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El presunto (?) asesinato de Asunta espanta no sólo
por la insoportable crueldad que se nos echa a la cara por el hecho insólito en
si: el presunto (?) asesinato de una niña de doce años a manos de sus padres. Cada día el caso presenta derivaciones que nos sumergen en nuevos abismos de
incomprensión. Uno de ellos es el hecho de que los actos originados por el
factor del mal, del que no queremos impregnarnos, es que casi nunca se trata de
algo nuevo. Siempre que buscamos un absurdo consuelo en la memoria encontramos
hechos similares. En nuestra memoria casi inmediata está el caso Bretón, pero
también aparece un escalofriante listado de 13 casos de filicidio muy recientes en nuestro entorno.
Entonces y casi automáticamente sometemos la información a un proceso de
comparación quizá para extraer alguna conclusión que nos ayude a comprender. Nos
resistimos a encontrar novedades porque sabemos que la inercia simplificadora y
generalizadora ayuda a extraer conclusiones rápidas y enseguida nos disponemos a
aceptar sentencias tipo se trata de un caso más de violencia (+adjetivo
correspondiente). Para los que no se atreven a asomarse del todo a la realidad
queda el recurso de acudir al mito y al esoterismo. Ambas alternativas son las que se ofrecen a una ciudadanía conmocionada y ansionsa de información en los periódicos de estos
días, a falta de explicaciones rigurosas. Pero para nuestro enorme
descuensuelo, las novedades siempre aparecen. La magnitud del mal puede
presentarse cuantitativa o cualitativamente pero el dolor que produce mantenerle
la mirada viene a ser el mismo. En el caso que nos ocupa no nos hallamos ante un
individuo que, por acción u omisión ha propiciado un daño extremo a un gran
número de personas. Tengo demasiado reciente el caso Eichmann como para no echar
mano de él. Aquí podemos hallarnos en el caso de dos personas que acaban con la
vida de su hija. No son hechos comparables teóricamente desde casi ningún punto
de vista. Pero el factor desencadenante es el mismo. No hay duda que de se trata
de la activación o desactivación de la zona cerebral que controla la empatía, la
capacidad para acercarse a las emociones y sentimientos del otro. Una gran
mayoría de ciudadanos, ante hechos como este, adoptan posturas de alejamiento
como forma de protección frente al dolor. Otras buscan desesperadamente
información. Unos para comerciar con ella, otras para entender la existencia de este
hecho insólito. Psicológicamente me resulta curioso el análisis de la recepción
de la noticia. El impacto y las diferentes formas de asimilación de este duro
golpe podrían aportar claves para los estudiosos del fenómeno del mal. El caso de
Asunta tiene la particularidad de habérsenos colado hasta la cocina porque no
estamos ante fenómenos o comportamientos propios de culturas exóticas. Se trata
de individuos como nosotros, si es que puede hacerse una abstracción que nos
haga reconocernos en un determinado grupo social. Son nuestros vecinos. Padres
como nosotros. Que se preocupan por la educación de los hijos, como nosotros.
Tienen nuestras mismas preocupaciones. Reparten su tiempo en las mismas rutinas.
Puede que tengan un nivel cultural o económico unos cuantos puntos por arriba o
por abajo, pero de alguna forma nos representan y por lo tanto nos obligan a
buscar escrupulosamente cualquier diferencia que nos aleje de ellos. En cierto
modo, el por qué lo hicieron nos resolvería dos problemas. Identificar la causa,
es decir, nombrar el hecho para poder reconocerlo, por una parte, y excluirnos
del grupo de pertenencia, por otra. De este modo, el móvil económico,
la enfermedad de la madre, la existencia de factores como agresiones o maltrato previo, celopatías o trastornos en la personalidad de los padres asesinos (supuestos) actuarían como fronteras infranqueables que nos mantendrían seguros del
lado del bien. Entiendo además que la búsqueda irrefrenable de información se
produce desde la bondad y la precupación como un esfuerzo colectivo productivo
que se plantea un único objetivo: general las expectativas necesarias para
comprender estos hechos con el fin de evitarlos. Los penalistas se esfuerzan
cada día en explicarnos que la dureza de las penas nunca ha conseguido disminuir
ni el número ni la magnitud de los delitos. Por lo tanto, superado el terror
inicial, la conmoción debe dirigirse a una exigencia de información abundante y
de calidad, entendiendo por información no únicamente el relato repetido de los
hechos en los medios convencionales, sino una aportación desde toda la variedad
de ámbitos que la transversalidad de este asunto exige. Necesitamos estudios
sobre casos similares desde el ámbito forense, psicológico, psiquiátrico,
médico, antropológico y sociológico como mínimo. En estos primeros días de
desconcierto total, al igual que se produce en fenómenos de shock
postraumático, los ciudadanos necesitan también apoyo desde la psicología y la
ciencia. Como colectivo, no tenemos por qué ser ni mostrarnos inmunes frente al
dolor. No tendría sentido exigir empatía al individuo si no la tenemos como
comunidad. Y no debemos ni conformarnos ni mucho menos reconfortarnos con la
información mediática porque no desconocemos que la información es materia prima
susceptible de intercambio comercial y a veces muy poco más. Limitarnos a este
tipo de medios implica dar credibilidad a quienes confunden "lupus" con "lapsus"
(debate "Abre los ojos", Tele5 28.09.2013) o programas que construyen titulares del
tipo los hosteleros de la zona ven incrementados sus beneficios debido da los
registros de los domicilios de los padres de Asunta. Seguimos.
4 comentarios:
¿ Como dous pais , poden matar a súa propia filla por temas de herencia ou parecidas ? É unha incógnita que seguramente se resolverá . É incrible que unha nai declare ante o xuiz , manteña a súa versión inicial e logo cando lle mostran que as cámaras de seguridade din outra entón cambia de versión . ¡¡¡QUE DIGA A VERDADE DUNHA PUÑETERA VEZ !!!
Bueno Iago, sabes que pasa? que non creo que saibamos moito con tanta mentira e balbordo. Pode que a nosa indignación inicial, sexa a resposta perfectamente lóxica dun momento de rexeitamento inicial que habería que repensar un pouco. O caso asunta vai sacando á luz moitas miserias ás que non somos quen de enfrontármonos. Estes días todos nos manifestamos asustados fronte á maldade, só vexo manifestacións primarias de rexeitamento e titulares tan denigrantes como o feito que se produxo. Cáeseme o xornal ao chan de noxo e non son quen de reproducir cousas que leo na rede.
Ana , dame o teu correo para poder mandarte o artigo antilomce
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