Foto: Consultorio de Sigmund Freud (Edmund Engelmann 1938)
Nuestros vecinos del norte siguen intentando desmontar a Freud. Y es que las terapias basadas en el visionario vienés tienen consecuencias para la salud -y para la economía, por supuesto- de muchas personas. Las asuntos del alma tienen peligrosas implicaciones cuando se salen del la reducida sala de la bola de cristal. De todos modos les envidio, preferiría, con mucho, debatir sobre el diván, antes que sobre el confesionario. Seguimos desmontando a Freud?
A por el psicoanálisis
Ya quedan lejos los tiempos en que todo el barrio latino se recostaba sobre el diván. Después de las primeras cargas de los intelectuales y los pacientes, son los padres de los autistas los que encabezan la lucha. La causa: unas prácticas ancladas en su dogmatismo. No son grandes intelectuales ni médicos prestigiosos, sino un puñado de padres de autistas enfadados. Pero acaban de asestar uno de los peores golpes jamás recibidos por el psicoanálisis. El 8 de marzo, bajo su presión, y después de haber movilizado a un batallón de 145 expertos, la Alta Autoridad de la Salud calificó de "no consensuados" los enfoques psicoanalíticos del autismo. El veredicto es inapelable: los principios freudianos no han demostrado su eficacia para esta patología y los psiquiatras que las aplican "deben replantearse la cuestión". "Otra cruzada contra nosotros", aúllan los interesados. Ya habían sido seriamente incomodados por "El libro negro del psicoanálisis" coescrito por unos cuarenta especialistas en 2005, luego por el ataque del filósofo Michel Onfray, "El crepúsculo de un ídolo, la fabulación freudiana", en 2010. Esta vez, los adeptos de Freud corren el peligro de perder una batalla por otra parte más rentable, la de la opinión pública. Los padres de los autistas inflingen a la profesión una verdadera terapia de choque: a los psicoanalistas les toca exorcisar sus demonios. Eso significa que las teorías del psicoanalista Bruno Bettelheim, que en los años 1970 acusaba a las madres abusadoras de haber generado el autismo en sus hijos, han tenido consecuencias. Como lo testimonian las aportaciones de los padres en la blogosfera ("se nos acusa, se nos pregunta si deseamos a nuestros hijos, si somos una buena pareja") o el discurso de los psicólogos en "El Muro" de Sophie Robert, apoyado por la asociación de padres Autistas Sin Fronteras. La película es agobiante para ciertos practicantes interrogados. Un florilegio: "con un niño autista no puedo hacer mucho. Me siento, me pongo a su lado y escucho", "han permanecido en el útero ¿por qué quieren ustedes que hablen?". "El Muro" está actualmente prohibida por la justicia, debido a la demanda de lacanianos descontentos por ser "ridiculizados"; pero su imagen ha recibido un duro golpe. "Nuestros hijos son minusválidos, sufren un transtorno de desarrollo neurológico", explica Vincent Gerhard, presidente del colectivo Autismo. Se les deja vegetar en los hospitales psiquiátricos, aún cuando existen técnicas de reeducación comportamental". Métodos procedentes de Estados Unidos asimilados a "adiestramientos" por los partisanos del diván, pero que son hoy día recomendados por la Alta Autoridad de Salud. Que fuesen los pacientes los que se atreviesen a atacar la doxa psicoanalítica es una cuestión crucial. Sobre todo en Francia, tierra de elección de Freud, en donde la disciplina dominó durante décadas, no solo la psiquiatría, la psicología y el tratamiendo de las enfermedades mentales, sino también la mayoría de los campos intelectuales (filosofía, literatura, etnología, política...) y hasta en los platós de televisión más concurridos. Recordemos aquel número de "Apostrophes", la emisión culta de Bernard Pivot, dedicada al psicoanálisis en marzo de 1977. En la época, en el ambiente contestatario heredado de mayo del 68, el pensamiento freudiano es una formidable herramienta de crítica y de subversión. El flamante Jacques Lacan domina la escena intelectual. Los otros santos fundadores son adulados: Freud, Jung, Klein, Winnicott...Se enfrentan, en el Barrio Latino a propósito de las escisiones en el seno de tal o cual escuela. "Lorsque l´enfant paraît", el nuevo programa de Françoise Dolto en France-Inter tiene mucho éxito.Todo intelectual que se precie posee el libro "Vocabulaire de la Psychanalyse", de Laplanche y Pontalis, en su biblioteca. Incluso el presidente de la República Valéry Giscard d´Estaing, ha tentado el diván, como lo revela "le Canard enchaîné". Tratar sobre psicoanálisis es tener "un aura intelectual, un bonus cultural", declara Bernard Pivot. En su programa, el psicoanalista Didier Anzieu, en cuanto a él, elogia este "acceso a una forma moderna de sabiduría", esta posibilidad de "curación de las partes sufrientes de una persona". Describe un "viaje a medio camino entre la medicina y la filosofía". El amor también pasa por el diván. La psicosocióloga Dominique Friches incluso evoca los anuncios de "encuentros amorosos" del "Nouvel Observateur", en el que a los lectores les gusta decir que "están en terapia". Al suponerse