en cuenta, además, que en el pasado, las situaciones de crisis y desigualdad extrema eran amortiguadas por instituciones como la famila, la comunidad o el estado, hoy mucho menos activas. 
De modo que deberíamos de prestar atención a las proféticas palabras de la filósofa, cuando advertía de un futuro marcado por un "tremendo odio mutuo y una irritabilidad universal de todos contra los demás". No está de más, bajo mi punto de vista, atender al extraordinario análisis de otro filósofo, este más olvidado, Max Scheler, sobre todo sus aportaciones para una fenomenología del resentimiento y en su reflexión sobre el vínculo de amor como raíz del espíritu personal y de la comunidad de personas, ya que sólo a la luz de éste aparece el rostro del otro en su aspecto más noble. Del libro de Mishra, además, tenemos que destacar un valiosísimo apartado bibliográfico del que ahora destaco únicamente las obras disponibles en castellano.

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