¿que sabía yo de ti además de que tenías una voz grave y una cierta aspereza de carácter seguramente forjada en el devenir de la desconfianza que regala la vida? NADA. Pero no le consiento al dolor su aburrida emboscada. No voy a llorar tu ausencia con la vulgaridad de una impostada lágrima que disimula tan mal el egoísmo que siempre se esconde en el duelo. Compartimos alguna historia de hijos, puede que alguna anécdota profesional y poco más. Pero fíjate, siempre quedamos inmortalizados en alguna capa de material que a la larga será una prueba de una inexistencia o de un sueño. Algunos seres vivos con suerte se hicieron roca y hoy son tesoros en los que tratamos de descubrir geologías que quizás expliquen los misterios de la vida. Tu dejastre ciertos rastros que me enfrentan con la estúpida e impertinente prisa de la muerte. Descubro tu nombre ¿inventado? B. V, F. Saturnino Del Icono Dorado Ascendente y que te preocupaba el mundo. Pero no tuvieste tiempo de rematar con la explicación de Naomi Klein. Supe más cosas de ti, aunque fuesen asuntos pendientes, Fernando. Sé que no habías conocido aún los deltas de los principales ríos, que no habías tenido tiempo de recitar la obra completa de tu poeta favorito, que habías enterrado unas cuantas monedas en un mercado de futuros que aún nadie te había explicado convenientemente. No habías pronunciado ni un par de palabras en farsi, ni habías conocido la mitad de las especies de pájaros que te despertaron muchas mañanas, sólo habías conocido los nombres de unas pocas cumbres y no te habías mojado los pies en más de un par de océanos, como mucho....así que, es cierto, Fernando, debe de haber otra dimensión en la que el tiempo no nos pille a medio vestir.
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