haber sido purgados de sus neurosis quieren que también lo sean "sus medias naranjas". Sin embargo, una cura analítica, es larga, seis, diez años, puede que más, a razón de dos o tres sesiones por semana. Además es cara (50 euros de media hoy día, sin posibilidad de devolución). Pero los niños mimados de los años gloriosos se embarcan por miles en este viaje iniciático que les ayudará a sobrellevar su infelicidad. Todo interno en psiquiatría debe también psicoanalizarse, lo que consolidará para largo tiempo las teorías del médico vienés en el sistema de salud francés, hasta lo más profundo de su incosciente. Puesto que, durante los años 1970, el tratamiento de la salud mental hace su revolución. Acabó la cultura de manicomio del siglo XIX. A partir de ahora las curas se desarrollarán "fuera de los muros" del hospital. El enfermo ya no se considerará un montón de moléculas atontadas por los medicamentos y los electrochoques, sino un "sujeto" capaz de conocerse a si mismo. Lo que hace cuarenta años fue su bastión, es hoy su talón de Aquiles: la teoría psicoanalítica, que si bien ha humanizado la salud mental, no evolucionó al ritmo de la ciencia. En nombre de la libertad, incluso tendió a huir de ella. Rechazó en bloque las versiones sucesivas del "Manual de diagnóstico y estadística de las enfermedades mentales" (DSM), publicado por la psiquiatría americana, y continuó aferrándose a su clasificación limitada a neurosis y psicosis. El cuestionamiento es casi una herejía. Ya en 1985, un artículo del doctor Escoffier-Lambiotte, en "Le Monde", que resaltaba los descubrimientos sobre los orígenes genéticos del autismo, había suscitado una ola de protesta por parte de los psicoanalistas. En 2004 todavía, desprecian un estudio de INSERM que compara los diferentes tipos de psicoterapia y concluye que los métodos comportamentales y cognitivos se muestran más eficaces que los inspirados por Freud. Todavía es hora para la catarsis. Los integristas del incosciente siguen rechazando cualquier evaluación. La pediatra, epidemióloga y directora de investigación del INSERM Anne Tursz lo constató entrevistando a alrededor de 50 psiquiatras (de los cuales la mitad son psicoanalistas). Observó "una desvalorización de la investigación en general e incluso una afirmación de su inutilidad, y un auténtico temor hacia las publicaciones americanas, las clasificaciones, escalas y herramientas, que son percibidas como herramientas que limitaban el espacio de libertad profesional". Desencuentros con la ciencia, pero tambien con los grandes movimientos sociales. En "Psycothérapie démocratique", que se publicará el 27 de abril, el profesor de psicología clínica Tobie Nathan subraya la forma en que el psicoanálisis ha perdido su crédito en Estados Unidos, otra tierra de elección: en los años 1970, en el momento de las grandes reivindicaciones gays, sigue considerando la homosexualidad como una perversión y una "enfermedad". En los años 1980, en plena explosión de la epidemia del sida, se empeña todavía en aconsejar el abandono repentino de la droga a los toxicómanos como paso previo a toda acción terapéutica, mientras todos los cuidadores preconizan la distribución gratuita de jeringuillas. Más recientemente, no ha calibrado el objetivo del debate sobre el matrimonio gay, la adopción en el seno de parejas homoparentales y la transexualidad. Desde luego, los grandes principios de la teoría freudiana (el "ello", el "yo", y el "superyó") se imparten todavía en las clases de filosofía en los institutos. Y desde luego que impregnan todavía la pedopsiquiatría. Pero a pesar de ello son los psiquiatras comportamentalistas (Christophe André, Patrick Légeron...) los que llenan los estantes de las librerías y los medios de comunicación. Después de los padres de los autistas, los disléxicos, los esquizofrénicos, los bipolares, los depresivos podrían ser los siguientes en montar en cólera. En Estados Unidos, un bipolar acaba denunciar a su psicoterapeuta, quien, en quince años, no le ha propuesto ningún tratamiento médicamente susceptible de regular su estado de ánimo. La constatación de Tobie Nathan: "El psicoanális ha llegado al final de su reinado". Tanto la historiadora del psicoanálisis Elisabeth Roudinesco y el filósofo Alain Badiou, claman por una renovación de las prácticas. Dejar de autoengañarse o morir.
Artículo de Jacqueline de Linares publicado en Nouvel Observateur nº2476
De nuevo gracias Florianne por tus correcciones.
2 comentarios:
de nada wapa, ya sabes, cuando quieras jeje. Acabo de poner el enlace en mi feisbú, hay que difundir la cultura jejejeje muaaaaaaaaaaaaaa
A psiquiatria en Europa, Francia incluida, hai tempo que deixou a Freud. Outra cousa son os que viven das miserias humans, que sei que siguen coa leria. Debe ser rentable.
Nunca curaron a ninguen, e os cinicos, amosaron que era mais barato, rapido, e rendavel ir a San Andres de Teixido.
Por certo, a psiquiatria moderna en Europa non ven de USA. Ven, maiormente da Gran Bretana e dos neokrepelians alemans
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