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Esta aquí Juliette Binoche, para darle credibilidad cinematográfica a una película que se sostiene en la sólida inestabilidad que persigue su arquitecto de principio a fin. No se derrumba el film por lo mismo que no se derrumba un negocio, en este caso, el editorial, que no toma una decisión de reconversión a tiempo; es decir, no se derrumba, de casualidad. A mi alrededor, en la sala medio llena, medio vacía, ya saben, la expectación era más por lo que de interés tiene la VOSE que seguramente pro el "intríngulis" de un tema tan absolutamente presente como la inestabilidad del ser humano como tal y como producto incluso, ante un cambio de paradigma que pese a lo deslumbrante, no se acepta, porque por sus costuras asoman indisumulables falacias que son imposibles de revestir aún con todos los emoticones del mundo. Se presenta como una parodia lo que en realidad, a estos pobres personajes les aliena en sus vidas hasta convertirlos (convertirnos) en marionetas grotescas rebelándose contra unos hilos cuyo confín no atisban ni se atreven a intuir. Pobres almas, que diría mi RCh., pobres ángeles de sangre sometidos a unos imperativos tan novedosos como ridículos e implacables. Se trata de una editorial que se debate entre el salto al vacío de una decidida apuesta por lo digital o el abismo que puede suponer decidir mantenerse en la tradición de un prestigio que puede conducir a la desaparición inminente del sello. Las personas que tienen que tomar estas decisiones están condicionadas por su absoluta incapacidad de erguise como tales, es decir, como seres que disponen de voluntad, pues, cada uno, a su modo, se sabe personaje de una realidad que también es una autoficción. Y así sus vidas, están marcadas por la estrecha línea de un camino marcado por un guión en el que sólo en apariencia podemos elegir, porque la libertad ha sido capturada ya definitivamente por el nuevo dios/daimon contemporáneo que es la industria de la comunicación al servicio de los depredadores económicos. No les (nos) han dejado ni sus vidas para ellos. Y no, no es cuestión de edad. El personaje de Binoche,es una mujer que ha claudicado a la maternidad, muy tarde, pero ha claudicado. Parece defender la dignidad de un modelo que a pesar de que nos ha traído el grado más impresinonte de libertad, está amenazado de muerte por la angustiosa y metódica maquinaria trituradora de lo "humano". Está perdida, pero quizá porque no sabe que es un "no ser", o un personaje, o sea, una broma. El resto, igual de cómicos, tragicos, son modelos de vidas perdidas que resbalan por la ciénaga de la realidad disumulando su desnudes. Algunos intentan salvarse con un pragmatismo a ultranza, otros instalándose en una melancólica posición de radicalismo que ya se ha vuelto ridículo, y los jóvenes corriendo hacia ninguna parte, con ese rostro escuálido que refleja una escuálida moral producto de la pérdida y que se verbaliza en la película en una frase pronunciada por una belleza joven femenina que a pesar de saberse en el luegar de la "verdad" de su momento dice tristísima: "yo no opino". Y no precisamente para reflejar que es depositaria de otro tipo de conocimiento más sólido...
Que vamos, amigas, que de comedia, poco.
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