viernes, noviembre 25, 2011

Quaderno veneziano II

Si Venecia fuera una bebida sería un coctail caleidoscópico tan atractivo como peligroso para bebedores neófitos . Es conveniente entrenarse previamente en latitudes y climas aproximados para no llegar y tener que tragársela entera con la consiguiente ruina que supone toda expulsión del paraíso. Venecia, es una mujer, todos los pecadores lo saben. Por eso se disfrazan continuamente de seres deplorables. Es una diosa que cuenta con cohortes de pacotilla que se dejan fotografiar y admirar para que los gentiles no descubran la mirada multiplicada de la gran mentira que se alza sobre las aguas de su lecho verde que parece agua. Se sabe despreciada y manoseada por los que aspiran a disfrutar de la belleza en exclusiva, por eso a algunos mirones infatigables se le muestra desnuda y generalmente de noche. Incluso alguno de los infinitos dedos que la tocan a todas horas disfruta, sin sospecharlo, por supuesto, de un trozo de la auténtica mujer-ciudad-pez, la inventada por los ricos e indolentes mercaderes de un tiempo que existió sólo para evocarlo en un ciclo infinito de existencias y relatos.

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