A María Negroni le gustan los cofres, las cajitas, en general, todo lo pequeño que pueda cerrarse con llave o esconder algo, creo que su mayor deseo sería, no digo poseer, sino contemplar el aleph. En su Pequeño Mundo ilustrado, María nos regala una colección de singulares minirelatos sobre unha inabarcable y variadísima colección de curiosidades en la que caben artistas, coleccionistas, músicos, títeres, cortos de animación, construcciones teóricas, frases geniales, vidas estrafalarias, retratos, autómatas, fantasías, juguetes, taxonomías, iniciales, perspectivas y todas las infinitas bifurcaciones que podría sufrir este inmenso jardín de escasamente doscientas páginas que nos regala. Es casi imposible encontrarse casualmente, en el mismo lugar y al mismo tiempo, a cien personas con las que te mantendrás unida toda tu vida. Tan imposible casi como gozar en un mismo instante de cien experiencias placenteras que todavía dejan margen para una eternidad de gozosa lectura o contemplación. Pues esto es lo que son estas escasas doscientas páginas, un cofrecillo minúsculo en donde caben tantos habitáculos como imaginó Borges para sus espacios geométricamente ilimitados.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
ten unha pinta moi boa
Publicar un comentario