viernes, abril 05, 2019

Galimatías

Doña Rosa sentía una admiración tan extrema por la palabra que consideraba el acto de escribir, o mejor dicho, su resultado, un reflejo de la ética del amanuense. Lejos esta concepción del mayor logro comunicativo en el ser humano de la aquella que la filosofia postmoderna no se cansó ni se cansa de someter a crítica. Había palabras talismán para Doña Rosa, y eran estas, además, palabras humildes, populares incluso; hasta diría vulgares por lo fácil y pegadizo de su uso. Rosa es inmensa intelectualmente; me parece inaudito (una acaba por copiarla sin querer) que el trópico en el que se exilió cuarenta años no le pareciese su medio puesto que ella misma es trópico, es el medio en el que una intención -la de ser su seguidora al modo en el que ella también seguía a sus maestros- una lectura honesta, puede germinar en ideas preñadas de posibilidades. Ella lo expresaba con apología de lo "genésico", lo que puede crear, lo que fecunda y se deja fecundar; y desde este punto de vista, ¿que cosas pueden ser más fecundas que la palabra? El manejo del verbo da lugar a un nuevo ser, lo mismo que la cópula puramente biológica; la creación es la misma, surge por el impulso pasional de las personas cuyo exceso pasional, a la fuerza, tienen que sublimarse en algo. Querida Rosa, has escrito para ser leída con décadas de retraso; yo lo hago, leerte, digo, con una diferencia de medio siglo y aún así me parece que es demasiado pronto para entenderte en toda tu extensión. Eras la contradicción pura y más rica que he visto no sólo en literatura, sino en pensamiento y más pura por libertina e impúdica. Has despistado a casi todos, les has obligado casi a no entenderte y malinterpretarte porque te sabías avanzada para tu época. Pero el castellano es transparente amiga, bien lo sabías y decías, por eso es seguro que se puede llegar al "intríngulis". Sólo, y nada menos, hay que disponer de voluntad, ese querer que tanto explicas y que te ha llevado a una filosofía tan peligrosamente, me parece, cercana a la verdad (como si esta existiese), ese querer que explica tanto la creación como la aniquilación (estoy pensando en la violación que explicas en Saturnal pero cuya teoría ya tenías perfectamente lineada en 1930 en tu famoso Esquema). Palabras humildes como la arcilla con que te empeñaste en modelar bustos clásicos que pronto se arrinconarían en las esquinas de talleres de empeño vanguardista. Y siendo tu la ultraísta! no lo ven ustedes? todo contradicción doña Rosa, se la mire por donde se la mire. Maravilla erotoestética desde el primer mordisco. Galimatías no estuvo en tu vocabulario, creo que hoy podría casi decir con posibilidad de acertar en un noventa por ciento de las ocasiones, las palabras que están en tu obra y las que no. Galimatías no está, sólo la elegí para no copiarte, y para dejar aquí montado un desbajuste verbal que sólo tiene como finalidad dar algo de sentido a unas horas, días, semanas, completamente perdidas en rutinas abominables. Tú tenias que montar estanterías constantemente y en ello y otros quehaceres absurdos sentias escurrírsete el tiempo (...) Me pasé a la segunda persona Rosa, quitándole rigor a un texto que no tiene por qué tener nada de serio pero que comencé con otra intención; los prólogos me pierden, quizá sean lo único que merezca la pena. 

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