viernes, diciembre 23, 2011

¿verdad o acatamiento? reflexión entorno al negacionismo.

En Francia siguen a vueltas con condenar el negacionismo. Lo habían hecho ya con la cuestión judía (Ley Gassot) y ahora retoman el tema con el genocidio armenio. No es esta una cuestión baladí. De la memoria, y su aparente opuesto, el olvido, llevamos mucho tiempo debatiendo con el mismo estéril resultado que el propósito de que se cumplan los derechos humanos fundamentales. Si de genocidios se trata no olvidemos que a pesar de su flagrante existencia en el pasado y en el presente, su existencia ha sido reconocida sólo hace apenas medio siglo. Sin duda, este reconocimiento se trata de una importantísima victoria del humanismo que tantas veces amenaza con la propia existencia de nuestra especie. Pero otra cosa es aprobar una ley que permita condenar a los que que dudan o niegan su existencia. No se nos puede escapar que es una ley que directamente trata de condicionar lo que debemos pensar. Así que, además de todos los mecanismos que inventamos cada día para crear opinión con las nuevas tecnologías, y además de todos los medios de comunicación y discursos políticos que trabajan al unísono por la conformación del pensamiento único, los franceses, desconfían del pensamiento de sus ciudadanos. Y esto en el país que más luz ha aportado a la conformación de la democracia. En España todavía no podemos hacer críticas parecidas porque aquí, lamentablemente, si la crisis no tuviese ocupados a ministros y ministrables full time, estarían entretenidos con elegir el color de los muros del valle de los caídos. Pero no era ese el camino que yo quería emprender. Yo quería hablar de la manida memoria, algo mucho más complejo de lo que parece, en primer lugar por su intrínseco carácter selectivo, pero también porque el establecimiento de la verdad es una cuestión que tiene consecuencias irreversibles para nuestro futuro próximo. Desde luego, en esta cuestión que Francia lidera con una prepotencia demasiado precoz surgen varias cuestiones. En primer lugar, se me ocurre que si respetamos los fundamentos de la democracia que hemos decidido elevar al supremo sistema de organización de nuestra convivencia, ninguna institución estatal tiene derecho a establecer la verdad de los hechos. En Francia, a partir de unos días, podrán ser castigados aquellos que no acepten la versión oficial del pasado, con lo que se priva al individuo de conocer su propia versión y su verdad. Por ello, aunque la intención sea buena, no son buenas noticias. La historia no se hace a golpe de real decreto. El cometido del legislativo ya es inconmensurable en este sentido puesto que está precisamente para castigar delitos que pueden precisamente evitar el genocidio, como la incitación al odio racial o la difamación. Si la ley tiene que ocuparse de los que niegan la propia sustantividad de tal o cual delito, ya no es una ley, es una injerencia en la libertad de conciencia. Es un hecho que a lo largo de la historia la iglesia católica, por poner un ejemplo, ha exterminado a millones de personas por el simple hecho de no demostrar el acatamiendo debido a unos principios que inventaron los analfabetos más espabilados de una aldea que acababan de descubrir lo fácil que era amedrentar a unos pobres diablos gritándoles desde lo alto de una montaña cualquiera. No se nos ocurriría peor solución que castigar a los que niegan la existencia de los pederastas, en lugar de perseguirlos. Mostrarse indiferentes con un violador de niños para ocuparse de condenar a todos los que niegan la existencia de este hecho no haría más que conceder una prórroga sine die para que la insoportable tribu de los curas poco ejemplares (¡como se contagia la neolengua de la casa real!) sigan administrando los sacramentos como sus variopintas perversiones les dan a entender. Pero es que además, el establecimiento de la verdad histórica es una empresa cuyo éxito ni la más rigurosa investigación se atreve a asegurar. Dejar este cometido en manos de los políticos es pura y llanamente volver muy pero que muy atrás. Y todo esto sin entrar en otras valoraciones que suscita esta noticia en periódicos franceses...Malgré les menaces et l'indignation de la Turquie, les députés français ont approuvé jeudi la proposition de loi sur la négation des génocides, dont celui des Arméniens en 1915....y como era de preveer, a las pocas horas surgió el "y tú más" que lamentablemente cualquier puede esgrimir para dirigirse a cualquier otro.

2 comentarios:

ms dijo...

Relacionada?

http://blogs.elcorreo.com/magonia/2011/12/29/y-si-manana-la-masa-enfurecida-pide-a-el-corte-ingles-y-la-casa-del-libro-que-no-vendan-obras-ateas-y-escepticas/

Miguel dijo...

Cuestión complicada. El pensamiento- quien te puede prohibir pensar lo que quieras?- no es neutro. Quien niega un genocidio por qué lo hace? y, sobre todo, para qué lo hace?
Dar vía libre legal a la negación de un genocidio no es favorecer la re-creación de otro genocidio?
El estado no es neutral y el francés uno de los que menos... afortunadamente