No es tan fácil vomitar pájaros, pero no al no poder evitarlo, al menos, puedo considerarme un ejemplar único en mi especie. Porque a la continua e irreprimible secrección de sustancias gelatinosas entre las encías ya algunos están acostumbrados e incluso han convertido en arte la transmutación de sus bocas en seres que, no por su excelente vulgaridad, dejan de ser imaginarios. No puedo deciros si es necesario haber vivido largo tiempo en habitáculos prebiogenéticos totalmente reconocibles sólo a seres en formación con cierta capacidad intelectual que les permite suponer que no van a ser eliminados deliberadamente por la descarnada moral de unas cuantas amebas circundantes. No es fácil vomitar sustancias fornicadoras que ocupan espacios originalmente modelados para el desarrollo autónomo de miembros y facultades experimentales que podrían metabolizar la angustia del desconocimiento en la ilusión de una latitud fija y eterna. Cuando vomitas pájaros sólo te planteas las infinitas posibilidades de las propiedades de la forma, por eso es arte. Porque es una irrefrenable lucha contra la creación.
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